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La fuerza del amor

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Blurb

Leila Borts es una mujer de 28 años de edad, hermosa, inteligente, implacable, que hará lo necesario por vengarse de quien la lastimo, no importa cuando ni como, pero tiene claro que llegará la hora. Alex De Vries, él es un playboy de 30 años de edad, heredero del imperio de las telecomunicaciones en Holanda, es un hombre que nunca deja escapar a ninguna mujer, más sin esperárselo sus caminos se cruzan en una guerra silenciosa, envuelta en una telaraña de mentiras que pueden destruirlos. ¿Crees que saldrán airosos? ¿La fuerza del amor vencerá? Descúbrelo conmigo.

Obra registrada en Safe Creative prohibida su reproducción total o parcial

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Un pasado que vuelve
Actualidad New York Leila No soy una mujer nacida en una cuna de oro como todos mis amigos pueden creer, ellos piensan que el hecho de vivir en la zona más exclusiva de Manhattan significa que tengo dinero, que soy una billonaria, incluso no me ayuda mucho haber estudiado en una universidad de prestigio como lo es Harvard, más está muy apartado de mi realidad, vengo de un hogar humilde en Holanda, donde mi madre hacía lo imposible para poner un plato de comida en la mesa, tenía hasta tres trabajos para mantenerme, eran incansables sus jornadas laborales que terminaba su día exhausta, sin embargo, apenas tuve la mayoría de edad comencé a ayudarla, no era mucho lo que podía aportar a la casa, ya que debía pagar mi educación, pero un día pensé que cambiaría mi fortuna, encontré un empleo en una de las empresas más importantes de telecomunicaciones, pero esperen que no era una ejecutiva, mucho menos una secretaria, ese milagro no se me dio, ingresé trabajando a Astral limpiando sus oficinas en las noches, la paga no era mala y me daban los horarios para poder estudiar, además era un trabajo decente, sumado a que algunas veces podía quedarme contemplando a mi príncipe azul, Alex De Vries, es un hombre sacado de un cuento de hadas, con un aire de dios griego, que tiene una mirada profunda de ojos verdes, con su cabello castaño enrizado, una barba prolija, alto de 1.85 cm, siendo el hijo adoptivo de Colin De Vries, el dueño de la empresa donde trabajaba, más tenía un pero como todos los hombres, era invisible para él, nunca se iba a fijar en la chica de la limpieza ni en un millón de años. Aunque como dicen al destino le gusta jugar con nosotros, somos simples fichas de dominó para él, entonces por casualidades de la vida Alex estuvo presente en una fiesta donde estaba trabajando en el catering, incluso todavía me cuesta creer como fue que terminé enredada con Alex, parece como si fuera ayer. Siete años atrás Ámsterdam Mil veces estoy arrepentida de haber aceptado la propuesta de Ingrid de reemplazarla en su trabajo, porque detesto servir a esta gente adinerada con aires de grandeza, pero me hace falta el dinero para pagarle el tratamiento a mi madre, incluso me siento culpable de no haberme dado cuenta antes de su enfermedad, más esperemos que los doctores puedan hacer algo para ayudarla, igual de nada me sirve quejarme me repite mi subconsciente, en tanto agarro la bandeja con las copas de champagne, hasta que soy detenida por la voz del chef. –Leila deja lo que estás haciendo, porque necesito que me hagas un favor. Mueve mi auto al otro extremo de la calle antes que estos idiotas ricachones me lo rayen. Toma las llaves– explica con su voz chillona mientras estira la mano sosteniendo las llaves. –Pierre vine a trabajar de mesera no como valet, pídele a alguien más que mueva tu auto– me quejo con mi voz envuelta de malestar. –¡Leila! No confió en nadie, de lo contrario no te lo pediría. Es el Mercedes Benz n***o que está estacionado cerca de la entrada posterior, muchas gracias– argumenta. –¡De acuerdo! ¡De acuerdo! –replico sacándome el delantal. Un instante más Con toda la calma del mundo estaciono el auto de Pierre, más cuando estoy bajando del vehículo, soy sorprendida por una voz varonil familiar que me deja desconcertada. –¡Guau! Parece que los ángeles han descendido, ¿Te escapaste del cielo? ¿Dónde dejaste tus alas? –afirma un hombre con una mirada profunda. –¡Disculpa! ¿Conmigo hablas? –averiguo con un rostro envuelto en confusión mirando alrededor, dándome cuenta que es mi príncipe azul. –¡Claro bella! Porque una mujer como tú solo puede ser una alucinación, incluso no tiene sentido tu presencia en esta fiesta tan aburrida, pero podemos cambiarlo si quieres– explica dejándome como una tonta. Seré una ilusa por creer en las palabras de Alex De Vries, más estas oportunidades no se presentan dos veces en la vida, porque espere que me pueda ver como mujer, y ahora lo ha hecho, sin dudarlo le pido que me aguarde, camino con toda la calma del mundo, aunque estoy loca por correr a entregarle las llaves a Pierre, igual guardo las apariencias, para terminar, explicándole a mi amigo que me marcho. Unas horas más tarde Tal vez estoy soñando despierta, porque no puedo creer que este bailando en los brazos de mi príncipe azul, al punto de sentirme tan vulnerable con cada mirada profunda suya, con su aliento cerca de mi rostro, además de su aroma varonil que termina de nublar mi pensamiento, lo cierto es que quiero disfrutar de esta noche con él mientras dure el hechizo, más en medio de mi momento interior escucho su voz en mi oído. –¡Bella! Vamos a un lugar más privado, como mi departamento, ¿Te parece? –propone sorprendiéndome. Sin embargo, la lógica y la sensatez dejaron de estar presente en mí, accedo con una gran sonrisa, porque este hombre me desarma con cada cosa que hace, es más fuerte esta locura que desata en mí. Enseguida abandonamos el lugar subiendo a su auto donde las miradas intensas me enloquecen. No tardamos mucho en llegar a la puerta de su departamento donde su boca se adueña de mis labios, la coherencia dejo de existir, reinando solo el deseo por ser suya, las ropas van desapareciendo en un pestañeo mientras nos encaminamos a la cama, donde mi sueño se ha hecho realidad, estoy en los brazos de mi príncipe azul queriendo que la noche sea eterna. Esa fue la peor estupidez que cometí, porque lo que comenzó como una noche de cuentos de hadas, se convirtió en una horrible pesadilla, ya que volví a mi realidad al despertar a la mañana siguiente, apenas abrí los ojos buscando a Alex en la habitación, lo que obtuve fue la peor humillación, “Allí está el dinero por tus servicios” “Márchate ahora de mi pent-house”. Sus palabras fueron como un puñal que dejó sangrando a mi corazón, pero en medio de mi decepción agarre mi ropa para terminar insultándolo mientras arrojaba cada billete en su rostro. Más no terminó mi calvario, porque esa mañana llegué a mi casa con el rostro cubierto de lágrimas, encontrándome con la nefasta noticia que mi madre estaba en el hospital agonizando, terminándose de derrumbar mi mundo, incluso cuando arribé al lugar fue muy tarde, no pude despedirme de ella, y hasta el día de hoy me siguen pesando mis decisiones. En fin, saque fuerzas de lo más hondo para organizar su funeral, a la mañana siguiente estaba parada junto a su tumba, todavía lamentándome por su partida en compañía de unos pocos amigos, sin lograr contener mi dolor, así mis lágrimas no cesaban una y otra vez, seguían presentes, al punto que me desplomé junto a su ataúd, sin aceptar su destino, pero una voz ronca masculina me sacó de mi mundo, levanté mis ojos encontrándome con un hombre de traje gris, de unos 70 años de edad, bien conservado a pesar de sus años, piel blanca, con unos ojos azules como el mar, de 1.80 cm de altura que me miraba con dulzura, más reaccione haciendo mi voz presente. –Señor, llegó tarde al funeral de mi madre, ¿Quién es usted? ¿De dónde conoció a mi madre? –averigüé todavía confundida. –Leila, soy un amigo de Débora, lamento que nos conozcamos en estas circunstancias, pero hace unos días ella me contacto pidiéndome que me ocupe de ti, quiero ayudarte en lo que este en mis manos. Mi nombre es Maurice– fue su respuesta. –Pues su ayuda llega bastante tarde, mi madre está muerta y ni usted ni nadie puede hacer nada, ¡Gracias! –respondí con mi voz llena de sarcasmo. Sin embargo, creí que el hombre desaparecería después de ese día, era lo lógico por mi forma de proceder, sobre todo no tenía intenciones de recibir la ayuda de un desconocido, sabía que podía valerme por mis esfuerzos, aunque él no tenía intenciones de romper la promesa que le hizo a mi madre, cada noche estaba delante de mí puerta repitiendo el mismo discurso, como tal tras unas semanas de insistencia me convertí en su protegida, pero lo irónico de la situación, es que él no era un simple sujeto, todo lo contrario, resultó ser uno de los hombres más importantes de Holanda, era Maurice De Vries. En fin, mi vida dio un giro de 180 grados, abandoné el lugar donde vivía, me mudé a New York para seguir mi carrera, más ahora cuento con una licenciatura en Administración y Finanzas, además de dominar cinco idiomas, inglés, francés, italiano, alemán, español y mi lengua natal neerlandés, pero no es todo, he recibido clases de etiqueta, de piano, de artes, hasta de modales, siempre con la misma excusa de Maurice, debes prepararte para el mundo que te espera, aunque también hice otros cambios físicos, me cambie el look, tengo el cabello pelirrojo, bajé unos kilos, dejé de usar anteojos para ponerme lentes de contacto, lo cierto es que para mí es una exageración, ni que fuera a ocupar el lugar de una princesa. Ahora intento relajarme viendo la vista de la ciudad desde mi balcón, mientras escucho de fondo a Sinatra, más mi pequeño instante de reflexión se interrumpe por la voz de mi padrino, obligándome a girar para mirar sus ojos azules. –Mi pequeña princesa de nuevo te encierras en tu burbuja, ¿Dónde volabas? ¿Dónde te llevaron tus pensamientos esta vez? ¿Con Débora? –averigua teniendo una mirada tierna. –Maurice recordaba el pasado, como fue que llegaste a mi vida, y aun no entiendo muchas cosas, todavía me debes varias respuestas– expreso sin abandonar el azul de sus ojos. –Leila creo que llego la hora de darte las respuestas, aunque antes necesito que hagas algo por mí. Volvemos mañana Ámsterdam, por favor nada de interrogatorios, sobre todo te pido que confíes en mí como lo has hecho hasta ahora, ¿Te parece? –pide entrelazando sus manos con las mías. –Padrino voy hacer lo que me pides, porque no me dejas muchas alternativas, viajaré contigo a Ámsterdam, espero que por fin puedas ser sincero conmigo– respondo para terminar dándole una sonrisa afable. Dos días después Ámsterdam Alex Tener el peso de un apellido como el mío no me ayudado mucho, porque ha sido un reto intentar encajar en la familia, por una simple razón, soy el hijo adoptivo de Colin y Anabela, no llevo la sangre De Vries, incluso la mayoría de la sociedad holandesa me ve como una obra de caridad, como un error de mis padres, pues no soy el típico muchacho centrado, con una imagen intachable, siendo sincero me gusta disfrutar de mi posición, casi todos los días me doy mis escapadas, entre tragos, fiestas y mujeres, ya que no pueden faltar en el círculo de amistades que frecuento, más no significa que soy un irresponsable, trabajo en la empresa de mi familia como el gerente de finanzas, hasta el día que el viejo pase a mejor vida, estoy hablando de mi abuelo, Maurice, más creo que nunca me sentaré en su silla, porque cuando pensé que asumiría la presidencia de Astral con la muerte de mi padre, me fue negada, alegando que no estaba listo para ocupar tal responsabilidad. Sin embargo, ahora necesito recuperarme de una noche desenfrenada, pues creo que me excedí con el alcohol, incluso me fastidia la poca luz que ingresa por la ventana de mi pent-house, teniendo que cubrirme el rostro con las almohadas, más acaba de empeorar mi día, ya que escucho los gritos de mi madre exigiéndome que me levante de la cama, hasta apostaría que esta de mal genio por algún chisme que llegó a sus oídos, igual la ignoro esperando que se marche, pero vuelve su voz envuelta en malestar a hacerse presente. –¡Alex! ¡Alex! Maldición levántate, te estoy hablando– repite quitándome las sábanas. –¡Diablos madre! Deja los gritos, porque me duele la cabeza, ¿Cuál es tu afán para que me levante? –replico con mi voz envuelta en malestar sentándome en la cama. –¡Alex! Me acaban de informar que tu abuelo convocó a una junta del directorio sin darnos aviso, ¿Sabes lo que significa? Habrá cambios en la dirección de Astral– explica con su voz envuelta en desesperación. –Madre debe ser una estupidez del viejo, nada que nos debe preocupar, pero para tu tranquilidad estaremos presente en la junta, solo dame unos minutos para ducharme y vestirme, ¿Puede ser? –repito restándole importancia a sus palabras para calmarla. ¿Por qué accedí a darle la llave de mi departamento? Fue un error, porque cada vez mi madre encuentra una disculpa nueva para interrumpir mi privacidad, como hoy, con su preocupación desmedida por el viejo, más estoy consciente que desde la muerte de mi padre ella cambió, dejó de ser esa mujer de acero, como si parte de ella se fue con su partida. Unos minutos después Todo el trayecto en mi auto la voz de preocupación de mi madre no cesaba, incluso llegue a cuestionarme, ¿Será que me oculta algo? ¿Por qué tanto alboroto? Lo cierto es que me mostraba aplomado, confiado, a pesar de sus hipótesis, más para mi suerte llegamos al piso de presidencia, donde los saludos de todos los empleados se hacían presente, hasta que nos cruzamos con Doris, la secretaria de mi abuelo teniendo que preguntar lo que sucedía. –Doris, ¿Por qué no hemos sido informados que convocaron una junta? ¿Fue un error? –Disculpa Alex, ni yo misma lo sabía, porque Don Maurice se ocupó personalmente de hacer la convocatoria a los directivos, igual todavía no inicia la junta, están esperando su llegada– respondo dejándome pensativo. –¡Alex! Te dije que nada bueno se puede esperar de esa reunión, ¿Por qué esta actitud de Maurice? ¿Por qué dejarnos de lado? –replica mi madre todavía alterada. –¡Mamá! Vamos a la reunión para despejar tus dudas, te darás cuenta que estás ahogándote en un vaso de agua, no sucederá nada en Astral, todo seguirá igual como siempre– insisto armándome de paciencia. Leila Con muchos sentimientos encontrados regresé a Ámsterdam, siendo inevitable volver a recordar mis últimos días en mi ciudad natal, además de tener una sensación rara, hasta absurda por momentos, porque como por arte de magia su recuerdo volvió a mí, durante todos estos años quise olvidar la noche que viví con Alex De Vries, pero me engañé, pues sigue viviendo en mi memoria su humillación, igual ahora lo que menos quiero es cruzarme con ese imbécil, incluso si pudiera retroceder el tiempo cambiaría las cosas, no hubiera cometido el error de acostarme con él. Por otra parte, después de haberme instalado en un pent-house en el centro de la ciudad, mi padrino insistió en darme un recorrido por sus empresas, pero no tenía intenciones de hacerlo, por una sencilla razón, el idiota de su nieto, no me siento lista para volver a verlo, por supuesto que oculto mi malestar con una sonrisa forzada en tanto arribamos al piso, donde las miradas de los presentes se posan en mí, reinando un silencio sepulcral que puedo hasta percibir los latidos acelerados de mi corazón, aunque sigo mi camino del brazo de mi padrino escuchando el ruido de mis tacos en cada paso que doy, así estamos delante de dos puertas donde escucho su voz hacerse presente. –¡Leila! Cuando abra estas puertas muchas cosas cambiarán, por favor espero que me ayudes– explica dejándome con más dudas que antes, pero estoy acostumbrada a sus acertijos, dándole una sonrisa afable. Sin más preámbulos abre las dos puertas de golpe encontrándome con varios rostros desconocidos, más en un segundo quedo absorta al cruzarme con sus ojos verdes, es Alex que me contempla confundido, sin tener claro sí me recuerda, pero soy sacada de mi burbuja por la voz de Maurice. –Buenos días a todos los presentes. Alex, Anabela, es un placer también contar con su presencia, me ahorra tiempo. Permítanme presentarles a Leila Borts, la nueva presidenta de Astral. Las palabras de Maurice me han tomado por sorpresa, sin forma de reaccionar, dejando a todos los presente con las caras blancas de la impresión, incluso Alex no puede ocultar su malestar, más no logro descifrar si conoce mi identidad.

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