La sala se había convertido en un cúmulo de gritos emocionados y silbidos. Expectantes e impacientes, esperaban la respuesta de Sarah.
La joven observaba a Enzo, intentando olvidarse de todo el mundo a su alrededor. Imaginando que sólo estaban ellos dos en aquella sala, o no sería capaz de decir una palabra. Muerta de vergüenza, aunque sabía que no fue una propuesta real, sonrió mientras hablaba:
—Sí quiero, Enzo. Acepto.
Los aplausos y vítores no dejaban oír nada más. Enzo había murmurado algo que ella no pudo escuchar, pero no tuvo tiempo a preguntar. El CEO tomó el anillo de la caja y se lo puso en el dedo.
—Prometo hacerte feliz, Sarah. Sé que no soy el mejor prototipo de hombre, pero si estás a mi lado, no me importa que pase en el futuro.
Se puso en pie y de forma tan repentina que la jov……
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