Isla

Narradora Omnisciente.   No es que haya pasado tanto tiempo, pero sigue preguntándose, ¿Cuánto tiempo estuvo dormida? ¿Acaso el mundo puede cambiar de un abrir y cerrar de ojos? Aún puede sentir sus manos dolor de la furia y impotencia que sentía al no poder hacer nada contra los malditos que los apresaban. Era consciente de que cada una de las vidas perdidas estarían grabadas en su mente como la única responsable de ello. O era lo que se repetía desde que despertó.  Aunque ahora se encuentre dentro de un lugar parcialmente seguro, puede sentir y escuchar como si fuera ella, los gritos, el dolor, las suplicas y últimos alientos de las personas allá afuera. Todo lo que creía conocer a sido modificado de una manera horripilante y demasiado sangrienta. Sabía que algo así pasaría que un error cometido crearía un desastre a nivel mundial, ahora presencia lo que vivió en sus constantes y atormentadores sueños. Vio morir a muchos de sus seres queridos, a pequeños que no merecían tal castigo, seres inocentes.  No todos eran culpables, reconocía que incluso ella era culpable, entonces también merecía ser sometida, torturada y asesinada como los otros. Probablemente pero alguien le había permitido seguir adelante, ese alguien le brindo una oportunidad para redimirse de sus errores y acabar con la persona que estaba detrás del mal del que se impregnaba su mundo y su gente.  –Vamos Isla, deja de verte como una estúpida psicópata –se queja un castaño a su lado–. Actuando así asustarás a todos.  –Marc no la molestes, no eres tú el que tiene el cargo de consciencia de Isla –regaña una joven mujer señalando molesta al nombrado. –Estoy aquí que no se les olvide. Gracias Ailey –sonríe forzadamente–. Entonces, ¿No mantendremos encerrados toda la vida? –cuestiona la mujer en dirección a Connor. –Podríamos hacer eso o darles lo que quiere. ¿Te parece Isla? –propone Marc. –Por supuesto –menciona sarcásticamente Connor–. ¿Eres idiota o te haces? Ella es una de los nuestros –aclara él. –Exacto, debemos seguir lo que dice nuestro jefe –concuerda Ailey. –No dirás lo mismo cuando te estén atravesando con una maldita espada o cuando te estén violando –murmura Marc apretando los puños–. En lo personal no deseo que me asesinen por salvarle el pellejo a la señorita. –Connor –enuncia Isla–. No pondré a los tuyos en tú contra, pienso irme y... –la opinión de la joven es interrumpida. –Esta es mi tribu, seremos pequeños en comparación de otros. Pero no permitiré que nadie se vaya y mucho menos las insolencias en frente de mí –asegura frunciendo el ceño. –Sólo estas poniéndonos a todos en riesgo Connor –reprocha Marc–. Creo que si lo pusiéramos a votación todos dirían que sí. –Te equivocas Marc... Yo apoyaría a Isla –anuncia Ailey–. Ella es como todos nosotros. Está luchando por no morir mientras dura esto, así que cierra la jodida boca y acéptalo.   –Gracias Ailey –manifiesta Isla–. Aun así no quiero seguir molestando antes de esto tenía mi propia tribu. Quisiera saber si todavía queda algo de ella. –Lo ven, ella quiere irse –pronuncia Marc una vez más. –Marc. ¿Cuál es tu condenado problema con Isla? Ella ni siquiera se atrevido a insultarte –dice Connor con poca paciencia. –Eso exactamente es lo que me molesta como no tienes idea –explica levantándose de su lugar–. Seré sincero. Sabemos quién es y qué fue lo que hizo, es una maldita criminal, ella ayudo a comenzar esto, Vivimos con miedo a que esas criaturas y sus aliados encuentren a nuestra tribu, pero no piensan en que tenemos al enemigo aquí mismo –se acerca a la aludida.   –Idiota aléjate ahora mismo de Isla –ordena Connor preocupado–. Marc, no sabes lo que haces. Solo cállate y déjala tranquila. –No me digas que te preocupas, no eres que un imbécil Connor, Hay tantas mujeres y te fijas una que esta demente –se burla–. Terminarás como todos los de su tribu: Muerto. –Haz silencio maldita sea Callen –suplica la voz asustada de Isla–. No quiero lastimarte. –Isla, no te centres en Marc, escúchanos a Connor y a mí. Eres buena de acuerda –le recuerda Ailey–. Él es un idiota, no vale la pena.  –Es que no puedo, le haré daño –susurra atemorizada, mirando a Connor–. Por favor, ayúdame – ¡Basta! –exclama Connor bastante enfadado–. Esto es lo que provoca la desobediencia –se dirige a Isla –. Lo siento mucho, es por tu bien y de la tribu. Tengo que crear un lazo entre nosotros. Soy su líder no puedo arriesgar sus vidas. –Tampoco confías en mí –expone Isla. –Hoy por la noche se procederá con el ritual. Crearé un lazo con ella, así no dudarán más de Isla y dejarán las desconfianzas –informa levantando la voz para hacerse escuchar.