Un trato con la heredera

Hace 16 años Justo y solo en ese momento, los 4 niños se sienten a salvo, con su madre, los dos niños mayores, juegan con la pequeña, mientras la madre le da pecho al pequeño aun en brazos. Ese día no podría ser mejor para las pequeños, jugaron, su madre los llevo al lago a nadar, y lo mejor de todo, es que su padre no regresaba aun. Para la cena su madre les preparó pastelillos, el mayor de los niños, que era igual a su madre, le encantaba ayudarla en la cocina, ese echo logro hacer que su padre le diera una paliza, la primera vez que lo vio con el mandil puesto, a su madre, le fue peor ese día, pero como hoy no regresaría papá, tenían toda la libertad de cocinar juntos. Mientras disfrutaban todos de la cena, escucharon un carro llegar, al escuchar la forma violenta en la que frenaba, el chico mayor, y la madre se miraron con tanto miedo, el chico enseguida tomo a su hermanito de brazos de su madre, mientras que el menor, tomaba de la mano a la pequeña, subieron como pudieron, para refugiarse en el lugar que siempre lo hacían, un pequeño hueco que el mayor de los hermanos hizo para cuidarse de papá, el no quería que ninguno de sus hermanitos, sufriera lo que el ya había pasado. El problema con su pequeño refugio, era como es lógico, muy pequeño para los 4 niños, habían crecido demasiado en los últimos años, pero el chico, metió a sus hermanos y cerro la puerta por fuera, mientras él se escondía lejos, para que no lo descubriera papá, en el closet de su recamara. —…¿Cómo te atreves a enseñarle esas mariconadas a mi hijo? …—Grito el padre con su voz rasposa por los años de abuso en el alcohol. Se escucho un golpe, que hizo que el chico se estremeciera, sabía que era el primero de la noche Cuando la pareja llego a la habitación, el chico pudo ver por las rendijas, como su padre golpeaba una y otra vez a su madre, las lagrimas le brotaban, mientras mordía su mano de rabia, dejándose una marca, y sintiendo el sabor de su propia sangre. Escuchaba a su madre, suplicar que parara, pero el estaba cegado, como muchas otras noches. El repetía una y otra vez, cuanto la odiaba y odiaba estar atado a ella por sus hijos, a los que también odiaba. Repetía que gracias a ella y sus hijos, el no había heredado lo que por ley le correspondía. Cuando el chico vio que su padre se quitó el cinturón, supo que debía hacer algo, solo tenia 9 años, y su padre era un hombre fuerte y muy alto, pero salió de su escondite, para enfrentarlo. No supo como, pero recibió muchos golpes, hasta que en una ola de enojo, el pequeño reaccionó y empujo a su padre, provocando que un candelabro de gas, cayera y derramará el líquido, y la flama prendiera al instante, provocando que el fuego se extendiera, el padre, con los ojos llenos de miedo y sin preocuparse por su familia, salió del lugar, el chico, escucho el carro marcharse, mientras que su madre, estaba en histeria, el chico, como pudo, saco a su madre al jardín, y corrió tan rápido como su cuerpo maltratado pudo, cuando llego al hueco de seguridad de sus hermanos, ya estaba ardiendo en llamas, pero su hermano y su hermanita salieron, le dijo que su hermano que tomara a la pequeña en brazos y corrieran con mamá, el pequeño de forma valiente, entro para sacar al niño en brazos, que su pequeña cobija ya comenzaba a arder, como pudo tomarlo, a pesar del fuego y sin medir las consecuencias, salió mientras las llamas se extendían por su brazo, provocándole un ardor intenso, que llegaba hasta su espalda. La madre se abalanzo sobre el bebé tomándolo entre sus brazos, rompiendo en llanto, sabiendo que el pequeño había dejado de respirar, tal era su dolor, que no se percató que su hijo mayor, con esfuerzo y dolor, apenas si pudo apagar las llamas que su cuerpo tenía. Los bomberos y la policía, llegaron poco después, y por una breve fracción de segundo, el chico, supo que todo estaría bien, que los oficiales sabrían el monstruo que era su padre, y por fin todo tendría su fin, por fin acabaría el tormento que vivían en casa. Pero el chico, se equivocaba. Ese solo era el inicio de su infierno. Hace 10 años Una pequeña, su hermano y su padre, lloraban la muerte de la esposa y madre. El mundo del señor se vino abajo, después de esta perdida, pues su esposa, era su motor, su vida, su mundo. Y aunque los niños no eran muy unidos a su padre, con él se sentían seguros. Cayeron en cierta rutina después de que mamá se fue, y en esa rutina, casi no veían a su padre. Aunque lo buscaban y buscaban su atención, el nunca respondió. Una tarde, llegando de la escuela, a la mansión familiar, su hermano decidió ir a jugar videojuegos con un amigo, vecino de ellos, mientras la pequeña de solo 12 años, entró a la casa, en la que de inmediato sintió un silencio sepulcral, un escalofrió recorrió su cuerpo. Dejo su mochila, donde siempre la dejaba, y una parte de ella, sabía que había algo malo, que algo se aproximaba. Entro a la oficina de su padre sin llamar, justo en el momento en que este ponía un arma en su boca, cuando ella abrió los ojos, y grito su nombre, el padre le dedico una tierna mirada, con una lagrima, para justo en ese momento apretar el gatillo, haciendo que la pequeña brincara por el sonido, y la sangre se comenzara a regar. Ella lloraba, no gritaba ni sollozaba desconsolada, solo lloraba al ver el cuerpo inerte de su padre, mientras sentía como el corazón se le rompía en mil pedazos y solo un pensamiento llego a ella, un pensamiento que marcaría el resto de su vida “no fui suficiente para mi propio padre”.