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Karma

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Blurb

¡Le habían quitado al hombre que tanto le costó robarse! Por si no fuera poco, ese hombre se había convertido en su cuñado y ahora era feliz junto a su hermana menor. Lo peor de todo era que ni siquiera podía odiarlos porque de esa unión había nacido lo que alegraba sus tristes días: su sobrina Luciana.

El Karma no la dejaría ser amada y lo entendía, había hecho mucho daño en el pasado.

Esta vez estaba centrada en darle todo el amor y atención a la pequeña, sin importar que eso la obligara a pasar más tiempo con aquel pediatra creído y tremendamente guapo a cargo.

Marcela no tenía esperanzas de redención, hasta que se peleó por primera vez con Ethan Maroni.

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Capítulo 1: Tragarse el orgullo
Marcela Tragarme el orgullo resultó ser una tarea bastante difícil. Lo poco que me quedaba de dignidad terminó de caerse a pedazos cuando toqué por voluntad propia a la puerta de mi ex marido, ahora esposo de mi hermana menor.  El motivo de aquella acción era aún más loco que el hecho de estar ahí y se resumía en la rara dependencia que tenía con la pequeña bebé que ambos habían traído al mundo. Luciana, mi sobrina.  –Es bueno verla señorita Marcela, le avisaré a su hermana que se encuentra aquí. –Me dijo Ofelia– La encargada del servicio de la mansión Bellini.  Asentí sin decir nada y desapareció escaleras arriba. Esperaba que la idea de ir antes del mediodía funcionara para no encontrarme con Alexander, pero mi intento de evasiva falló al ver bajar a mi hermana con el pequeño bulto rosa en brazos y su esposo refunfuñando a sus espaldas. Quise desaparecer, tras cuatro años juntos, todavía no me acostumbraba al hecho de que hubieran formado una familia y se enfrentaran al mundo como una pareja.   Ni siquiera sabía si me habían perdonado del todo por el daño que les causé alguna vez. –No me gusta la idea de que un hombre entre a casa tan seguido.  Lo escuché decir mientras Jordan, mi hermana, cuidaba sus pasos al bajar cada escalón con la niña en brazos.  –¡Ni siquiera debieron haber nombrado a un nuevo pediatra sin consultarnos! Tanto dinero en servicios médicos para que me jodan de esta forma. –Alex… –respondió mi hermana con paciencia– El servicio médico de la clínica está bien, según me comentaron por teléfono, el tipo al que pondrán es uno de los mejores pediatras del país. La doctora Santoro lo nombró como su reemplazo, estoy segura de que ella jamás dejaría  a sus pacientes con cualquier médico de turno.  –¿Y por qué tiene que ser hombre? Apenas tiene treinta años, es un inexpe… Sus voces se apagaron en cuanto pisaron el último peldaño y notaron mi presencia. Tragué saliva con cierto nerviosismo y vergüenza, no me acostumbraba a estar sola junto a ellos.  –Buenos días a los dos.  No me quedó más remedio que decir. –Marcela… –susurró ella con cierta simpatía en la voz– Que bueno verte ¿Vienes a visitar a Luciana? Asentí sin ser muy comunicativa. Luego de saber la razón de mi visita, se aproximó a uno de las mecedoras de bebé instaladas junto al sofá y colocó a la pequeña allí, dándome el espacio suficiente y la oportunidad de acercarme a darle los mimos que tuve guardados por casi cuatro días sin verla. –¡Preciosa! Te extrañé demasiado, no tienes idea de cuánto deseaba verte.  Los enormes ojos avellana de Luciana me miraron curiosos, reconociendo mi voz tras tantos días. Al menos eso ayudó a que su padre me ignorara más fácil.  –¡Voy a despedir a ese charlatán! Nadie puede ser un especialista en niños con tan corta edad.  –Alex… –Lo regañó una vez más mi hermana y este pareció respirar hondo para tener mejor control– No vamos a despedir a nadie, él es un profesional, revisará a Luciana y cuidará de su bienestar.  Entonces comprendí que el miedo de Alexander no era el servicio, eran los celos. Me fue difícil identificarlo, puesto que nunca lo había visto de esa forma. Él jamás había sido celoso conmigo, ni siquiera los primeros años en los que estuvimos casados.  El timbre de la casa resonó en todo el ambiente. –¡Yo abro!  Jordan fue más rápida, dejó a la niña sabiendo que ambos estábamos allí y corrió a abrir la puerta.  Oí algunas maldiciones hasta que ella volvió con una alto, delgado y presentable hombre vestido con el uniforme de alguna clínica.  Traté de apartar la vista, pero aquella presencia sonriente me lo hizo imposible. –Buenos días a todos. Usted debe ser el señor Bellini, mucho gusto, me llamo Ethan Maroni y soy el nuevo pediatra de Luciana.  Mi ahora cuñado, no tenía una expresión agradable o cortes, solo lo miró de pies a cabeza y contestó al saludo por el gesto reprobatorio de su esposa.  –Hola. No nos informaron que iban a cambiar de pediatra hasta hace unos minutos. –Lo lamento, al parecer fue un cambio de última hora. La doctora Santori tuvo que dejar con urgencia la ciudad por asuntos familiares y me asignaron varios de sus pacientes más importantes.  –No hay problema. Soy Jordan, la mamá de Luciana y ella es Marcela, mi hermana.  Los ojos azules de Ethan se posaron en mi persona. Fue sumamente extraño e incómodo por la manera en la que estudió mi rostro y expresión así que solo atiné a saludarlo con la mirada.  –Mucho gusto –le dije con cierta incomodidad– –Creo que sería bueno darle la primera revisión en la habitación, allí podrás recostarla en el cambiador de pañales. Ethan asintió y emprendió rumbo tras ella. Alexander y yo los seguimos por pura inercia. Ya en la habitación vimos al médico ocuparse de la niña. Hizo estudios breves a su corazón con el estetoscopio y otros procedimientos de rutina. El uniforme que portaba era holgado, sin embargo, podía notarse desde su espalda el buen porte que parecía tener bajo esa ropa.  "Cielos Marcela ¿En qué estás pensando? El hombre es un profesional, solo está haciendo su trabajo." Me regañé a mi misma mientras me encontré en espera de que terminara. –Todo está en orden –aclaró– Me gustaría que la próxima cita sea en el consultorio porque según vi en su historial, le corresponde una vacuna. Es una niña muy sana, así que solo serán visitas de rutina para saber que todo está bien.  Vi la cara de mi hermana endurecerse, el pánico involuntario de llevar a su hija al hospital era un miedo del que aún no había podido librarse. Intercedí de inmediato, sorprendiéndome a mí misma al ver que Alexander no lo notó. –A mi hermana no le agradan los hospitales, ella… prefiere que las revisiones sean en casa.  Jordan lanzó un suspiro aliviado, Alexander me miró con sorpresa. –Entiendo, pero de vez en cuando tendrán que llevarla hasta allá porque no todas las… –Mi hermana no quiere llevar a Luciana ahí.  –Repetí con mayor seguridad, empezando a sentir el coraje fluir– –Bien, hablaré con la clínica para hacer posible las visitas aquí. Por lo pronto la niña está en buen estado, todavía no es recomendable darle algún otro tipo de alimentos, solo leche.  El hombre parecía evitar problemas y esa era una buena señal. De haber sido alguien tan impulsivo como yo, estaba segura de que terminaríamos peleando allí mismo.  –Gracias por venir –le dijo Jordan, dejando que yo me encargara de levantar a Luciana y la protegiera de aquel nuevo hombre– Lo espero la siguiente semana… Y entonces, internamente, decidí cuidarla de él.

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