bc

Inquebrantable

book_age16+
977
FOLLOW
3.0K
READ
BE
fated
badboy
badgirl
drama
no-couple
genius
campus
highschool
like
intro-logo
Blurb

Diana Campello es una joven universitaria cuya vida llena de tropiezos la ha llevado a ser una chica obstinada, desconfiada y de pocos amigos.

Jhon Peraza es un nerd pero simpático chico de la carrera de odontología, con una personalidad positiva y siempre risueña.

Diana y Jhon coinciden en algunas materias de estudios, él la reconoce de algún lado y siente admiración por ella; sin embargo, la amargura de esta joven, no le permite algún acercamiento, tratando de alejar a Jhon con su negatividad, sin lograr conseguirlo. Él, con su actitud radiante pese a los contratiempos que pueda tener, logra poner de cabeza el sombrío mundo de Diana.

¿Nacerá un amor inquebrantable entre los dos?

¿La actitud dulce de Jhon podrá contra la coraza y personalidad amarga de Diana?

chap-preview
Free preview
1. Infancia.
"La infancia es una etapa decisiva para el desarrollo como persona de cada uno de nosotros, en ella se debería recibir todo el apoyo y cariño de nuestros padres, en donde nos muestren cómo enfrentarnos a éste mundo sin soltarnos de la mano, este mundo que muchas veces no tiene compasión con el débil. Lamentablemente, cuando nací no fui bendecida con unos padres biológicos de ese tipo; pero el tiempo me regaló a los mejores guías." . Clara Campello salía por la puerta principal de la casa donde vivía con su madre cargando de una pesada maleta con la mayor parte de su ropa, su pequeña hija salió tras ella al percatarse de que se marchaba. —¡Mami! ¿A dónde vas? ¡Espera! —Clara subió su maleta a un auto que esperaba por ella, sin inmutarse ante la angustia de su hija. —¿Qué haces Clara? —Pregunta su madre con suma tristeza. —Lo siento madre, es hora de vivir mi vida. —¿Y Diana? —Pregunta Dorothy con horror y tomando la mano de su nieta de 7 años que sollozaba porque ya comprendía lo que su madre estaba haciendo. —Hazte cargo. Yo voy a comenzar una vida desde cero. —Después de decir esto, Clara subió al auto, cerró la puerta y se marchó sin titubear. Clara era una mujer de 25 años, madre soltera, de piel bronceada, ojos cafés, cabellera castaña, de mediana estatura y curvilínea; había tomado la decisión de fugarse con su actual pareja y comenzar una nueva vida, sin importarle el daño que le pudiera ocasionar a su hija. Nunca fue una madre entregada para ella; sin embargo, esa pequeña la adoraba. Vivían en una casa un poco descuidada, la más deteriorada del vecindario; Clara y Dorothy tenían sueldos modestos de cajeras de un supermercado que apenas alcanzaban para cubrir los gastos de la comida, alquiler y algunas cosas esenciales. Ahora Dorothy se quedaría sola con su nieta cubriendo todos los gastos que pudiera. Era una abuela consentidora con Diana, notaba cómo Clara menospreciaba a su propia hija y eso le partía el alma, ella era solo una niña inocente que no tenía la culpa de los errores de sus padres. Diana era una pequeña de piel muy blanca, grandes y profundos ojos color esmeralda y cabellera ne-gra, lo cual hacía que su piel se viera aun más pálida. Nunca se supo quién era su padre, pues, Clara salió embarazada tras haber pasado la noche con un hombre que apenas conoció en una discoteca. Dorothy suponía que la niña tenía parecido con su padre por los rasgos diferentes a los de su familia. Poco tiempo después de que Clara se fuera, una familia se mudó a la casa de al lado, el matrimonio tenía una pequeña niña de 3 años, eran amorosos y entregados con su hijita, cuando jugaban con ella en el patio de la casa, Diana los podía observar por horas a escondidas a través del cercado que dividía las dos casa. Un día, la madre de aquella pequeña le pareció ver que Diana se ocultaba detrás de un muro cuando se percató de que la descubrieron observando a sus vecinas, ésta se acercó con sigilo, sorprendiéndola cuando volvió a asomarse. —Hola... —Le muestra una cálida sonrisa. —¿Cómo te llamas? —Diana la miraba con timidez y en silencio. —¿Quieres jugar con nosotras? Traeremos los juguetes hasta acá. —Se le iluminaron los ojos. La mujer y su niña llevaron algunos juguetes hasta el cercado y se instalaron a compartir con Diana, estaba feliz, no tenía con quien jugar cuando estaba en casa, su abuela generalmente se encontraba ocupada y agotada y en el colegio no contaba con muchos amigo, pues le costaba hacerlos. La vecina y su hija jugaban gustosas. —Mi nombre es Diana. —Finalmete dijo, cuando sintió algo de confianza. —¡Qué lindo nombre! El mío es Amelia y esta pequeña se llama Corina y le agradas, por cierto. —Corina jugaba con Diana con gran naturalidad y sonriente, mientras le hablaba de sus juguetes. —Gracias... —Puedo pedirle permiso a tu mamá para que vengas a jugar cuando quieras. —El rostro de Diana ensombreció. —¡Oh! Lo siento... Creo que te he hecho sentir mal. —Se fue lejos... —Hizo una pausa. —Estoy con abuelita Dorothy, pero siempre está agotada. —Amelia sintió una profunda tristeza por Diana. —¡Hola familia! ¡He vuelto! —Exclama Edmundo, el esposo de Amelia cuando llega a casa del trabajo. Corina salió corriendo a los brazos de su padre. Diana se volvió a sentir intimidada. —¡Cariño! Estamos aquí con nuestra vecinita nueva amiguita. —Amelia dijo a su esposo y le hizo señas para que se acercara. —Tranquila, es mi esposo Edmundo. —Ahora se dirigió a Diana. —¡Excelente! Traje suficientes donas y podemos compartir. —Edmundo su acercó con una cajita de cartón con algunas donas dentro. —¿Te gustan? Ella lo observó dubitativa porque su abuela siempre decía que no se acercara, hablara ni aceptara cosas de extraños; finalmente asintió, pues supuso que si había un cercado de por medio, no pasaría nada. Edmundo sacó la primera dona con una servilleta y se la pasó a Diana entre uno de los agujeros, aquella niña empezó a devorarla con tal desespero que a Amelia se le nubraron los ojos, su esposo y ella se miraron con tristeza, ya que parecía que tenía mucha hambre. Luego la pareja conoció a Dorothy, era una encantadora señora de tercera edad, pero con ojeras y muy delgada debido a la mala alimentación que tenía últimamente y que además, padecía de presión arterial. Poco a poco Amelia junto con su esposo fueron creando una amistad con su vecina y le ayudaron en lo que podían, Diana frecuentaba su casa y era tratada como otra hija para ellos, adicionalmente, había creado un gran vínculo con Corina, la protegía como la hermana que nunca tuvo. Así transcurrieron algunos años, Corina veía a Diana como su hermana mayor, la seguía a todos lados. Amelia había enfermado de cáncer de mamas, Diana observaba la lucha por la que ella estaba pasando y trataba de distraer a Corina del padecimiento de su madre. Ella se había convertido en una adolescente, comprendía perfectamente lo que estaba sucediendo, lo cuál la tenía con el corazón hecho pedazos, pues le había tomado mucho aprecio y le dio el cariño que su madre nunca le dio. Con esa adolescencia también llegó la rebeldía, las malas amistades y consejos de jóvenes que andaban en malos paso, aceptando esos malos consejos como refugio por el dolor que sentía al ver a Amelia en tal estado de deterioro. Edmundo pasaba en su auto por la calle antes de llegar a su casa cuando vio a Diana con un grupo de jóvenes intercambiando cigarrillos y otras sustancias, él se detuvo inmediatamente, fue por ella, pasó entre los chicos, la tomó del brazo y la sacó rápidamente del grupo. —Nos vamos a casa. —Con paso apresurado le dice, tratando de mantener un tono sereno —¿¡Qué haces!? —Objeta irritada. Él la subió al auto. —Vamos a casa Diana, es lo que dije. —Le repite Edmundo después de ponerle el cinturón de seguridad y mirándola a los ojos. Ella cruzó los brazos y lo observó con molestia. —¡Qué esta sea la primera y última vez que me haces pasar vergüenza frente a mis amigos, Edmundo! —Grita Diana después de que entraron a la casa de los Méndez. —¿Amigos? Amigo no es aquel que te de cosas para dañarte. Un amigo es quien te apoye incondicionalmente y quiera tu bienestar. ¡Mírate! Andas toda extraña por la mierda que te metiste. —Eso no es tu problema... —¡Si lo es! ¡Eres una niña Diana, solo tienes 13 años! —Gritó Edmundo, se empezaba a notar su enojo. —No tienes por qué meterte ni opinar. ¡No eres mi padre, Edmundo! —Él abrió sus ojos aún más, posteriormente, relajó sus facciones y su mirada se fue convirtiendo en una de dolor. —Hoy te quedarás aquí, no quisiera que Dorothy te viera en ese estado... Sé que no soy tu padre, pero mientras tenga vida, no permitiré que eches tu futuro por el drenaje. —Diana cambió de una actitud defensiva a una de arrepentimiento. Edmundo se giró y la dejó sola en la sala, estaba realmente muy dolido por lo que Diana le dijo, de verdad le había tomado mucho cariño y, aunque no fuera su padre, ya él y su esposa la querían como una hija. —¿Así es como se supone que se comporta un padre? —Se preguntó con un nudo en la garganta. Al poco rato, Amelia entró a la habitación donde Diana solía quedarse, con sus pasos lentos y agotados; ella lucía bastante pálida, delgada y con un turbante en la cabeza. —¡Amelia! Deberías estar en cama. —Ya paso mucho tiempo ahí, quería caminar un poco. —Se sentó junto a Diana en la cama. —¿Edmundo fue a contarte? —No fue necesario, la discusión de ustedes se escuchó hasta el otro lado de la ciudad. —¡Oh! Lo siento. —Está dolido... —Diana agachó su cabeza, jugueteando con sus dedos. —Ya se le pasará. Amelia apretó su mano con una de las suyas, con la otra acarició el rostro de Diana y la hizo levantar su mirada. —Escucha... He tenido la dicha de verte crecer y pasar de ser una frágil niñita temerosa a una jovencita de carácter fuerte e inquebrantable, que lucha día a día a pesar de las piedras que la vida te ha puesto en el camino. Te he amado... No, te hemos amado desde el día que te conocimos; es por eso que nos duele tanto que tomes un camino equivocado. Te visualizo siendo una mujer exitosa, empoderada, con una profesión, valiéndose por si misma y siguiendo el mejor de los caminos. Aprovecha tu carácter para luchar por tus convicciones y tus sueños. —Amelia agachó su cabeza mordiendo sus labios para evitar llorar. —Diana... Pronto me iré y me gustaría que estés en ese difícil momento con Corina, te va a necesitar y también Edmundo, él necesitará de tu apoyo; sé que aún tienes poca edad para esto pero la vida te ha hecho fuerte, aun mas que ellos dos juntos... Ella había escuchado con atención las palabras de Amelia con sus ojos vidriosos, luego la mujer la llevó hasta su pecho en donde Diana se acurrucó escuchando su corazón latir por última vez, así estuvieron largo rato, Amelia peinaba con sus delgados dedos su larga cabellera ne-gra. —Nunca te dejes influenciar por personas que no quieren el bien para ti, eres única. Eres Diana Campello y nadie debe cambiarlo. Pocos días después Amelia falleció, aquella mujer que le había brindado su cariño materno por escasos 6 años. . En las gradas de un centro deportivo están Corina y Edmundo dando gritos de euforia y apoyo a Diana, después de haber salido triunfante en una pelea de kick boxing, se acababa de convertir en la campeona internacional de peso pluma en este deporte. La joven de ahora 18 años levanta sus brazos con una gran sonrisa al público que aplaude y con su mirada fija en sus acompañantes, quienes estaban pegando brincos abrazados a lo lejos. Aunque Dorothy se sentía muy feliz por su nieta y la apoyaba, prefería no verla competir, sus nervios se ponían de punta cuando veía que Diana recibiera algún golpe. Hacía algunos años, después de la muerte de su esposa, Edmundo decidió inscribir a Diana en una serie deportes y que posteriormente ella escogiera los que más le gustaran; esto con el propósito de que mantuviera su mente ocupada en actividades sanas. Practicó tenis, esgrima, natación, kick boxing, karate y voleibol; quedándose solo con kick boxing, fue el deporte que le apasionó desde el primer momento, siendo muy buena desde los inicios, esto también le permitió canalizar un poco su temperamento adolescente explosivo y a tener disciplina. Ahora Diana se había convertido en una joven que nadie imaginaba de lo que era capaz de hacer, su escuálida apariencia la hacían ver una chica frágil; ya que solo media 1.55 metros de estatura, era muy delgada, llegando a pesar solo 45 kg y seguía siendo muy pálida con delicadas facciones y brillantes ojos color esmeralda. Corina también le siguió en la práctica de este deporte por su admiración hacia su mejor amiga, llegando a convertirse en campeona nacional; por su gran belleza, carisma y personalidad dulce, de igual manera impresionada a quien supiera qué tipo de deporte practicaba. Diana había tomado un mejor camino gracias a los Méndez. Ese hombre se había convertido en lo más cercano a una figura paterna en su vida y su ahora adolescente hija como su hermana menor.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

La esposa rechazada del ceo

read
160.9K
bc

Bajo acuerdo

read
7.2K
bc

Mi Sexy Vecino [+18]

read
49.7K
bc

Navidad con mi ex

read
8.6K
bc

Prisionera Entre tus brazos

read
85.5K
bc

Tras Mi Divorcio

read
508.2K
bc

Yo, no soy él

read
88.0K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook