Vanessa regresó a su departamento esa noche, el corazón aún dolorido por la cruel traición de Dante. A pesar de todo, no podía sacarlo de su mente, su hiriente comportamiento quedó grabado a fuego en su memoria.
Mientras caminaba por el pasillo hacia su puerta, perdida en sus sombríos pensamientos, no notó que alguien más salía del ascensor. Hasta que una risa burlona rompió el silencio.
Era Dante, claramente ebrio, tambaleándose hacia ella con una sonrisa torcida.
—Vaya, vaya, mira quién decidió aparecer —arrastró las palabras —la pequeña mentirosa en persona.
Vanessa se tensó, sus ojos destellaban con indignación.
—Déjame en paz, Dante. Ya has dejado clara tu opinión sobre mí.
Trató de abrir su puerta, pero él fue más rápido. La aprisionó contra la pared, su aliento ……
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