Matrimonio a Ciegas

Capítulo 1 ¿Quién eres? Leonardo —¿Quién se supone que aceptó este absurdo trato? —Mi voz retumbó en toda la casa, la que alguna vez fue una mansión, ahora no era más que una casa modesta con apenas dos habitaciones, en comparación a lo que como el gran Arquitecto Humphrey alguna vez conocí. Las paredes antes adornadas con obras de arte y objetos de lujo estaban ahora desnudas y desgastadas, este es mi nuevo destino. —Es alguien a quien usted conoce, señor. —Aquel obrero sólo pretendía ayudar, imagino que lo hace en agradecimiento, puesto que en el pasado, le había brindado mucho apoyo, entre eso, su primer empleo en un país desconocido. —Debe ser alguien con demasiada ambición, no me extrañaría que pretendiera pedir más dinero a cambio de aceptar ser mi esposa. —No dudo en sonreír con cierta resignación, pues en mis condiciones no negaría la necesidad de alguien quien me ayude y esté a mi lado. —Hola, disculpe pero estoy escuchando todo. —Una voz dulce y femenina se hizo eco en medio de mis palabras ásperas, aunque ya no tengo la capacidad de ver como antes, podía percibir ciertos destellos, producto de los reflejos de luz. Se podría decir que estoy completamente ciego en mi ojo del lado izquierdo y apenas percibía siluetas borrosas con mi ojo derecho. La voz femenina rompió el silencio que me envolvía y por alguna razón, me quitó de mis pensamientos turbulentos, con cuidado, voltee hacia la dirección de la voz, tratando de enfocar mi paupérrima visión en la figura que estaba justo frente a mi. La incertidumbre fue evidente con mi expresión, pero también un atisbo de esperanza nació en mi interior, pues creí que nadie aceptaría la oferta de ser mi esposa. —¿Así que estás aquí?, quisiera decir que es un gusto conocerte, pero no puedo decirlo porque una de las cosas que más odio son las falsedades. —La joven ignoró todos los comentarios apáticos que enunció, se acercó a mí, con intenciones de tomarme de las manos. —Para mí sí es un placer conocerlo, espero que nos llevemos bien en este tiempo en el que conviviremos, juntos. —La chica sonrió con nerviosismo, su corazón latía con fuerza, lo noté con su simple tacto, pero de inmediato aparté mis manos de las suyas, se nota que nunca antes se había sentido tan nerviosa como en ese momento, imagino que sus piernas tiemblan ligeramente, sus manos se movían inquietas a su lado, aunque no la veo, por el estruendoso sonido de un mueble, super que se tropezó con una silla, tal vez, Simon dijo que esta mujer me conoce, y desde hace varios años, admito que nunca antes había notado su presencia. Mi gesto la hizo sentir aún más incómoda, pero para una no muy grata sorpresa, la mujer ruidosa estaba decidida a romper el hielo y hacerse presente de alguna manera. Con voz temblorosa, dijo: "Soy Maia”. —Ganarás el salario mínimo, por un año o tal vez dos, no tengo más dinero que eso, y recuerda que no podrás marcharte antes de al menos cumplir el año trabajando para mi, o deberás devolver diez veces más del total, y en dólares. —Dije sin preámbulos, necesito ser claro con ella. —Lo sé señor, haré mi mayor esfuerzo, se lo prometo, aunque debo llamarlo por su nombre. —Suelto una carcajada repentina, aquella reacción de mi parte asustó a ambas personas cerca. —No te atrevas a llamarme por mi nombre, sé que fuiste ayudante de la cocina con la anterior cocinera, y que además también limpiabas la casa, sigo siendo “señor” para ti, además no te recuerdo, toda la información que conozco es porque el aquí presente Simon, me lo dijo. —Es verdad, me quedé sin empleo después de… —Ella no termina aquella frase. —Cuando me quedé sin nada, porque me dieron por muerto, puedes decirlo sin miedo, lo sé, todos lo saben. —La muchacha queda en silencio, ignoro cuál será su gesto, aunque puedo imaginarlo. —Muy bien, no es conveniente que estén discutiendo cuando apenas y se han conocido. —Simon, dio por terminado aquel encuentro algo subido de tono con su intervención. Cuando escuché las palabras de Maia y capté la sinceridad en su voz, regresé a la realidad. Soy consciente de que enfrentaría un futuro incierto, uno que debería afrontar con la ayuda de esta joven a quien no conocía ni deseaba conocer. Sin embargo, entiendo que la necesito y que, por el momento, no podía hacer mucho por sí mismo. Las circunstancias habían cambiado drásticamente, y debo aceptar la realidad de que mi independencia y éxito pasados ya no eran suficientes para enfrentar los desafíos que se avecinaban debido a todos mis problemas físicos y financieros actuales. —Muy bien. —Suspiro profundamente. — Terminemos con esto, después de todo, no es más que un trabajo para ti. ¿Maia?. —Inquiero con curiosidad. —Sí… —Musita la joven— Mi nombre es Maia. Maia No soy ajena a la dificultad de convivir con una persona de la fama y el renombre de Leonardo, recuerdo claramente su época de gloria, mientras trabajé en su casa, de quien ahora sería mi esposo. Él siempre parecía inalcanzable, un hombre que, incluso con un simple saludo, te hacía sentir afortunado. Las personas que habían trabajado conmigo en el pasado hablaban de Leonardo en susurros, pocas veces decían algo bueno de él, en cambio para mí, la idea de ser parte de su mundo parecía un sueño distante y ahora lo tenía justo en frente, como una posible pesadilla, todo alejado de mis ilusiones. Sin embargo, a diferencia de muchos otros, Simon y yo habíamos permanecido junto a Leonardo durante su larga y difícil recuperación, a pesar de las habladurías y las intrigas, no nos habíamos alejado. Cuando se enteré de la condición de Leonardo y que necesitaba cuidados, no dudé en ir al hospital para estar a su lado. Me desconcertaba la falta de presencia de las personas que, en teoría, eran cercanas a él. Incluso su ahora ex esposa parecía haberse distanciado, sencillamente no puedo comprender por qué las personas que habían sido parte de la vida de Leonardo no estaban allí para apoyarlo en su recuperación. «Sé que no es el momento adecuado para revelarlo, y si Leonardo no me ve, puedo mantenerlo oculto un poco más. La idea de que él descubra el secreto que guardo, me causa ansiedad, pero al menos, por el momento estaré tranquila.»