Inevitablemente enamorado

Una mañana de domingo la lluvia caía por la ventana de una humilde casa en la afueras de una cuidad, una niña lloraba tomada de la mano de su padre mientras varios hombres sacaban todas las cosas de su casa. Una carta de desahucio los dejaba en la calle y su padre viudo desde hacía tres años veía todos sus esfuerzos en un camión irse bajo la lluvia. Esa noche sería la última que pasarían bajo esas cuatro paredes. Una última y fría noche cobijada por el abrigo de su padre mientras él miraba al techo como si se hubiera perdido en su alma. El hombre miró a su hija con tanto dolor que se prometió a sí mismo cobrarle al que le quitó todo lo que amaba hasta el último centavo que le robó. Su esposa había muerto gracias a que no pudo traerle un doctor cuando enfermó ni pudo comprarle las medicinas que ella necesitaba. Su dolor e impotencia se volvió rabia y furia y como si un rayo partiera su alma dejó a su hija recostada en el suelo abrigada con su viejo abrigo y salió por la ventana que habían roto los hombres que sacaron sus muebles de cocina. Su hija no se enteraria de nada, sólo iría a hacerle una visita a su "amigo" el prestamista. Sabía dónde dormían los perros y que el muy miserable no los alimentaba lo suficiente para que siempre estuvieran rabiosos y ya que tenía un par de panes en una bolsa les puso dentro la medicina para dormir que había comprado hacía un par de días. Los perros hambrientos se lanzaron sobre el pan que una sombra les tiró a sus pies devorandolos a toda prisa mientras éste esperaba que cayeran dormidos los perros hacía memoria dónde estaba la llave que por suerte vio aquella tarde que le fue informado su desahucio. Al dormirse los perros le fue fácil entrar a la propiedad sin ser oído y una vez dentro camino hasta la puerta y tomó la llave que estaba debajo de una maseta. -- Ni siquiera tienes gusto para adornar tu casa --¡Un cactus seco! -- Igual que tu alma -- Dijo y suavemente tomo las llaves. Entró a la casa sabiendo que el viejo Enríquez estaría ebrio como siempre festejando haberle arrebatado a otro más lo poco que tenía con engaños. Paso silencioso por la sala hasta llegar a la oficina de aquel hombre y buscando con sus ojos y aún a media luz encontró la llave que vino a buscar y sin falta la tomó y abrió el cajón -- ¡Esto es mío! y todo lo demás es tuyo -- Dijo y salió Los perros no lo oyeron, ni tampoco el viejo, la llave volvió a su lugar y la de la puerta también. Después camino a prisa y tocó una puerta y al abrir le dijo: Toma esto y reparte a cada uno lo que le pertenece y salgan de aquí tan pronto puedan -- El hombre vio a media luz y dijo: ¡Eso haremos Rubén! ¡Gracias amigo! Cerrando la puerta le dijo a su esposa que se levantará y que empacaran todo y luego corrió por el pueblo y dio a cada uno la parte que le correspondía y uno de los hombres le dijo: Alberto será mejor que lo escondamos y cuando todo haya pasado lo tomemos y nos vayamos de aquí -- Al hombre le pareció mejor y siguiendo su consejo lo comunicó a todos -- Nadie diría nada, todos fingirian ignorar que había pasado. Una vez puestos de acuerdo fue a buscar a Rubén y se lo comunicó: Rubén todos estamos muy agradecidos contigo y pensamos que lo mejor es fingir y poco a poco irnos del pueblo sin sospecha -- Tienes razón Albero -- ¡Yo también haré lo mismo! Todo quedó en silencio aquella noche, las familias a las que les había robado con engaños el prestamista guardaron debajo de sus pisos el dinero y pactado ocultarlo todo. Mientras Rubén despertó a su hija y le dijo: Sol, ¡mira esto! -- Si por alguna razón me pasa algo -- Toma todo este dinero e inviertelo en tu educación y se feliz hija mía. Sol entendió lo que había hecho su padre y sintió temor pero su padre le dijo: Hija, todos a los que nos quito ese hombre nuestras cosas y la alegría de ver a nuestros hijos surgir recibieron su parte -- Incluyendo tío Teo -- Preguntó Sol -- Sí hija mía ¡Todos y Teo también! -- Nosotros nos iremos primero y luego ellos se irán y dejaremos atrás todo este infierno. La niña miro aquel dinero y era mucho. Así que pensó que si por alguna razón el hombre venía a reclamarle a su padre ella lo mantendría seguro en un lugar tan evidente y ya visto por el viejo que no sospacharia que estaba allí. La noche anterior el viejo había tirado el oso de felpa que su madre le había hecho para navidad en el suelo y lo había llamado basura y ella llorando lo había ido a recoger para que no lo majaran las ruedas del camión -- Ese sería el escondite perfecto. Un oso mediano y gordo. Rompió una parte en su espalda y metió cada rollo cuidadosamente para que no se notara la diferencia y después lo cocio con cuidado con el mismo hilo y aguja que lo cocio su madre -- Los guardaba como recuerdo y no los quería usar nunca, pero en ese momento serían su mejor instrumento. A la mañana siguiente el viejo prestamista al que le decían Midas, se dirigió a dónde guardaba su llave y encontrandola en su lugar la tomó satisfecho para abrir el candado de su caja de fortunas. Abrió la puerta donde la tenía y halló su caja cerrada pero sin candado y al abrirla de par en par halló el candado adentro y en su lugar el cactus seco que adornaba la puerta de la entrada. Empezó a dar gritos y a vociferar y a llamar a sus aliados en las "mudanzas voluntarias " (los desalojos) y una vez estos llegaron fueron primero a ver a Rubén y encontrandolo junto a su hija aún dormido en un rincón de la casa lo tomaron del cuello y le propinaron varias patadas y unos cuantos puñetazos y lo tiraron al barro fuera de su antigua casa. -- ¡Largo de aquí rata! -- A llegado el gato -- Dijo el viejo parandose en el estómago de Rubén -- Me darán mucho por estas tierras y recuperare de un sólo bocado lo que me robaron -- Fuiste un estúpido al confiar en mí y no ir al banco -- Habrías salvado a tu esposa y te habrías hecho rico, pero ahora ¡esto es mío! Al oír como se reía mientras su padre sangraba en el suelo dijo Sol en voz baja -- ¡Le cobraré cada centavo con sangre a usted y a toda su familia por mil generaciones!