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Hasta que te decidas por mí

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Blurb

Cuando por fin estaba a punto de olvidar a un amor no correspondido, apareció ella, la ex mujer de su enemigo.

Alonzo estaba cansado de cometer un error tras otro, primero se había enamorado de la esposa de su mejor amigo y ahora parecía presentar algún tipo de atracción por la ex mujer de uno de sus mayores enemigos. Dejar ir el amor la primera vez fue una buena decisión, la segunda era un error.

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Capítulo 01: En su lugar
Alonzo Enamorarse de la mujer de tu mejor amigo era una mierda. Reafirmé aquella teoría cuando la preciosa Emiliana ingresó a la fiesta con el pastel de cumpleaños en las manos y una crecida barriga de casi cinco meses de embarazo. El pequeño Ángel saltó de alegría a los brazos de Francesco, su abuelo, mientras que Mónica, su abuela, los seguía por todo el recinto portando una cámara en mano que registraba todo el pequeño evento familiar. Su juventud hacía complicado verla como la madre de un niño que cumplía cuatro años, aunque debía admitir que asumía ese rol con dedicación y todavía me sorprendía cómo era capaz de estar en el segundo año de una carrera de leyes sin dejar de lado su vida familiar. Sin duda era una mujer que se ganaba a diario mi admiración, estima, anhelo y por sobre todo mi amor en secreto. El pequeño Fioretti exigió pasar a los brazos de su padre cuando Angelo apareció en el mismo lugar que todos nosotros, mi mejor amigo atrapó a su hijo y le regaló un beso lleno de amor sobre la frente, acercándose al pastel que cargaba su esposa. Solo un idiota podía ser capaz de negar que lucían como una perfecta familia, estaba seguro de que Angelo quería a Emiliana como ella se merecía pese al terrible comienzo que habían tenido, era testigo de lo feliz que siempre lucian y lo emocionados que estaban con la pronta llegada de la tan esperada Diana, su primera hija. Mientras todos cantaban feliz cumpleaños no pude evitar sentirme cruel por pensar una vez más que yo también podía ocupar perfectamente el lugar del hombre al que llamaba hermano. Yo podía cuidar bien o quizá mejor a Emiliana, ser tan celoso como él y protector como nunca lo fui con cualquier otra persona. Me sentía como basura cada vez que lo pensaba de esa forma, porque adoraba a Angelo como si fuese de mi propia sangre y jamás me interpondría entre aquello que lo hiciera feliz a él o a la chica que quería. –¡Una pelota! Chilló Ángel, con aquella vocecilla dulce que todavía no le permitía pronunciar las palabras con total claridad y los ojos entusiasmados por el detalle brindado por el gran Fernando, su padrino. –Así es campeón, te enseñaré a ser el mejor delantero que haya podido tener este país. Le respondió antes de que continuáramos viendo cómo el infante abría sus regalos uno a uno y se los mostraba a la familia con emoción. Al poco tiempo todos empezaron a disiparse un poco y noté desde mi punto como Angelo salía al jardín a respirar un poco de aire, o mejor dicho a fumarse el cigarrillo que su esposa no le permitía encender dentro de la casa y a vista de su hijo. No dude en abrirme camino hasta él, cuando llegué a la tranquilidad del enorme patio trasero que más parecía un parque lo hallé sentado en la mecedora exterior, recostado en el espaldar con pereza. –¿Cuántos hijos planean tener ustedes dos eh? A este paso vamos a estar llenos de niños con tu cara. Me senté a su lado mientras disimulé la burla con seriedad y él solo sonrió en lo que daba una calada y botaba el humo al aire. –Todos los que se pueda y claro, los que Emiliana me permita. –Ustedes dos sí que desean hacer crecer a la familia, Ángel es tan parecido a ti que asusta. –mi amigo lanzó una risilla de lado– Se me hace difícil creer que ya todos estamos creciendo, a veces pareciera que fue ayer cuando íbamos a la secundaria y nos saltábamos las clases más aburridas. Mírate ahora, con una esposa, –"Realmente preciosa"– un hermoso niño de cuatro años y otro bebé en camino. Sumado a eso tengo que asimilar también el gran paso de Fernando. –¿Fernando? ¿Qué pasa con él? –Anoche me llamó nervioso, preguntándome si podía acompañarlo a comprar un anillo digno de Sofía. Había quedado en ir con Emiliana, la especialista en estas cosas, pero se sentía un poco mal a causa del embarazo, además tenía encima lo de la fiesta de hoy y entonces solo quedaba yo además otras dos peores opciones. –¿Cuáles otras dos? –Una piedra o tú. –reí al recordarlo, Angelo disimuló la carcajada con una fingida ofensa– –¡Ah Fernando Villa! Voy a matarlo. –No hace falta, ambos sabemos que tienes un lado romanticón con tu esposa, todavía no superamos el hecho de que mandaras a cerrar al público por un par de horas el Coliseo Romano, tan solo para decirle que la amas. –cosa que había desgarrado mi corazón en su momento– Hermano, es probable que el día de mañana Fenando le pida matrimonio a Sofía y se comprometan, luego estás tú con tu familia, todos nos estamos volviendo viejos. Le tomó un momento responder a todos mis desvaríos. –La pregunta es ¿Cuándo sentarás cabeza tu? Su cuestión me dejó sin palabras por un largo momento. Mi amigo sabía de mis sentimientos hacia su esposa, en algún momento habíamos tenido problemas por ello hasta el punto de molernos a golpes por ella, sin embargo, Emiliana decidió por uno y claramente no era yo. Todavía estaba agradecido de que me mantuvieran junto a ellos y me brindaran la confianza suficiente como para aceptarme de nuevo aun cuando ya había confesado lo que sentía. Nuestra amistad no era la misma, aún podía ver la preocupación en su cara cuando por alguna razón ocasional me encontraba a solas con ella o hablábamos por más tiempo del normal, aunque yo no le había dado muestras de querer quitársela o insinuarle algo más que no fuera amistad. Ambos teníamos en cuenta lo delicado del tema, sin embargo, éramos lo suficientemente maduros y cercanos como para tocarlo de vez en cuando. –Cuando encuentre a la mujer indicada, –respondí simplemente– aunque siendo sincero, no me veo en un futuro cercano como un hombre destinado a tener hijos. Me aterra el hecho de pensar que tendré bajo mi cuidado a una pequeña vida que seguirá mis pasos incluso cuando tropiece. –Eso es curioso, por tu carácter y sensibilidad siempre creí que de los dos serías el que mejor se adaptara a la paternidad. –Ni siquiera tuve un padre verdadero, los únicos ejemplos que tuve de ese rol son Orlando y tu papá, y ni siquiera soy su verdadero hijo. –Por esa misma razón es por lo que tienes que ser un padre presente y dedicado a tus futuros hijos. No hables como si tu vida estuviera perdida hermano, todavía tienes mucho por recorrer. Y eso esperaba. –¡Papá! La voz infantil del pequeño Ángel llegó hasta nosotros. Angelo maldijo por lo bajo tirando el poco cigarro que le quedaba y escondiéndolo bajo la suela de la zapatilla para mostrarle una sonrisa exagerada que disimulara la acción que estaba llevando a cabo. –¡El pastel! Anunció en pocas palabras, acercándose a toda prisa a su padre para hacerle saber que ya iban a repartir su extraña torta azul de cumpleaños. –¡Entonces todos vamos a comer pastel! Y alzó en brazos a su hijo para llevarlo dentro junto a los demás invitados. –¡Tío! Gritó desde la puerta y no tuve más remedio que pararme a seguirlos. –Allá voy, sería imposible perderme el pastel del gran Ángel. Sonrió con aquellos dientes de leche desde el hombro de su progenitor y me animó a volver con todo el gentío. A pesar de tenerlo cuatro años junto a nosotros, seguía pareciéndome increíble lo mucho que había transformado a mi callado y siempre amargado amigo. Aunque, si yo hubiese estado en su lugar, seguramente luciría igual de feliz siempre.

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