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Un toque Dulce

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En un mundo donde cambiaformas lobos antes eran dominados por los instintos salvajes de sus animales, se creó el consejo de shifters con los lobos más sabios y fuertes para establecer la paz en el mundo, logrando que las manadas se dividieran en pequeños pueblos activos a los cuales vigilaban.

Como decreto, cada omega en las manadas tenía que ser inscritos en la sede del consejo para así tener un recuento de estos, especialmente de aquellos omegas especiales que nacieron con dones especiales.

Aaron Cooper es uno de esos lobos especiales, aunque con el cuidado adecuado, fácilmente puede hacerse pasar por un beta gracias a los inhibidores de aroma y su cabello rubio arena largo y liso que cubría principalmente sus ojos azul violeta, los principales rasgos de un omega especial.

Cuando los miembros del consejo aparecen repentinamente en la manada Terbell y destruyen todo el reinado de Omar, Aaron tomó la oportunidad frente a sus ojos y salió a conocer el mundo aprovechando su don para sanar cualquier clase de herida y enfermedad para entrar a las manadas y ganar dinero que lo ayudarían a subsistir solo.

Pero a pesar de ser libre como siempre soñó, aun así, Aaron no puede lograr sentirse completo, porque internamente, sabía que deseaba algo mucho más que ser libre.

Tras llegar a su cabaña luego de terminar su nuevo trabajo, Aaron se sorprende al encontrarse con un hombre extraño esperándolo, aún más cuando este le suplica que ayude a su hijo y lo saque del borde de la muerte.

Tocado por la genuina preocupación del hombre, Aaron va, sin imaginar que, el llegar a la manada Barness cambiaria toda su vida nuevamente.

Se suponía que él solo debía de utilizar sus poderes en el alfa e irse tan pronto como este dejara la compañía de la muerte, pero tras despertar a Liam, Aaron conoce a un encantador alfa amoroso, risueño, confiable e inteligente del cual no puede quitarle los ojos.

Y a pesar de su propia regla, Aaron se encuentra a sí mismo rompiéndola, no queriendo simplemente a abandonar a un alfa tan bueno como Liam cuando el peligro parecía estar atacando al hombre desde todos lados.

Si no era personas malvadas queriendo el puesto del líder, eran los de la manada vecina desafiándolo por su puesto, lo que no le daba ni un descanso al pobre alfa que tenía que lidiar con su recuperación, y ataques dentro y fuera de su casa.

No, Aaron definitivamente no podía dejar solo al alfa, mucho menos cuando este le estaba prometiendo todo lo que siempre quiso, un lugar al cual pertenecer, una persona que realmente lo viera y amara por quien era, y no lo que podía hacer.

Aaron no era de las personas que luchaban y se inmiscuía en los asuntos de los demás, pero por alguien como Liam, él estaba dispuesto a hacerlo.

• Segundo libro de omegas especiales.

• Recomiendo leer el primer libro por menciones de este, "Alfa, mírame"

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Capítulo 1
Terminando de arreglar su bolso, el cambiaformas omega se aseguró de que estuviera su reserva especial de inhibidores de aroma que había logrado comprar gracias al dinero ganado por su arduo trabajo y cruzó el tirante sobre su pecho. Observando la bolsa con dulces que había hecho, una pequeña sonrisa tiró de sus labios delgados y de un tono rosa suave natural. Había pasado por tantos problemas intentando que los cachorros se tomaran su medicina una vez logró sanarlos a todos, sacándolos del bode de la muerte, que no había encontrado mejor forma de hacer que los consumieran que crear aquellas paletas con formas de estrellas y corazones para disipar el sabor entre amargo y un poco ácido de la poción. Había sido un infierno de trabajo crear la paleta perfecta junto a los cocineros más experimentados de la manada, pero valió totalmente la pena cuando los niños comenzaron finalmente a ingerir el medicamento que los ayudaría a terminar de sanar completamente. Y, a pesar de que la mayoría de los padres le habían pedido la receta para recrearla en caso de que sus hijos volvieran a caer, la verdad es que, sin el ingrediente secreto, estos no iban a poder lograrlo con éxito. Después de todo, aunque su conocimiento con las hierbas era espectacular y sorprendente, era él mismo quien los lograba sanar finalmente gracias a su poder de sanación que había despertado días después de presentarse como un omega a los quince años. En ese momento, su habilidad no había sido tan sorprendente o fuerte, pero a medida que transcurrían los años, Aaron se comenzó a percatar de como este iba incrementando lentamente mientras que lo utilizaba. En ese momento, él no sabía en qué nivel estaba su poder de sanación, pero habiéndose topado con otros omegas con dones increíbles, sabía que no debía de ser uno muy alto teniendo en cuenta ciertos criterios. Aunque claro, él no era un representante del consejo de shifters por lo que en realidad, ¿qué sabía él? Parándose frente al espejo de su habitación provisional, el lobo omega alzó su mano y con sus dedos peinó su rubio cabello color arena, asegurándose de que los largos mechones cubrieran sus singulares ojos azul violeta, donde el azul parecía prevalecer un poco más que el otro tono, pero aun así, era un par de orbes perfectos para reconocerlo como un omega especial, ya que era de conocimiento común el saber que cada uno de ellos, poseía el pelo rubio y ojos azul violeta. Algo, que por supuesto que Aaron no deseaba que nadie supiera. Gracias a que era un poco más alto a la altura promedio de un omega y que su cabello no era de un tono rubio más brillante o pálido, si cubría sus ojos fácilmente, podía pasar como cualquier otro omega. Pero como era peligroso para un omega deambular de manada en manada consiguiendo dinero para sobrevivir solo, a Aaron no le había quedado de otra más que fingir ser un beta, cubriendo su aroma dulzón con los inhibidores de aroma. Tal vez no era el plan más inteligente del mundo ni el más elaborado, pero hasta el momento había funcionado y ya se había hecho de un pequeño nombre entre las manadas a las cuales había acudido para sanar jóvenes, niños, bebés y adultos. Olfateando un poco su ropa en busca de algún indicio de su aroma dulzón que lo delataba como un omega, Aaron asintió satisfecho cuando no encontró nada y salió de la habitación en la cual había permanecido una semana entera desde su llegada. Caminando por las calles con su cabeza algo baja para que el viento no corriera su cabello revelando sus ojos, una suave sonrisa estaba posada entre los labios del lobo omega al contemplar a los cachorros de diferentes edades, pero no mayores de diez, jugando alegremente por las calles, ya fuera en su forma humana o lobuna. En su interior, su lobo ladró contento con el trabajo que ambos habían realizado, que era mucho más importante y significativo que el que había estado haciendo en su antigua manada, aliviando dolores de cabeza o malestares estomacales del alfa líder. El primer día en el que había puesto un pie en la manada Safford, el pueblo se había sentido completamente vacío ante la falta de niños correteando, riendo, jugando y haciendo de sus travesuras por todos lados, creando vida con ello. Por lo que obviamente se sentía muy feliz y satisfecho con sus resultados. Deteniéndose cerca de la salida del pueblo, Aaron contempló al alfa de la manada Safford esperando con una mochila sobre su hombro. Al verlo, el gran hombre barbudo sonrió abiertamente y lo atrajo para un corto abrazo algo rudo al no poder controlar muy bien su propia fuerza. —Espero que no hayas tenido la intención de irte sin despedirte —expresó, observándole intensamente. —Bueno... —pronunció, encogiéndose suavemente de hombros sin terminar nada—. No me gustan mucho las despedidas —se excusó. —Ni a mí que las personas que ayudaron tanto en mi manada se vayan sin decir nada —respondió—. Ni siquiera hemos podido agradecerte adecuadamente por haber salvado a todos los cachorros de esta manada —expresó. —Pero si lo han hecho —indicó—. Desde el primer día en que los niños comenzaron a mostrar mejora, que todos se fueron acercando a mí para felicitarme y agradecerme —le recordó. —Es lo natural a hacer considerando que ningún jodido médico de esta manada sabía lo que estaba ocurriendo con los niños, si no fuera porque escuché el rumor del solitario beta nómada con manos sanadoras y te busqué, no me quiero ni imaginar como estarían el resto de los cachorros en este momento —pronunció recordando sombríamente la perdida de dos niños. —Todos los médicos en esta manada son muy capaces e inteligentes, estoy seguro de que pronto habrían descubierto qué era lo que estaba mal, no habrían permitido perder más —aseguró Aaron. —Yo no estaría tan seguro de ello, hace tres semanas que los niños comenzaron a caer uno por uno en cuestión de horas, dos semanas intentando averiguar qué era lo que estaba mal y tú, con tan solo poner un pie en el consultorio y revisar a uno de los chicos, supiste qué era lo que estaba mal —le recordó. Lo cual era verdad, pero aquello había sucedido solamente porque se dio la casualidad de que en el último libro de hierbas que había estado leyendo, apareció aquella peligrosa planta muy bonita a la vista, pero que afectaba únicamente a los cachorros. Haber reconocido los síntomas más la ayuda de su poder para sanar, fue lo que realmente había salvado a esos cachorros. —Estoy seguro de que si con uno de ellos se dedicara también a estudiar las plantas, podría prevenir este tipo de cosas en un futuro —comentó. —Me aseguraré de que al menos uno de ellos lo haga para el futuro—declaró con firmeza, y entonces, se le quedó observando. —¿Qué sucede? —preguntó, observándolo a través de su cabello. —Solo me preguntaba si te invitaba a quedarte en mi manada y ser parte de ella, me rechazarías otra vez o aceptarías —expreso de forma pensativa. —No estoy listo para quedarme fijo en una manada aún —respondió con el tono más amable que poseía, no queriendo insultar al alfa líder tras rechazarlo por segunda vez—. Mi posición en mi antigua manada de origen no fue la mejor, por lo que en cuanto se dio la oportunidad de ser libre, la tome —explicó. —¿No te quedarías aun si te prometiera una posición más alta como mi compañero? —preguntó, observándole fijamente con aquellos ojos chocolate. —Soy un beta —dijo automáticamente. —Sí, lo sé —asintió—. Y sé que todos esperan que un alfa se acople con un lobo omega, pero considerando lo que hiciste por esta manada, estoy seguro de que todos los miembros podrían pasar por alto que eres un beta —argumentó. —Hasta el momento en que necesites tener cachorros —le recordó—. Y por muy amable y dulce que me vea, en realidad no me veo compartiendo a mi pareja con nadie para tener un niño que probablemente me odiará gracias a la influencia de su padre o madre —expresó. —Bueno, a mí tampoco me gustaría en caso de que fuera al revés —aceptó no muy feliz, pero aceptándolo—. Ten esto —anunció, extendiendo la mochila. —¿Qué sucede con esto? —preguntó, observándola. —Comida no perecible, frutas, cambios de ropa nuevos y algunas mantas —explicó—. Sé que supuestamente pagamos por tus servicios, pero considerando todo lo que hiciste por nosotros, consideramos que el dinero era poco para demostrarte cuánto apreciábamos tus esfuerzos y queríamos darte algo más —se encogió de hombros. —Yo... —pronunció, tocado con el gesto de todos. —No seas un tonto y no lo rechaces, son cosas que te servirán en el futuro y permanecerán más tiempo que el dinero —indicó—. Sin contar que harás sentir mal a muchas personas al negarte —comentó como si nada. —Siempre tan malvado —resopló Aaron divertido y agradecido—. Gracias por esto —expresó, colocándose la gran mochila en su espalada—. En cambio, recibe esto —pidió entregándole la bolsa con los dulces. —¿Y me das esto para endulzar tu segundo rechazo? —preguntó observando los dulces en el interior. —No —rió suave—. Son los dulces con ya sabes qué, que solo deben de comer los cachorros —explicó—. No tiene sentido que me los lleve, no me servirán a diferencia de ustedes en caso de que uno vuelva a caer —expresó con un suave encogimiento de hombros. —No te preguntaré nuevamente solo porque no quiero ser rechazado por tercera vez —expresó cerrando la bolsa—. Gracias por esto, se las entregaré a esos buenos para nada que tengo por médicos —prometió—. Pero que sepas, la invitación estará abierta para cualquier momento en el que te sientas preparado a volver a integrarte en una manada —indicó con seriedad—. Aunque no te prometo que el puesto a mi lado siga vacante —sonrió. —Lo tendré en mente —asintió con una sonrisa dulce. —Una cosa más antes de que te vayas —anunció y su semblante cambió repentinamente a uno más severo—. Ha corrido el rumor de que alguien parece estar buscándote y está ofreciendo cierta cantidad de dinero para quien logre darle, aunque sea información sobre ti —informó. —Muchas personas me buscan desde que se han ido enterando de mis conocimientos médicos —le recordó, pero tanto su lobo como él se agitó ante las palabras del alfa. —No lo sé, yo te busqué y no por ello prácticamente ofrecía dinero por tu cabeza —le recordó con sus labios torcidos en una mueca. —No, solo fuiste afortunado y me alcanzaste a atrapar cuando iba en camino hacia mi cabaña —recordó con una pequeña sonrisa—. Gracias por la advertencia, lo tendré en mente y me cuidaré —prometió. —Recuerda que puedes venir a refugiarte aquí si te ves en problemas —indicó—. Las puertas estarán abiertas para ti. —Lo sé —asintió—. Gracias por todo, ahora sabes donde buscarme, por si me vuelven a necesitar —expresó alejándose. —Sigo diciendo que todo sería más fácil si tuvieras un tonto teléfono —gruñó el alfa líder Safford. Sin detenerse a argumentar al respecto, Aaron se carcajeó mientras empezaba con su viaje de vuelta hacia su cabaña, la cual afortunadamente, en realidad no se encontraba demasiado lejos de la manada. Había sido una total suerte para el lobo omega el haberse encontrado con aquella cabaña abandonada en medio del bosque a las semanas después de haber salido de la manada Terbell y andar deambulando por los terrenos en su forma de lobo. Sí, la cabaña tal vez era algo pequeña y si no fuera porque había un segundo piso donde se encontraba su habitación, en realidad no tendría nada de espacio en el primer piso, pero para una persona que no tenía nada y estaba completamente solo en el mundo, había sido perfecta. Y con algo de trabajo duro y limpieza, esta había quedado totalmente habitable a pesar de que no poseía agua caliente ni gas para la cocina, por lo que constantemente cocinaba afuera en una fogata con los troncos y ramitas que podía conseguir en el exterior. Ah, realmente echaría de menos el agua caliente tanto como la deliciosa comida que siempre le esperaba lista cuando él cuando la deseaba. Recogiendo algunas ramitas delgadas en su paso que serían perfectas para encender una fogata, el cambiaformas omega caminó la larga distancia a la cual ya estaba más que acostumbrado luego de meses de deambular solo. Cuando el atardecer estaba mostrando los últimos rastros de su presencia, finamente visualizó su cabaña a la distancia, lo que inevitablemente le quitó un suspiro de alivio. Tal vez se había saltado una de las tres importantes comidas del día para llegar antes del anochecer a su casa, pero había valido totalmente la pena, después de todo, no era bueno que estuviera caminando en medio del bosque solo, aun si se estaba haciendo pasar por un simple beta. Dejando las ramitas recolectadas a lo largo de su camino fuera de su casa, justo en el centro de piedras, formando un círculo que había hecho principalmente para cocinar, Aaron se dirigió hacia su cabaña y se detuvo tan pronto como abrió la puerta, su mano tensándose en el pomo de esta mientras un indudable aroma desconocido y algo dulzón picaba en su nariz, alertando a su lobo. —Por favor, no corras lejos —pidió el hombre en el interior. Y si no fuera porque este se trataba de otro omega, esa habría sido la primera reacción de Aaron. —¿Quién eres? ¿Cómo me has encontrado? ¿Y cómo llegaste aquí? —cuestionó, sin moverse de su posición. —Soy un padre desesperado hasta el punto en que ha pagado dinero para que me dieran información sobre cómo encontrarte —expresó sincero—. Mi nombre es Esteban Bush, de la manada Barness, y he venido porque necesito de tu ayuda con desesperación —anunció, acercándose lo suficiente como para que la luz que se filtraba por la ventana lo iluminara, revelando un hermoso omega de cabello n***o como la noche y ojos azules. Pero en lo que más se fijó Aaron y lo que más llamó la curiosidad de su lobo, fue el extremo cansancio que se veía reflejado en el rostro del otro omega. —Hablemos un poco afuera —indicó, no deseando encerrarse en el minúsculo cuadrado de su cabaña con un completo desconocido, a pesar de que este se tratara de otro omega. Habiendo vivido casi la mitad de su vida en una casa llena de ellos, sabía perfectamente que algunos podían ser incluso más peligrosos de lo que aparentaba su rostro dulce. Dejando su mochila en el interior de la cabaña junto a su bolso, Aaron retrocedió con el otro hombre llamado Esteban siguiendo. —Por favor —expresó, señalando uno de los troncos en el suelo ubicados frente al círculo formado por piedras. —Gracias —pronunció el hombre mayor, sentándose con un pequeño suspiro. —Entonces, podrías decirme por qué me estabas buscando con tanta desesperación, aparentemente —indagó, observándole con curiosidad mientras su lobo permanecía alerta, buscando cualquier indicio de peligro. —Se trata de mi hijo, Liam —anunció y toda la preocupación junto al peso del mundo volvió a la expresión del omega—. Está al borde de la muerte y el médico ya se ha rendido con él sin saber qué es lo que está mal —explicó—. Por favor, necesito que vayas y lo ayudes, sé que podrás salvarlo, he escuchado lo suficiente de ti y tus logros como para creer en ello —expresó observándole preocupado. —¿Podrías darme una mejor explicación al respecto? —pidió. —Realmente no puedo explicar qué es lo que sucede con él, los médicos que lo han revisado no saben por qué sus heridas no están sanando y el médico de la familia ya me ha dicho que, si no despertaba en los próximos tres días, que sería mejor que me fuera despidiendo también de él —contó con un dolor desgarrador—. Por favor, necesito tu ayuda, no puedo perderlo a él también, te lo ruego. —A pesar de todo lo que has oído, en realidad yo no puedo prometerte ni asegurarte de que lo salvaré —indicó Aaron con sus labios ligeramente torcidos. —Solo necesito que lo veas, quiero tener tu propio diagnóstico al respecto —expresó observándolo fijamente. —¿Qué sucede en el caso de que yo tampoco pueda averiguar qué es lo que tiene? —cuestionó. —Te dejaré tranquilo, pero no me rendiré, seguiré buscando sin la opinión del doctor Bruce hasta que alguien me pueda dar una respuesta —respondió. —Y si mi respuesta es una que no te guste —indicó. —Lucharé para solucionarlo —declaró—. Nuestra manada tiene dinero, existe la posibilidad de no solo conseguir más, sino que también todo lo que puedas necesitar para tratarlo —contó—. Incluso puedes llevarte lo que quieras una vez termines con o sin buenos resultados —juró—. Solo necesito que lo veas. Observando al hombre frente a él, Aaron sintió algo de simpatía por el estresado omega visiblemente cansado con el mundo, pero ¿quién no lo estaría cuando parecía que podría perder a un hijo en cualquier momento? —De acuerdo, supongo que puedo ir y revisarlo —aceptó a pesar de que su cuerpo le estaba exigiendo un claro descanso—. Eso sí, no prometo nada con ello porque no sé con qué es lo que me voy a encontrar —indicó levantándose al igual que el omega contrario. —Muchas gracias —exclamó el hombre mayor, acercándose para abrazarlo profundamente—. No sabes cuánto te agradezco que lo estés considerando. —¿Aun si no sabemos si realmente podré hacer algo? —preguntó. —Aun si no puedes hacer nada —asintió, soltándolo lentamente—. Necesitamos irnos ahora, el tiempo corre para Liam y no podemos desperdiciar ningún segundo —expresó, sonando un poco más animado que antes.

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