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Ginger

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Blurb

Ian McAlister no puede dejar de pensar en aquella pelirroja de ojos ámbar, en sus labios, en su aroma, en su cuerpo… ¡Pero no! No puede ser y lo sabe, ya que el objeto de sus deseos es una adolescente de solo dieciséis años ¿Cómo podrá resistirse a ella cuando tengan que pasar el verano juntos?

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Capítulo 1
Primera Parte Capítulo 1   Mi despertador comienza a sonar, extiendo la mano para apagarlo. Lentamente abro los ojos, soltando un largo bostezo. Estiro mis brazos, sentándome en el borde de mi cama y calzándome las pantuflas. Miro hacia las ventanas, finos filamentos de luz se cuelan entre las gruesas cortinas. No soy fanático de los climas soleados, me gustan los climas nublados y fríos, pero hoy en particular siento alegría al ver los rayos del sol. Me levanto de mi cama y camino hacia la ventana, corriendo a un lado las cortinas azules, mirando hacia el exterior. No puedo evitar sonreír, la luz se refleja en la piscina y el jacuzzi, hace que el césped y las copas de los árboles se vean más verdes. El día se ve alegre y eso me hace sentir alegre. Abro la ventana y asomo mi cabeza por ella, respirando el aire exterior, el día tiene un olor particular y me encanta. Me doy media vuelta, tomo mi bata y la ato alrededor de mi cintura, un buen desayuno es lo que necesito para comenzar mi buen día. Salgo de mi habitación y camino por el pasillo, silbando una canción que no puedo quitar de mi cabeza, es ese tipo de canciones que son tan pegajosas que basta que las oigas una vez para que no las puedas olvidar nunca más. Bajo las escaleras, saludo sonriente a Mary, la ama de llaves y a Bruce el jardinero, el sábado pasado tuvieron una cita y ahora se sienten tan incómodos el uno con el otro que aprovechan el extenso terreno de mi casa para evitarse. Llego a mi cocina, amo esta habitación, me gustan las encimeras y la madera oscura; aunque, en realidad, lo que realmente amo de esta habitación es que aquí se cocina, por más obvio que suene esa frase, amo cocinar. Abro el refrigerador, tomo el cartón de huevos y un poco de tocino. No hay mejor desayuno que el de huevos con tocino, pero hoy tengo antojo de algo más. Camino hacia la alacena y tomo la harina, unos hotcakes con huevos revueltos y tocino no harán daño. Sonrío con malicia para mis adentros, tomando el tarro de chispas de chocolate. Sigo silbando esa canción del mono bailarín, enciendo la estufa y coloco la sartén que mi hermana me regaló en navidad. Comienzo a picar el tocino, luego los lanzo a la sartén, seguido de los huevos. Amo los huevos revueltos, solo el de arriba sabe cuánto amo este desayuno. Enciendo la cafetera y comienzo mi mezcla de hotcake, no hay nada mejor que los hotcakes por la mañana, mi madre solía hacer unos exquisitos con arándanos, algún día tengo que llamarla para preguntarle su receta, siempre lo olvido. Apago la estufa, echo los huevos a en dos platos y comienzo a preparar los hotcakes; después de los huevos revueltos con tocino, lo siguiente más delicioso para un desayuno perfecto son los hotcakes con chispas de chocolate.   — Ummm, huele delicioso Escucho una dulce voz, sonrío, mi mujer favorita en este planeta acaba de aparecer.   — Buenos días mi Princesa   — Hola papi — me giro a ver a mi hija, ella ya está vestida para ir a la escuela — Uh… hotcakes   — Sí, mi receta especial de hotcakes — me giro hacia la sartén — Pon los cubiertos, creo que aún hay jugo de naranja, recuérdame anotarlo en la lista de compras para la semana   — Creo que deberíamos empezar a tomar jugo orgánico — mi hija abre los cajones y saca los cubiertos — No nos haría mal el exprimir un par de naranjas   — Quizá — coloco los hotcakes en un plato — Lo anotaré en la lista de compras — nos sentamos en la barra, mi hija al instante pincha un el primer hotcake — Oh, olvidé la miel   — Sabes, seré elegida el próximo año como capitana del equipo de animadoras   — ¿En serio?   — Sí — tomo la botella de miel y se la doy a mi hija — Y, en teoría, debería de comer más sano para cuidar mi peso… — se lleva una enorme cucharada de huevos revueltos a la boca — Pero, con tu comida es imposible hacer dieta   — Entonces tendremos que agregarles dos horas más a nuestras sesiones de entrenamiento en el Nintendo — bromeo — Quizá debamos comprar otro de esos videojuegos de deportes con los que siempre terminamos sudando   — Oh meternos a esas clases de Pilates de las que te hablo siempre   — Cheyenne… — miro a mi hija con una ceja alzada — ¿Pilates? ¿Yo?   — ¿Qué? — mi hija ríe — Te verías sexy en mayas, no tienes un abdomen de lavadero, pero tampoco tienes barriga   — Bueno, gracias por señalar que estoy delgado, pero no… prefiero seguir haciendo abdominales en la alfombra de mi habitación y jugar en la cancha de básquet   — Papá, nunca usas la cancha de básquet — mi hija toma otro hotcake, soltando una sonora carcajada — Bajas con la intención de hacer lanzamientos y terminas yendo al cine con un balde de maíz inflado   — Tenemos cine en la casa por una razón, para usarla   — Bueno…   — ¿Qué te parece si modifico uno de las salas del sótano y te instalo ahí un gimnasio?   — Nah… no lo usaría nunca — ambos reímos — Mejor sigamos haciendo torneos en el Nintendo y el bowling   — ¿Agendamos uno hoy? — pregunto con entusiasmo, si termino mi trabajo a tiempo podría jugar en el bowling con mi hija — Hace mucho que no hacemos un torneo de bowling — le recuerdo, terminando mi plato — Debemos de aprovechar el tiempo, ya se acercan las vacaciones de verano y ya sabes lo que eso significa…   — Sí… — mi hija esboza un puchero — Aish…   — Tu madre ya te compró los boletos   — Lo sé… — se ve fastidiada, pero prefiero no decir nada — Pero es que en serio me aburre pasar las vacaciones de verano con ella… — se cruza de brazos — ¿A dónde debo de ir esta vez?   — Tu madre dice que la verás en Grecia, estarán ahí un par de semanas y luego podrán ir a Niza o al lugar que se te antoje   — Mi casa… — Cheyenne se deja caer sobre la barra, no puedo evitar reír de lo berrinchuda que es mi hija — Preferiría mil veces pasar el verano contigo y Pippi, aquí en casa, metidas todo el día en la piscina y haciendo carne a la parrilla…   — Lo sé mi Princesa, pero el verano es el único momento que tienes para ver a tu madre y… — me encojo de hombros — Ya sabes que ella quiere verte tanto como yo tenerte en casa   — Lo sé — intenta sonreír — Además, tienes razón, extraño a mi mamá… — suelta un suspiro — Solo quisiera que por una vez en la vida pudiera pasar el verano en el país…   — Ya sabes cómo es tu madre Mi hija rueda los ojos.   — Lo sé… aventurera y de espíritu libre — vuelve a poner los ojos en blanco — No sé cómo tú, el hombre que ama estar en pantuflas todo el día y tiene una relación simbiótica con el sofá de su oficina, pudo haberse casado con una mujer así   — Y por eso estamos divorciados Nos volvemos a reír.   — Sí, era lo más sano — mi hija termina su desayuno y toma los platos — Digo… ustedes jamás discutían a todo pulmón como los padres de Pippi, y siempre se han llevado bien   — Nos seguimos llevando bien   — Lo sé, eso me encanta — sonríe, lavando los platos — Nada ha cambiado con ustedes divorciados, y ya llevan qué… ¿Cinco años divorciados?   — Seis Le corrijo.   — Pero supongo que era mejor así, al fin de cuentas, su relación no ha cambiado en nada, solo que… ya jamás se van a volver a besar o cuestiones maritales similares…   — Ajá… Cheyenne se ríe, sabe que me ha avergonzado con eso último. No puedo negarlo, realmente nada ha cambiado desde que Chantal y yo nos divorciamos, solo, tal como acaba de decir mi hija, ya no nos besamos ni tenemos intimidad. Fuera de ello, nada ha cambiado, yo solo veía a mi esposa en verano y navidad, el resto del tiempo ella andaba de viaje fotografiando modelos e inspirándose para crear sus nuevas colecciones de su marca “Savigny”. Quizá por ello a Cheyenne no le afectó tanto que su madre y yo nos divorciáramos, porque ella estaba tan acostumbrada como yo a nunca verla salvo en Navidad y vacaciones. Y no puedo negar que Chantal ama con locura a Cheyenne tanto como yo, es por eso que siempre hace que ella la acompañe en el verano. No obstante, mi hija es mi digna heredera, ella es casera, como yo, una persona que prefiere estar en casa todo el día, excepto los domingos que Josh, el esposo de mi hermana, y los otros socios del grupo McAlister nos reunimos en el Country Club.   — Me alegra que ustedes no hayan sido como los padres de Pippi… — baja la mirada — Ya ves… le ha tomado su tiempo el reponerse de todo ello   — Trato de imaginarlo   — Yo igual — asiente con la cabeza — Por cierto, hablando de Pippi — deja los platos en el escurridor — Ella vendrá después de clases, tenemos que terminar nuestro proyecto de historia   — Oh… okey, prepararé algo para las dos, quizá le pida a Mary que me ayude a hacer algunos aperitivos   — Eso sería genial, de preferencia esas salchichitas que tanto nos gustan   — Las comen desde que eran unas niñas — me río — Bien, prepararé esas   — Yeh… — mi hija me abraza — Eres el mejor padre del mundo   — Y tú la hija perfecta Nos volvemos a abrazar.   — Bien, vendré con Pippi después de clases, no lo olvides — mi hija toma su mochila — Mejor me doy prisa, el autobús se va a detener en la parada en veinte minutos   — Okey mi Princesa, cuídate   — Tú igual, y no olvides la fruta de la lista y que tienes una reunión por Zoom con un tipo escandinavo para abrir un hotel allá   — Cierto, lo había olvidado   — ¿Qué harías sin mí?   — Nada, definitivamente   — Y tenemos que darle los últimos detalles a tu fiesta de cumpleaños para cuando regrese de visitar a mamá   — Cheyenne…   — ¡¿Qué?! — se ríe — ¡Cumplirás treinta y uno!   — ¿No te bastó con organizar tus dieciséis? — niega con la cabeza — Bien… otra vez sucumbiré ante ti   — Somos un equipo papá — sonríe — No lo olvides   — Lo sé… — miro el reloj — Se te va a hacer tarde   — Deberías comprarme un auto, se me haría más fácil ir a la escuela en mi propio auto…   — Sí claro… mi Range Rover aún está resentido contigo por estrellarlo contra un árbol apenas saliendo de la casa, sigue soñando con que te compraré un auto   — Malo… — hace un puchero — En fin… ¡Adiós! ¡No olvides las botanas para Pippi!   — Sí, Pippi, ya me quedó claro Río, mi hija agita su mano y se va corriendo. Suelto un suspiro al escuchar la puerta cerrarse, la casa ha quedado sola de nuevo. Me vuelvo a sentar en la barra, aún tengo tiempo antes de mi reunión por Zoom con el escandinavo ese, puedo tomarme un momento para sumirme en mis pensamientos. Necesito comprar fruta para Cheyenne, es porrista y mantiene la línea con ejercicio, pero ama los carbohidratos, y es que, nuevamente, es digna heredera de su padre. También tengo que recordar anotar comprar más grapas y sujetapapeles, es el dos mil veintiuno y aún seguimos usando grapas.   — Señor McAlister, ya le limpié su oficina   — Ah… — levanto la mirada — Gracias Mary, iré en unos minutos — me estiro — ¿No está hermoso el día?   — Sí, supongo Mary comienza a pasar un trapo por la barra, limpiando los restos del desayuno que mi hija y yo disfrutamos hace unos minutos.   — Está como para darle unos largos a la piscina — miro por la ventana — ¿No lo cree?   — No sé nadar señor — la mujer a mi lado ríe — Y usted nunca usa la piscina de afuera   — Cierto… — suelto un suspiro — Supongo que en la tarde iré a darle unas vueltas al a piscina de adentro — suelto un bufido — Ay… no, no podré, tengo que hacer botanas para mi hija y su amiga   — ¿Pippi viene? Pregunta Mary, sacudiendo el trapo y dejado caer todos los restos en el piso.   — No es novedad, viene muy seguido, es la mejor amiga de mi hija desde que tenía cinco… Mackenzie Cunningham, más conocida como Pippi debido a su cabello rojo que siempre lleva en dos trenzas. Aún recuerdo cuando mi hija volvió del pre-escolar y me contó sobre una niña que se parecía al personaje de los comics que su mamá le había traído de uno de sus viajes, Pippi Longstocking. Desde ese entonces mi hija y ella han sido muy unidas, son como hermanas, Pippi es como otra hija más, una ruidosa hija pelirroja. Sus padres se separaron de forma violenta hace dos años. Pippi solía pasar semanas enteras aquí, se rehusaba a volver a su casa porque no quería ser testigo de las peleas entre sus padres. Yo no me hacía problema alguno, Cheyenne sabe que cuando se trata de Pippi hago una excepción en todo. Es una buena chica, no puedo decirle que no, sobre todo porque mi hija me dejaría de hablar si me atreviese. Así que, realmente no es ninguna novedad el verla por aquí, más bien lo raro sería no verla seguido. En fin, me alegra que venga así la casa no se siente tan silenciosa. Me gusta la paz y tranquilidad, pero esta casa tiene tres pisos, ocho habitaciones y once baños, es demasiado grande para mi hija y para mí, pero es mi hogar, aunque es tan silencioso que hace eco y de vez en cuando es bueno oír los gritos de Pippi.   — Entonces hará sus famosas salchichas   — Sí — contesto sonriente — ¿Tenemos masa de pizza?   — Como tres cajas en la alacena, su hija las organizó de la más antigua a la más nueva   — Oh… que bien, qué haría sin mi hija, es mi agenda humana — río — Bueno, iré a vestirme, tengo una reunión y mi hermana me matará si llego tarde   — Sí, yo aquí termino de limpiar y le dejo todo listo para que cocine   — Gracias Mary, tampoco sabría qué hacer sin ti Mi ama de llaves se encoge de hombros, suelto otra risita y salgo de la cocina. Corro escaleras arriba y entro a mi habitación. No necesito vestirme completamente, lo bueno de hacer reuniones por Zoom es que puedo estar con saco y corbata de la cintura para arriba y de la cintura para abajo puedo usar mis pantalones de chándal. Suelto una carcajada, anudándome la corbata, mi hija tiene razón al decir que soy el hombre que ama estar en pantuflas en la casa, es que me gusta estar cómodo. Me peino, me echo algo de loción y camino hacia mi oficina. Lo bueno de mi trabajo es que puedo hacerlo desde la comodidad de mi casa. Comparto la presidencia del Grupo McAlister con mi hermana Kelly. El conglomerado lo inició mi bisabuelo, pasó de tener un hotel a comprar varios hoteles a lo largo y ancho del país, y a construir los suyos propios de la mano de sus hijos. Mi abuelo fue el que se hizo cargo de todo cuando su padre murió, siendo ayudado por sus hermanos que poco a poco se expandieron a sus propios rumbos, creándose el Grupo McAlister, con los restaurantes McAlister y los bancos McAlister. Mi abuelo le cedió el mando del conglomerado a mi padre, es decir que mi padre no solo se hacía cargo de administrar los hoteles McAlister, sino también de estar a la cabeza de las empresas dentro del Grupo, así como de verificar las nuevas adquisiciones. Ahora el Grupo McAlister tiene en su poder bancos, hoteles, restaurantes, joyerías, concesionarias, laboratorios, telecomunicaciones, entre otros. Finalmente, mi padre decidió jubilarse y cedernos el mando a Kelly y a mí, yo me encargo de los hoteles y ella de controlar al conglomerado. Es algo irónico que yo me haga cargo de los hoteles alrededor del mundo que están bajo nuestra marca, cuando yo detesto ir de viaje. Pero bueno, la vida es una serie de ironías. Al menos mi ex esposa le saca el jugo, porque parte de nuestro acuerdo de divorcio fue que ella conserve su derecho a estadía gratis en los Hoteles McAlister y los Resorts McAlister. No tuve ningún inconveniente en darle ese beneficio, al fin de cuentas… realmente no hacía ninguna diferencia a como ya veníamos viviendo.   — Es nuestra última oferta Sentencia mi hermana.   — Usted no puede competir contra nuestros números y lo sabe, a duras penas puede con los gastos de sus cabañas y ya ha tenido que cerrar algunas — agrego — Con la ayuda del McAlister Hotel and Resorts usted no solo conservará parte de su accionario, sino que podría ver prosperar el negocio que con tanto esfuerzo le tomó levantar y hoy está tambaleante   — Eh… bien… — el hombre delante de nosotros se frota la barba — Denme un par de días para contestarles, por favor   — Le repito, es nuestra última oferta — mi hermana cierra la carpeta en sus manos — Le ofrecemos conservar un buen porcentaje de acciones   — Sí… bueno… es que…   — Mire, la oferta estará disponible hasta… — finjo ver mi calendario — Hasta el miércoles, así que… si decide vendernos su hotel o no… tiene ese plazo   — Sí… bueno…   — Además, no olvide que McAlister Hotel and Resorts abrirá a unas cuantas calles y… su hotel no podrá competir contra nosotros   — Entonces, señor Maurice, nos vemos el miércoles a la misma hora Sonrío, el viejo hombre asiente, lo saco de la reunión.   — Él venderá Asegura mi hermana.   — Es lo que más le conviene   — Lo sé, por eso, sé que venderá   — Sí, necesitamos esa zona de esquís   — La necesitamos con urgencia para mandar todos los datos a marketing   — Diles que hasta el miércoles   — Él venderá — se repite mi hermana con seguridad — Nadie nunca le dice “No” al grupo McAlister   — No… — miro la hora — Bueno, hermanita, te dejo   — ¿Es en serio? — mi hermana comienza a reír — ¿Por qué siempre usas pijama en las reuniones?   — No es pijama, son mis pantalones de “Hombre Flojo que ama su sofá”   — Ay Ian… — mi hermana sigue riendo — Bueno, ve, yo tengo una reunión con el primo Henry para la compra de una marca que hace relojes   — ¿Relojes?   — Las Joyerías quieren vender “Relojes de Lujo”   — Suena bien   — Y mañana tengo una reunión con tu ex esposa sobre el marketing de su nueva colección   — Ah, mándale mis saludos   — Lo haré — sonríe — Salúdame a Cheyenne, hace mucho que no la veo   — Ven a visitarnos, Boston no está muy lejos   — Sería bueno, antes de que se vaya a quién sabe dónde con Chantal   — Grecia Le informo, mi hermana lo anota en su agenda.   — Bien, me despido, tengo una reunión de emergencia con el tío Jonás — mira su teléfono — Al parecer tendremos que vender la franquicia de comida china o meterle más dinero para que se reinventen   — De acuerdo… — reviso mis papeles — Yo agendaré una reunión con el gerente del Hotel en Ibiza, ha habido un bajón en los ingresos…   — ¿Por qué no me lo informaste?   — Porque yo soy el que se encarga de esto, a menos que no pueda con el asunto te harás cargo tú   — Está bien, mantenme al tanto   — Sí — me quito el saco — Será mejor que me apure, tengo que preparar el almuerzo y las salchichas envueltas en masa de pizza para mi hija y su amiga   — ¡Oh! ¡Pippi! — mi hermana sonríe — ¿Cómo está ella? ¿Le sirvió la semana en Las Vegas a su madre?   — Sí, supongo, al menos no regresó con deudas de casinos — me encojo de hombros — Y según mi hija, ya las cosas están más relajadas   — Que bien, pobre chica…   — Adiós Kelly   — Adiós hermanito… Salgo de la reunión y apago la laptop. No tengo más reuniones en el día y eso está bien, en la tarde veré los documentos que me llegaron de todas partes del mundo. Se acerca el verano y debo de asegurarme que todo esté en orden, la temporada fuerte es muy importante para nosotros. Además, si termino rápido de hacer todo mi papeleo, más tiempo puedo pasar con mi hija. Entro en mi habitación y camino hacia mi closet, abro uno de los cajones y saco una camiseta cualquiera. Me quito la camisa y la extiendo sobre uno de mis sofás. Estiro los brazos, siento como los huesos de mi espalda crujen un poco, estoy entrando a los mediados de los treinta y mi cuerpo cruje como el de un hombre de sesenta, quizá sí deba de hacer un poco de ejercicio. Me miro en el espejo, no soy gordo, no tengo piel caída ni nada por el estilo, pero, tal como dijo mi hija, no tengo un abdomen de lavadero. Me encojo de hombros y me coloco la camiseta. No estoy tan mal, pero podría mejorar un poco si dejase de ser tan sedentario… ¡Nah! A quién quiero engañar, además trabajo como mula, merezco mis buenos descansos. Bajo a la cocina y saco los ingredientes, prepararé el favorito de mi hija: Pollo a la parrilla con ensalada y una mazorca de maíz con mantequilla. La verdad, también es mi favorito, me remonta a mi infancia. Mi mamá es del sur, conoció a mi padre en unas vacaciones y mantuvieron el contacto hasta que se volvieron a encontrar, comenzaron una relación y eventualmente se casaron, mudándose a New Jersey de donde es la familia de mi padre. Así que crecí comiendo comida sureña. Ahora mis padres viven en Atlanta y siguen juntos hasta el día de hoy. Cheyenne ama la comida sureña tanto como yo, aunque claro, jamás superaré la sazón de mi madre.   — Esto ya está… Digo, mirando la hora y sacando las salchichas envueltas en masa para pizza. En cualquier momento mi hija y su amiga deben de aparecer. Dejo mi fuente con salchichas recién horneadas sobre la barra y echo los pollos a la parrilla, cubriéndolos con una tapa de metal para que adquieran ese sabor ahumado que tanto nos gusta. Miro mi teléfono, mi ex esposa me manda un mensaje recordándome que los boletos ya están comprados y que nuestra hija puede hacer un upgrade a primera clase. Puede que tenga dinero, mucho, a decir verdad, que mi familia tenga mucho dinero, pero jamás nos criaron como niños ricos típicos de la televisión de hoy en día. Yo iba a una escuela pública, la misma a la que mi hija va, y no tuve un auto hasta que cumplí dieciocho, comprado con mi sueldo de botones en el hotel que tenemos en Manhattan… bueno… en teoría lo compró mi padre, pero yo tuve que devolverle hasta el último centavo. Y jamás volé en primera clase hasta que me casé. Siempre volé en turista, así que mi hija volará en turista hasta que sea dueña de su propio imperio y se pueda costear esos viajes con su propio dinero.   — ¡Abran paso a la nueva presidenta del Club de Costura y Moda! Grita mi hija, sonrío.   — ¡Wooh! — esos son los gritos de Pippi — Hola señor McAlister   — Hola Pippi — me giro sonriente, la pelirroja adolescente deja su mochila llena de parches sobre la barra — ¿Señorita Presidenta?   — Sí, hoy Morgan Wong la nombró presidenta, el próximo curso Pippi mandará — contesta mi hija, sentándose al lado de su amiga, la chica sonríe jugueteando con una de sus trenzas — El próximo curso será genial para ambas   — ¡Lo sé! — celebra Pippi — Cheyenne será capitana de porristas y nos haremos millonarias vendiendo vestidos para la graduación   — ¿Tuvieron clientas este semestre? Pregunto, sirviendo un vaso con agua para la invitada.   — Obvio, cinco chicas querían que Pippi y yo les diseñemos sus vestidos   — Y cobramos caro — Pippi toma un sorbo de agua, luego pasa su lengua por sus labios y sonríe — Pero el próximo año planeo hacer más publicidad de nuestro negocio   — “Ginger and Blondie” será grande, papá — mi hija sonríe, amarrando su largo cabello en una coleta — Y Pippi ya tiene varios planes para hacer más vistoso al club   — Planeo hacer una pasarela para el primer día de clases   — Será genial   — Me alegro chicas Sonrío.   — Uh… salchichas envueltas, mis favoritas — Pippi toma un trozo del plato, sonriendo, cuando sonríe sus ojos claros brillan — Gracias señor McAlister   — Sí, Cheyenne insistió mucho en la mañana   — Bueno, llevemos esto a mi habitación — mi hija toma la bandeja con ambas manos — Debemos de terminar nuestro proyecto de historia   — ¿De qué será? Pregunto, tomando el vaso del que Pippi acababa de beber.   — La moda en el Antiguo Egipto Contesta la pelirroja.   — Claro, debí de imaginarlo Río, la pelirroja me imita.   — Tenemos que terminar de cocer los vestidos y hacer los accesorios Explica mi hija.   — “Ginger and Blondie” presenta su colección del Antiguo Egipto Pippi hace gestos con la mano, no puedo evitar reír, esta chica es muy alegre. Ella y mi hija comenzaron el año pasado un emprendimiento: “Ginger and Blondie”, mi hija obviamente es Blondie y Pippi es Ginger. Comenzaron con accesorios hechos a mano, les fue muy bien. Luego hicieron cinturones y gorras, les fue aún mejor. La madre de Cheyenne le sugirió hacer bolsos, así que mi hija y su amiga se pagaron un curso de confección de bolsos y eso hizo estallar a su escuela. Finalmente comenzaron a diseñar chamarras y chalecos, pantalones y finalmente vestidos. A estas dos niñas les apasiona la moda, eso es algo que mi hija heredó de su madre. Actualmente le proveen de accesorios varios a varias tiendas locales y su ropa la venden por internet. Realmente me siento orgulloso de mi hija, ella sola tomó las riendas de su vida y decidió que quería hacer algo para agenciarse su propio dinero. Cheyenne ha demostrado ser una digna McAlister, creo que incluso es más digna que yo, pues ella creó un emprendimiento, yo solo administro lo que mi bisabuelo ha hecho. Mi hija es mejor que yo y eso me alegra.   — Chicas… Toco la puerta de mi la habitación de mi hija y la abro. Me quedo quieto, en el centro de la habitación está Pippi. Está usando un largo vestido blanco ceñido a su cuerpo, marcando cada curva de su cuerpo y realzando sus atributos. La falda tiene un llamativo corte que deja ver su pierna izquierda desde más arriba del muslo, dejando al aire parte de su ropa interior. Y todo eso hace resaltar su brillante cabello rojo. Se ha deshecho de sus trenzas y ahora su cabello cae largo y ondeado sobre su espalda. La chica se gira a verme y sonríe, mi corazón bombea a toda velocidad, trago saliva… se ve… muy atractiva.   — ¿Qué te parece papá? Pregunta Cheyenne, en el suelo, dándole puntadas al dobladillo de la falda.   — Está bonito… De pronto me siento acalorado.   — Pippi se ve hermosa con este vestido ¿No lo crees?   — Sí… — miro de arriba abajo a la chica, mi corazón no deja de latir con fuerza — Te ves muy bonita Pippi   — Gracias señor McAlister…

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