Besos prohibidos

Hoy había sido un día perfecto, el concierto había sido uno de los mejores sin duda, el público pedía una canción tras otra sin cansarse de gritar y saltar...ahora sólo necesitaba descansar un poco y volvería a tener las pilas recargadas. Entré en mi suite e intenté encontrar el interruptor; siempre me pasaba lo mismo, con lo sencillo que tendría que ser presionar el botón de la luz que había al lado de la puerta, para mí era misión imposible así que tras varios intentos me di por vencido, tendría que llegar hasta la cama a oscuras, con suerte no me golpearía contra ningún mueble... Iba palpando el aire para no chocarme con nada cuando alguien me sorprendió abrazándome suavemente por detrás, por el modo en que me había cogido sabía perfectamente quien era, Sergio, mi hermano. - Buen concierto, hoy has estado genial, Alex. Las chicas han enloquecido con la canción "Come with me", espero que no se lo tomen como una invitación.- La voz arrolladora de Sergio susurrándome en el oído siempre me ponía la piel de gallina. - A ti no te importaría que todas esas chicas te visitasen esta noche. - Un poco de diversión nunca viene mal.- Comenzó a bajar sus manos por mi cuerpo. Sabía a donde quería llegar, le aparté las manos y di un paso hacia delante. - ¡Mierda!- Y justo ahora tenía que tropezarme y caerme encima de la cama, genial, ya no tendría que buscarla. - Vamos, estaba de coña, ¿te has puesto nervioso? - Sé tan bien como tú que no estabas de coña y no, no me he puesto nervioso, he tropezado con la puñetera cama. - Entonces no te importará que yo también tropiece ¿verdad?- Me intenté levantar pero Sergio había sido más rápido que yo y ya se había abalanzado sobre mí.- Alex, no te resistas, al terminar nunca te quejas. - Para ti todo esto es sólo un puto juego, no soy tu muñequito s****l y mucho menos tú segundo plato. Lárgate de aquí.- Me giré como pude para estar cara a cara con Sergio y no sentirme tan indefenso bajo su cuerpo. - ¿Sabes? No creo que quieras que me vaya realmente.- Empezó a recorrer mi cuello con sus labios; me tensé por completo al sentir el roce de sus dientes contra mi piel. Intenté quitarle de un empujón pero únicamente conseguí alejarle por un instante. - Alex...relájate o te haré daño, después me lo agradecerás o ¿acaso te has quejado alguna vez?- Me agarró por las muñecas, manteniéndolas a cada lado de mi cabeza. Entre su peso y la inmovilización a la que me tenía sometido no podía moverme, estaba bajo su control. Sergio me manejaba a su antojo, me besaba, mordía y tocaba mientras la impotencia iba acumulándose en mi pecho. Me había quitado toda la ropa con la mano que tenía libre y con la misma soltura se había desprendido también de la suya. No podía pensar en otra cosa que no fuese la mano de Sergio descendiendo por mi cintura hasta llegar al m*****o y una vez ahí, subir y bajar rítmicamente por él. Si seguía así luego sería yo quien se sentiría culpable por haber disfrutado pero como si me leyese la mente o le divirtiese dejarme a medias, paró de golpe y me colocó boca abajo, ésta era siempre la peor parte, Sergio me embestía con fuerza disfrutando de mi dolor y yo no podía permitir que saliese ni un sonido de mi garganta porque eso sólo lo enardeceria aún más, lo único que podía hacer por el momento era morder con fuerza la almohada mientras mi dignidad se largaba como cada noche. Después de conseguir todo lo que quería de mí se durmió, no se molestó ni en ir a su suite y dejarme a solas con mi dolor. Ya me estaba cansando de toda esta historia, cuando Sergio se aburría siempre acudía a mí en busca de sexo. Yo no era más que una distracción sin valor para él. Al principio de toda esta demente aventura, me gustó la sensación, era extraño pero era como tener una doble vida secreta que sólo conocíamos nosotros dos. Inicialmente eran noches en las que los dos queríamos, pero al cabo de un mes Sergio se volvió más agresivo y posesivo, lo hacíamos siempre que a él le apetecía o se aburría porque su groupi no había aparecido, no sé qué es lo que cambió en él pero esto tenía que acabar, era el momento de decir adiós a esta nociva relación que poco a poco me iba consumiendo.