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El prometido de mamá

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Blurb

Lisa

Perdí mi virginidad en un bar, con el hombre mas apuesto que había visto en mi vida, de la manera mas sucia posible... pero me encantó y lo deseo tanto, a pesar de que es el prometido de... mi MADRE?!

Lo nuestro es tabú, absolutamente sucio e inapropiado, pero lo deseo, lo deseo tanto, solo para mi.

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Capítulo 1
Lisa Ni siquiera sabía por qué había dicho que sí a mis amigas para salir al bar. Daniela y Julia, "fiesteras profesionales" y mis mejores amigas, siempre están intentando que salga con ellas a un club u otro los fines de semana. Pero suelo decir que no. No tengo ningún problema en ir al cine con ellas o a la cafetería donde ese hipster con tatuajes y piercings trabaja detrás del mostrador. Pero los bares y las discotecas no son lo mío. —Vamos, relájate y tómate algo—, prácticamente gritó Daniela por encima de la música a todo volumen. Chocó mi cadera con la suya y sonrió. —¡Más chupitos!— Julia se acercó bailando desde la barra y atravesó la multitud. Con una sonrisa resbaladiza, deslizó una bandejita de bebidas con los colores del arco iris sobre nuestra mesa alta. Oh no, los de color arco iris son siempre los peores, seguro que están llenos del alcohol más puro. Pero no importaba. La música sonaba fuerte y enérgica a nuestro alrededor y Julia movía su pequeño trasero al ritmo de la música. —El camarero las hizo sólo para nosotras—, dijo. —Son especiales—. Por supuesto, había al menos nueve chupitos en la bandeja. Miró por encima del hombro y le guiñó un ojo al camarero, un tipo de aspecto sórdido con gorra y tatuajes en la cara. Me gustan los tatuajes tanto como a cualquiera, pero el que tenía en la mejilla derecha ... vaya. ¡Caramba! Sacudiendo la cabeza, me quedé en silencio. El gusto de Julia por los hombres siempre ha sido extraño. —Toma, Lisa. Tu primer chupito de la noche—. Daniela empujó el trago hacia mí y tomó uno para ella. Se lo bebió rápidamente y echó la cabeza hacia atrás con un aullido salvaje. —¡Mierda! Estos están fuertes—. Otro grito, luego otro chupito. —Claro que sí, son fuertes—. Julia saltaba al ritmo de la música, con el pelo rubio alborotado. Estaba encogiéndome de hombros y dando sorbos a mi trago, tratando de forzarlo a bajar cuando, de repente, Daniela me agarró del brazo en el aire. ¿Qué demonios? Estas chicas siempre quieren que beba más, así que esto era raro. Pero su atención estaba en otra parte, concentrada y asombrada. —Dios mío. No te vas a creer lo que estoy viendo—. La morena ya tenía un tercer vaso en la mano pero rondaba cerca de su boca mientras miraba algo por encima de mi hombro. —Ese monstruo en el VIP es ridículo. —¿Qué?— Julia se dio la vuelta tan rápido que me sorprendió que no le diera un latigazo. Pero me bajé la bebida y miré también. ¿Por qué no? Si se suponía que iba a divertirme como una universitaria en lugar de ser la aburrida de siempre, podía interpretar el papel completamente. Al darme la vuelta, casi se me cae el vaso vacío, con los dedos entumecidos y flácidos. Porque la ridícula ya ebria tenía razón. Julia ni siquiera tuvo que señalar de quién estaba hablando. Claro, soy virgen y no he visto ninguna pene fuera de las revistas y el porno, pero seguro que el tipo alto sentado solo en la sala VIP de arriba tenía una anaconda en los pantalones, probablemente exagerada por las luces y las sombras del club, pero, incluso con traje y corbata -¿quién demonios lleva traje y corbata a un club como éste? - podía ver claramente el contorno de una enorme v***a que le llegaba prácticamente hasta la rodilla, probablemente el alcohol me distorsionaba la vista. ¡Ay, Dios! —¿Crees que es real?— preguntó Julia con una risita. Daniela resopló. —¿Quién se pasea por un club con una v***a falsa en los pantalones? —Un tipo de la tele lo hacía para conseguir chicas—, ronroneó Julia tímidamente, mirando al desconocido con hambre. —Una vez que se las llevaba a la cama, sólo se lo hacía por detrás para que no vieran que era un "amiguito de plástico", jajajaja. Mierda, ¿en serio? ¿Hay tipos que llegan tan lejos? Se me abrieron mucho los ojos y me quedé con la boca abierta. Pero ninguna de mis amigas se inmutó. —Qué tontería—, gritó Daniela por encima de la música. —Entonces ni siquiera llegó a sentir lo que era follarlas. —Sí—, dije en voz baja. —Hay tipos que pueden ser tan cutres—, fue mi comentario, aunque no tenía ninguna experiencia real. A estas alturas, las tres estábamos mirando fijamente al tipo ¿Cómo no íbamos a hacerlo? La zona VIP estaba llena, pero él era el único que estaba sentado solo. El mantel blanco sobre la mesa frente a él tenía un cubo de champán con una botella abierta y una copa al lado. En cambio, el resto de la zona VIP estaba llena, algunas parejas pero sobre todo lo que parecía un grupo de universitarios gastándose el dinero de papá en servicio de botella. Había mucho peinado exagerado, cadenas de oro y camisetas musculosas. —Apuesto a que su v***a es de verdad—, dijo Julia y me empujó hacia el VIP. —Deberías ir a averiguarlo, Lisa—, rio la rubia. Aunque ella y Daniela salían todos los fines de semana y se enrollaban con los tipos que querían, yo no era así. Y ella también lo sabía. —¿Qué? ¿Por qué yo?—, jadeé. Pero la idea me hizo un nudo en el estómago. Este tipo no sólo tenía lo que parecía una v***a enorme, sino que estaba bueno como tan bueno puede estar un hombre mayor. Por lo que podía ver desde el otro lado de la habitación, su pelo oscuro tenía un toque plateado en las sienes y su cuerpo bajo el traje parecía prieto y en forma. —Sí, deberías—, añadió Daniela, pellizcándome juguetonamente el trasero. —Esta es la oportunidad perfecta para que te diviertas un poco antes de volver a encerrarte en la biblioteca de tu vida de nerd. Él está buenísimo y tú estás guapísima esta noche. A veces, ni siquiera sé por qué o cómo estas chicas y yo somos amigas. Somos tan diferentes en todos los sentidos. A ellas les encanta salir de fiesta y tener sexo mientras apenas se las arreglan en clases, mientras que yo estoy concentrada en mis libros, con la intención de graduarme con honores. Pero de algún modo funciona. Yo las amo y ellas me aman. Y ahora mismo, estaban dispuestas a demostrar su amor enviándome a un extraño trajeado. —Vamos, chicas—, protesté. —Saben que no soy así—. Pero cuanto más miraba al desconocido, más me hormigueaba... el coño. ¿Cómo sería ese gigantesco trozo de carne fuera de sus pantalones? Daniela volvió a pellizcarme el culo, haciendo que me sacudiera. —Veo esa mirada en tu cara, Lisa. Lo deseas totalmente. Julia me pasó otro trago. —Valor líquido, muñeca—. Me agarró la mano y prácticamente me metió el licor en la boca. El chupito se deslizó caliente y rápido por mi garganta, calentándome a su paso y asentándose en mi vientre como una pequeña llama. Mi cuerpo se sonrojó y ya empezaba a sentir el efecto de las bebidas, me sentía mareada y relajada, la cabeza me daba vueltas. —¡Ve a por él, Lisa!— Daniela me empujó de nuevo en dirección al VIP. Pero no tan rápido porque una voz zalamera sonó detrás de nosotras. —Hey, ¿Qué están haciendo chicas? Oh no, ¿Qué demonios? El camarero del tatuaje en la cara apareció en la mesa y rodeó a Daniela y Julia con un brazo, sonriéndoles y mirándome lascivamente. Era la excusa que necesitaba para irme. No quería estar cerca del camarero, sobre todo porque de cerca podía ver que estaba totalmente borracho y que ya estaba tocando las partes íntimas de mis amigas. Qué asco. Así que, respirando hondo, me acerqué al tipo, con mi culo balanceándose, en los tacones de aguja de diez centímetros de Julia. Mi vestido me rozaba las rodillas y era uno de mis conjuntos más sexys, aunque Julia dijera que parecía una bibliotecaria con él. Al menos me había dejado las gafas en casa. Concentrada en caminar con unos tacones desconocidos, me abrí paso entre la multitud y subí las escaleras hasta la zona VIP, donde el tipo estaba sentado solo mirando a las chicas que bailaban girar bajo las luces estroboscópicas. —Hola—, dije cuando llegué después de lo que me pareció una eternidad. Oh, no. Qué saludo más flojo. Tal vez debería haber dicho algo más sexy con un tono mas atrevido, Dios. Pero el daño ya estaba hecho y, además, el licor corría ahora como un río por mis venas. Mirando al tipo, mi cuerpo hormigueaba, chisporroteando de ardor. Porque de cerca, estaba aún más bueno que antes. Definitivamente más de cuarenta años, con más canas en el pelo de lo que veía desde el otro lado de la habitación. Tenía una malvada hendidura en la barbilla y brillantes ojos azules. Y quién lo iba a decir, pero este "alfa" me estaba esperando. —Hola, princesa—, sonó un rugido suave y grave. Brillantes rayos láser azules recorrieron todo mi cuerpo, tocándome por todas partes. Las tetas, la cintura e incluso debajo de la falda, donde sentí que me mojaba sólo con su atención. —¿Qué puedo hacer por ti? Oh, Dios. Era el tipo de hombre que verías en revistas de modas masculinas, con su traje y su cara atractiva, un reloj caro que podría haber sido un Rolex en una muñeca gruesa y masculina. Tenía las manos grandes y poderosas, las uñas cuidadas y limpias. Me estremecí y me lo imaginé recorriéndome el cuerpo con las palmas, tocándome todo. Pero, ¿en qué estaba pensando? Este tipo estaba fuera de mi alcance. Probablemente tenía una novia cerca o algo así. O al menos cien chicas más guapas que yo dispuestas a hacer lo que quisiera. Así que murmuré y miré hacia abajo, con las palabras saliendo a trompicones de mi boca. —Um... ¿quieres... bailar?— fue mi pregunta. Oh Dios, oh Dios, ¡qué patética! Incluso con poca luz, pude ver sus ojos azules brillar de risa. —No, nena. No quiero bailar. Al menos no el tipo de baile que tú quieres—. Se movió sobre el ancho banco de terciopelo, haciéndome sitio. —¿Quieres sentarte? Bueno, al menos no me había echado en el acto, y respirando hondo, maniobré mi curvilínea, por no decir rellenita figura para tumbarme en el cojín junto a él, con la esperanza de que no hiciera saltar todo el conjunto hacia arriba y hacia abajo. Pero el Sr. VIP me abrumó de inmediato. Olía tan bien. Limpio y fresco, con un almizcle masculino que me aceleraba el pulso en el cuello y entre las piernas. Estaba a punto de derretirme, ruborizada, pensando que cualquiera podría ver cómo me hacía arder. Pero nadie parecía prestarme atención. Porque cada cabina VIP estaba separada y era semiprivada. Aunque podíamos ver la pista de baile y la gente que estaba allí abajo podía vernos si miraban bien, parecía que estábamos en nuestro propio minimundo. La música retumbaba como un latido desbocado. En la cabina de al lado se oían las risas de media docena de personas, pero yo no podía verlas y estaba segura de que ellas tampoco podían vernos a nosotros. Vacilante, me mordí el labio. —Hola, soy Lisa—, fue mi patético murmullo en voz baja. Se volvió completamente hacia mí, de espaldas al resto del club, y apoyó un enorme brazo en la mesa. Me sentí atrapada entre su cuerpo grande y cálido y el terciopelo del banco. —Eso no importa, ¿verdad?—, volvió a gruñir. ¿Qué demonios? ¿Estaba insultando mi nombre? Tragando saliva, volví a mirarle fijamente. —¿Qué quieres decir?— fue mi murmullo, relamiéndome tímidamente los labios. ¿En qué me había metido? Me moví contra el banco, retorciéndome incómoda por el calor entre mis muslos. Y aquellos penetrantes ojos azules lo captaron todo con complicidad, como si pudiera leerme la mente. Al igual que antes, lanzó una larga mirada de evaluación a mis tetas, sopesándolas mentalmente, antes de dejar de mirar el pliegue entre mis piernas, sombrío y secreto. Oh Dios, el aire estaba tan caliente, mi coño ya cremaba húmedamente. ¿Podría olerlo? ¿Era evidente el olor de mi coño mojado? Volví a retorcerme incómoda, con las tetas agitándose y cayendo mientras intentaba parecer despreocupada. Aquellos orificios nasales masculinos se abrieron ligeramente, el brillo de sus ojos se hizo más profundo mientras olfateaba. Pero el Sr. VIP no lo mencionó, para mi eterno agradecimiento. En su lugar, me hizo una pregunta. —¿Has venido hasta aquí para conversar? Tartamudeé. —Sólo he venido a... ¿sacarte a bailar?—, fue mi boba respuesta. Entonces se movió y su muslo rozó el mío. Era el mismo muslo que tenía su v***a dura pegada a él. Casi sin poder hablar, mis ojos se desviaron hacia la masa abultada antes de volver a encontrarse con los suyos. ¿Cómo se las arreglaba para meter esa cosa en sus pantalones, y mucho menos en una mujer? Pero el alfa seguía al mando. —Y yo te dije que no bailo—, fue su suave respuesta. —Entonces me toca hacerte una pregunta—. Se acercó más, con su aliento a whisky cálido y dulce en mi mejilla. —¿Quieres follar? Jadeé, incapaz de ocultar mi sorpresa ante su atrevimiento. —¡¿Qué?! ¡¿Perdon?! Era imposible que hubiera oído bien. Pero el brillo de sus ojos se hizo más profundo y oscuro, convirtiendo el azul hielo en n***o como el carbón. —Ya me has oído, princesa. No pude evitar notar que su v***a se endurecía y se rellenaba en aquellos pantalones. —Si te apetece, quiero follar—, dijo. —Tus tetas se ven calientes en ese vestido y me encantaría sentirlas en mi cara—. Un dedo recorrió el ya pequeño espacio entre nosotros y jugueteó con la sombra entre mis pechos. —Me encantaría frotar mi v***a entre ellas y follármelas hasta correrme—. Su mano se deslizó sobre mi rodilla y bajo el vestido. —Te verías tan jodidamente bien con mi semen goteando alrededor de tu cuello como blancas perlas.

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