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La hija de la Madre Luna

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Amelia es una bella e inteligente jovencita con sueños de destacar en el mundo del diseño de modas, cuyo desconocido origen no importó hasta que alguien prestó atención al dije que colgaba de su cuello, aquella pista que la haría visible ante los sobrenaturales. Stefan es el heredero de una multimillonaria familia que por milenios ha ocultado la verdad de su origen a la humanidad. Él lleva años preparándose para ser digno de su prometida, alguien que está demorando más de lo debido en llegar. Una profecía que predice la venida de la hija de la Madre Luna para unirse al Puro que Aúlla e iniciar la lucha por la paz y unión entre los pueblos sobrenaturales. Rechazar, desear, dañar, morir, renacer, por todo lo que hay que pasar para despertar el poder y consciencia que dominará todo y a todos.

La hija de la Madre Luna, primer libro de la saga La Profecía, narra el inicio de la historia de amor entre Amelia y Stefan, y del camino que deberán seguir para la realización de la promesa divina de paz entre las especies sobrenaturales y su unificación en un solo gran pueblo.

Obra registrada en SAFE CREATIVE

Bajo el código 2312166408933

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Prefacio
Lima, Perú, hace diecisiete años.  El ocaso hacía que todo luciera naranja alrededor de Laura Solís y Malinas. La joven Suboficial Técnico de Segunda de la Policía Nacional y su agente canino recorrían la zona más peligrosa de la ciudad: los vertederos clandestinos. Habían dejado la tranquila y limpia zona de desembarque de carga internacional del aeropuerto por la solicitud de ayuda que la municipalidad de esa zona hizo llegar a la policía para rastrear estupefacientes, mercancía ilegal que pobladores marginados guardaban entre la basura para evitar el agudo olfato canino. Cuando pensó que por la llegada de la noche iban a dar la orden de retirada, se dio con la sorpresa de que habían llevado reflectores para continuar con la labor. Solís estaba asqueada de caminar entre tanta inmundicia, y por más que estuviera protegida por mascarilla, guantes y mameluco le preocupaba Malinas, una hembra de r**a pastor belga malinois, que andaba sin ningún resguardo higiénico por el lugar. En eso ocurrió algo extraño. La luna, que hasta hace poco estaba cubierta de espesas nubes, apareció en el cielo con una luminosidad que competía con los reflectores. Era tan intensa que parecía que emitía luz propia, cosa que no era posible, ya que no es una estrella. Sin embargo, daba la sensación de querer iluminar toda el área del relleno sanitario ilegal. Malinas estaba nerviosa y empezó a tirar de Solís para soltarse del amarre de la Suboficial. Cuando lo logró, salió a velocidad hacia la parte posterior de un montículo de basura que se encontraba a unos cien metros. Solís corrió detrás del can sin entender qué hacía que el comportamiento del animal fuera tan nervioso, desesperado, hasta que vio la manta. Malinas trataba de sacar a la superficie algo que estaba cubierto por una manta y se encontraba debajo de unas bolsas con basura. Ladró como si quisiera que Solís hiciera algo en específico, y cuando ella se acercó a ver qué había encontrado el agente canino, se llevó una gran sorpresa: era un bebé. Llamó por radio a sus compañeros, alertando el descubrimiento de un recién nacido entre la basura. Tomó en sus brazos a la criatura que, además de sus ropas, llevaba un collar cuya cadena sostenía a su cuello un dije con una hermosa piedra que a la luz de la luna brillaba en tonos azulados. Malinas alzaba sus patas delanteras como si quisiera ver al bebé para asegurarse que estaba vivo. La insistencia del animal hizo que Solís saliera de su asombro y corriera con el pequeño ser en brazos por ayuda. Por la radio le indicaron que estaba llegando una ambulancia para llevarse al recién nacido hacia el Hospital de la Policía Nacional. Cuando Solís llegó a la explanada donde habían parqueado los vehículos, la ambulancia hacía su arribo. En medio de gritos pidió ingresar al vehículo, arrancar y que el paramédico revise al menor camino al hospital. Pusieron al bebé en la camilla y comenzaron a revisar sus signos vitales y a darle oxígeno. Tras deshacerse del mameluco y demás accesorios de protección que llevaba consigo por el trabajo en el vertedero, Solís pasó a una zona de desinfección y pudo entrar al hospital. En la zona de emergencia pediátrica, el neonatólogo revisó al bebé. Resultó ser una niña que, por las condiciones de su cordón umbilical, medidas de su cabeza y tamaño corporal, era prematura, de unas treinta y cinco semanas, y tenía apenas horas de haber sido alumbrada. (...) Su nombre se lo dio Solís. El neonatólogo indicó que había nacido en horas de la mañana de ese día, por lo que su fecha de nacimiento era el 10 de julio. Cuando la enfermera consultó por su nombre, Solís revisó el calendario católico colgado en una de las paredes de la estación de enfermería, ya que no se le ocurría más que elegir el nombre de la santa cuyo onomástico caía ese día. Como católica, Solís pensaba que dicha santa debió interceder por la recién nacida ante El Padre para sobrevivir a tremendo abandono. – Amelia. Que su nombre sea Amelia. Su apellido se lo dio el Estado. Como fue encontrada en completo abandono, fue el Gobierno del Perú quien se hizo responsable de su cuidado. Así que en el registro civil barajaron una serie de apellidos que aparecían en su sistema, dejando a la suerte, o al algoritmo que determinaba la selección aleatoria, la elección de su apellido. Así fue como terminó llamándose Amelia Meyer. (Narra Amelia) Después de dos semanas en el hospital, los médicos me dieron de alta y fui trasladada al Hogar de María, orfanato estatal promovido por las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada. La trabajadora social del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables me llevaba en brazos, mientras que Solís cargaba un bolso de maternidad con ropa que el personal de salud del nosocomio había donado. La Hermana Gloria era la encargada de la casa de acogida de menores en desamparo y la encargada de recibirme. Cuando llegué, era la única bebé entre cincuenta y ocho menores de edad albergados bajo el cuidado de las religiosas. La implementación permanente de asistencia psicológica en los orfanatos hizo que la licenciada Mónica Espinoza siga mi caso desde un inicio y me ayude a superar muchas situaciones dolorosas, como las que padecí al ser insultada por mis compañeros de colegio al enterarse que estaba en el Hogar por haber sido abandonada en un vertedero clandestino. Solís y las Hermanas Flor y Aurora habían creado una historia sobre mi procedencia, ya que las tres pensaban que no debía enterarme de la verdad hasta que tuviera la edad adecuada para entenderla. Sin embargo, a los cinco años, cuando llegué al colegio estatal en el que iba a estudiar, una niña se molestó conmigo por ganarle en un juego durante el recreo y gritó que nadie debía jugar conmigo porque al haber sido recogida de la basura ensucio todo lo que toco. La madre de esa niña era la secretaria del colegio, y la había escuchado comentar mi caso con unas profesoras durante uno de los recesos. Ese día llegué llorando al Hogar. Temblaba y repetía la historia que Solís y las hermanitas crearon, una en donde mi mamá me quería, solo que murió y por eso me quedé sola, y mi papá se había ido lejos sin saber que yo nacería, por lo que lo estaban buscando para contarle de mí, para que regrese pronto. La licenciada Mónica tuvo que ayudarme a dejar las creencias que había fijado y sobre las cuales armé mi pequeño mundo. A veces una mentira piadosa daña más que una cruda verdad. Las Hermanas Flor y Aurora me pidieron perdón por mentirme, pero Solís no llegó ese fin de semana. Cuando lo hizo, una semana después, noté sus ojos rojos y las ojeras que me indicaban que había llorado los últimos días. Me pidió perdón por la mentira y ya más calmadas me contó la historia de “mi nacimiento”. - Esa noche -narraba Solís- pedí quedarme contigo. Recuerdo que le dije al jefe de emergencias que yo cubriría todos tus gastos. Ese hombre miró mi rango, reflejado en los galones sobre mis hombros y me dijo que todo lo cubriría el hospital. Hasta ahora creo que tuvo ese gesto al ver que era una suboficial joven, de bajo rango y, por tanto, con bajo sueldo. El jefe de emergencias ordenó que me dejaran usar el baño de la Guardia de Enfermería para tomar una ducha, y que me dieran un uniforme de cirugía para que pueda estar en la sala de espera de Cuidados Intensivos de Pediatría. »Durante la madrugada todo estuvo tranquilo contigo. Tus signos vitales mejoraban y ya empezabas a abrir los ojos y a moverte un poco. Paul llegó como a las 7:30 am. Le dije las novedades y me invitó a desayunar al cafetín del hospital. Cuando nos íbamos, una técnica de enfermería se nos acercó trayendo la ropa y manta que llevabas, ya lavadas y planchadas, por si quería tenerlas como recuerdo de ese día. Luego me dio una cajita de medicamentos en donde había guardado el collar. »Ya en la cafetería saqué el collar, y cuando Paul vio el dije comentó que estaba hecho de piedra de luna. Entonces llegó a mí la idea de que la luna quería que Malinas te encontrara porque tenías algo que provenía de ella, pero luego la esfumé, ya que me sonó muy mágica, sobrenatural. Paul comentó que su abuela le contaba una historia sobre una niña que llegó de la luna portando una piedra mágica, la cual entregó a una mujer para que encuentre el amor verdadero, uno muy especial, fuera de los cánones del mundo de los humanos. Recuerdo que reí y pensé que en un futuro sería muy bueno para ti encontrar un gran amor que te dé la familia que no tuviste. Paul me preguntó si me iba a quedar con la piedra, a lo que respondí que era tuya, y que, si era verdad la leyenda, la ibas a necesitar para encontrar a esa persona especial con la que tendrás una familia. »Los días pasaron y te dieron de alta. No dejé de ir ni un día a visitarte. Alguno de ellos me acompañó Paul. En ese entonces era el Teniente Torres, pero poco a poco fue Paul, mi esposo. Creo que tú y la piedra de luna hicieron que encontrara el amor verdadero, a Paul –Solís sacó de uno de los bolsillos de su pantalón el collar con el dije de piedra de luna que llevaba cuando me encontraron y lo colgó en mi cuello-. Siempre lleva contigo esta piedra, que nunca esté lejos de tu cuello porque algún día te ayudará a encontrar a tu compañero eterno». Después de ese primer altercado en el colegio, en mis sueños veía recurrentemente a una mujer que irradiaba luz. Ella parecía conocerme bien. Cada vez que sucedía algo que me ponía triste me consolaba utilizando frases alentadoras. Algunas veces también me advirtió de peligros, como el de aquel agresor s****l que trabajaba haciendo limpieza en el colegio y pude denunciar antes de que haga daño a una niña. A nadie le confesé sobre los sueños, ni siquiera a Solís, porque pensé que me podrían tomar por loca, así que ese fue mi primer secreto. (…) Durante mi niñez me gustaba dibujar y seguir a la sala de costura y manualidades a la Hermana Flor, por lo que aprendí a coser, tejer y bordar. A los doce años descubrí el mundo de la confección de prendas de vestir al encontrar un artículo sobre la exportación de textiles de mi país hacia Europa, y me imaginé trabajando en un gran taller. A los quince años llegó a mis manos una revista “Vogue: Edición Semana de la Moda”, que incluía las fotos de las pasarelas y de los bocetos de los diseños presentados en los desfiles que se dieron en Paris, Milán y New York. Solís me la regaló por mi cumpleaños. – Creo que esta revista te dará un panorama más amplio sobre las posibilidades que tienes para desarrollarte en el mundo de la moda porque no solo puedes trabajar en un taller, también puedes diseñar las prendas, crear sus patrones para que luego sean industrializados –me decía Solís mientras ojeábamos la revista. Al terminar la secundaria tenía un promedio que me permitía aplicar a una beca completa ofrecida por el Estado en cooperación con algunas instituciones educativas privadas. Ya tenía diecisiete años cuando postulé para la beca y faltaba muy poco para dejar el Hogar. Además, de superar el promedio mínimo solicitado con mis notas de la secundaria, necesitaba redactar un texto donde debía explicar por qué merecía la beca, además de pasar una entrevista con el equipo de selección de becarios. Lo del texto lo solucioné redactando sobre mi orfandad y el impulso que me daba para salir adelante. Para la entrevista decidí diseñar y confeccionar mi traje, así como preparar un portafolio. El día de la entrevista lucía un traje dos piezas azulino, de pantalón palazo y chaqueta corta de manga larga con cuello mandarín. Llevaba una blusa blanca, sin mangas, de cuello redondo, y botines color nude. Solís y Torres me regalaron los materiales para confeccionar las prendas y los zapatos. Decían que el regalo era por el ajuar que no me dieron cuando me encontraron. Preparé el portafolio con los bocetos a color que había dibujado desde los quince años y fotografías de las prendas que confeccioné desde los diez. La licenciada Mónica me llevó a la sede del Plan Becario, ya que Solís no pudo ir porque debía estar en el colegio de sus hijos por el inicio de clases escolares. En las instalaciones del Plan Becario habían dividido los ambientes para las entrevistas por especialidades. Yo buscaba una beca para estudios técnicos superiores en el área de diseño de modas. En la sala donde sería mi entrevista también participaban aquellos que querían especializarse en diseño y confección de joyas. Durante la entrevista me senté enfrente de una mesa con cuatro jurados. Noté que dos de ellos, ambas mujeres, se sorprendieron cuando ingresé a la sala. Lo que llamó mi atención de ellas fueron sus ojos dorados, tenían un brillo extraño, como sobrenatural, y creo que yo era la única que lo notaba porque los otros jurados no parecían sorprendidos de ver ojos así. Por sus ropas y maquillaje supe que no eran funcionarias del Estado, resultaron ser representantes de los institutos de diseño de moda y de joyería en donde los becarios de mi especialidad estudiaban. Sentía que me escudriñaban, como si quisieran saber algo más sobre mí. El presidente del jurado inició la entrevista y le comenté que quería mostrarles un portafolio con algunos trabajos. Cuando me acerqué a la mesa para dejar la carpeta, una de las mujeres de ojos dorados me pidió que se la entregue. Noté que miraba mi cuello, la piedra de luna. Cuando me miró a los ojos, entendió que estaba curiosa por saber qué pasaba conmigo. - Bonito colgante, piedra de luna, no es una piedra común en estas últimas décadas. - Es una reliquia familiar -indiqué. - Mínimo debe tener un par de cientos de años. Lo sé por el estilo del soporte en donde está incrustada, muy de la Europa de siglo XIX –comentó la otra mujer. Durante la entrevista las dos mujeres hablaban entre murmullos y me miraban muy curiosas. Luego la mujer que me pidió la carpeta interrumpió la entrevista. – No perdamos más tiempo. El trabajo es bueno, considerando tu instrucción básica en las artes del diseño y la confección. Te damos la beca. Mañana ve al Instituto de Diseño de Modas Höller para coordinar tu inscripción y matrícula. Confiamos mucho que logres crecer en esta industria que genera cientos de miles de puestos de trabajo en nuestra comunidad. En ese momento solo pude decir gracias, sonreír y retirarme, olvidando el portafolio. La noticia fue gratamente acogida por todos en el Hogar y tuve una pequeña celebración por ese logro. Al día siguiente Solís me acompañó al instituto, y cuando estaba en la oficina de admisión, la mujer que me pidió el portafolio durante la entrevista entró. - Amelia, llegaste. ¡Qué gusto verte! -dijo demostrando algo más que alegría, como si mi presencia fuera un honor para ella-. Disculpa que no te devolviera el portafolio, quiero que uno de nuestros diseñadores que está regresando de la Semana de la Moda de New York lo vea. Quizás podamos usar algunos de tus diseños para una de nuestras líneas y así empieces a formar parte de nuestros proyectos -dicho esto, se retiró. - Vaya, qué oportunidad, Amelia, que Marianne Höller alabe tu trabajo es magnífico -comentó Solís. - ¿Quién es ella? -pregunté. Solís respondió con cara de asombro y algo decepcionada por mi ignorancia. - Es la hija de Marie Höller, quien es conocida como “la emperatriz de la moda”, y la directora del instituto. Ella junto a su madre y familia han revolucionado y elevado la industria textil y de confecciones de nuestro país, posicionándonos en el Top 5 de los países con mayor influencia en temas de moda. Las marcas que desarrollan dan trabajo a miles en la ciudad, a agricultores de algodón de la costa norte del país, así como a los criadores recolectores de lana de oveja, alpaca y vicuña de la sierra central y sur. Sé todo eso porque a Paul lo acaban de trasladar a la Comisaría de San Isidro como jefe, y ahora está encargado del plan de control policial de los eventos por lanzamiento de sus líneas de ropa y textiles.

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