Los insistentes golpes en la puerta los sobresaltaron. Se miraron alarmados al reconocer la voz de Dina, la hermana de Dante, llamándolo con urgencia.
—¡Maldición! —masculló Dante, frustrado por la interrupción.
Vanessa ahogó una risita nerviosa mientras ambos saltaban de la cama, buscando frenéticamente su ropa esparcida por el suelo. En su prisa, Dante metió la pierna en la manga de su camisa, perdiendo el equilibrio. Vanessa intentó ayudarlo, pero su pie se enredó en el vestido y ambos cayeron al suelo en un enredo de extremidades y tela.
—¿Dante? ¿Estás bien? —la voz preocupada de Dina se escuchó al otro lado de la puerta.
—Sí, sí, ya voy —respondió él, poniéndose los pantalones al revés sin darse cuenta.
Vanessa se cubrió la boca para contener la risa mientras se……
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