Un camarero sirvió el vino, mientras que Yagiz no lograba quitarle los ojos encima de Serem.
Ella era tan cautivante, tan mujer y a la vez tan niña, que él no estaba seguro porque tenía el poder de desconcertarlo de ese modo.
—¿Llevas mucho tiempo en Estambul? — preguntó él dándole un pequeño sorbo a su copa de vino, y pasando la lengua sutilmente por sus labios masculinos para limpiar el excedente de la embriagante bebida. Ese sencillo gesto ruborizó a Serem de forma inmediata que se distrajo perdida en esa boca.
—¿Te decía que si llevabas mucho tiempo en esta ciudad? — volvió a preguntar él, casi divertido de tener que insistir con la pregunta dándose cuenta cual era la causa de la poca concentración de la muchacha.
—Dos años— respondió ella casi con dolor en la voz.
—¿Han sido duros esos ……
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