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LA PRIMERA ILUSIÓN

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Blurb

Jesse conoció a Izhar cuando aún era una niña, ella se ilusionó con él y, años después, ella creció y descubrió que su primera ilusión se convirtió en amor.

La diferencia de edades será un problema para las respectivas familias de la pareja de enamorados y será la fuerza de ese amor que ellos proclaman el que los una o el que los separe para siempre.

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LA LLEGADA DE IZHAR
¿A qué edad se despierta la pasión? ¿Cuál es la etapa de la vida en la que el ser humano comienza a sentir la necesidad de recibir un beso, un abrazo o de obtener algo más que una simple caricia? Inicio del siglo XXI La primera vez que Jesse vio a Izhar fue ese día en el que ella supo que él viviría en casa de sus padres, ya que, éstos habían tomado la decisión de acogerlo. La niña no sabía el motivo por el cual sus padres tomaron la decisión de llevar a vivir al mencionado joven con ellos y, aunque ella tenía curiosidad, cuestionar a sus padres era algo que ella definitivamente no haría. — Nena, ven aquí. El señor Gaspar solía llamarla así desde que Jesse era una bebé y, aunque ella ya tenía 9 años, seguía respondiendo a ese apodo. — Dígame padre —dijo la niña cuando se acercó. Deliberadamente ella fingió no ver al joven que estaba al lado del señor Gaspar— ¿Por qué motivo interrumpe usted mi tiempo de juego? — Ice —pronunció el señor Gaspar al mismo tiempo que señalaba al joven. Y tan pronto como Jesse escuchó la mala pronunciación del nombre del joven, quiso aprovechar el momento para burlarse. Jesse encogió sus labios y luego mordió un poco el inferior. Y cuando esos gestos fueron visto por su padre, éste frunció el ceño. — ¿Qué hiciste padre? —interrogó la pequeña. — No estoy bromeando —le advirtió el papá, pues él sabía que cada vez que su hija hacía aquel gesto de encogimiento de hombros y mordida de labios, lo que seguía era una broma o un comentario fuera de lugar. — Pero padre, usted dijo… — ¡Es suficiente, Jesse! —habló con voz fuerte el hombre y la niña hizo silencio. La tensión empezó a sentirse en el ambiente y para salir del momento incómodo, el joven que estaba al lado del señor Gaspar decidió intervenir. — Soy Izhar —el joven extendió su mano para saludar a Jesse—, he escuchado al señor Gaspar decir cosas buenas sobre ti. Jesse estaba resentida con su padre, pues, rara vez éste le hablaba en tono fuerte; ella pensó en desquitarse con el joven que continuaba con su mano extendida. — Jesse —dijo el hombre al intuir lo que su hija pretendía hacer y la niña resopló. Entonces ella extendió su diestra. — ¿Eres Jesse? —preguntó el joven mientras apretaba levemente la mano de la niña. — Y tú eres, ¿Izhar? —ella miró a su padre y después volvió a mirar al joven— I-Z-H-A-R —concluyó Jesse y su padre apretó sus dientes ante la clara burla de la niña. — Sí, veo que has deletreado mi nombre muy bien —comentó Izhar. — ¿De verdad? Pues yo creí que me había equivocado —dijo sarcástica. Su intención era hacer enojar al joven, pero éste sonrió. «¡Uy! ¿Por qué sonríe? Muy pronto borraré esa estúpida sonrisa de tu feo rostro», pensó. Sí, así era Jesse. Su comportamiento le daba la razón a aquellos que la criticaban y decían que sus padres la malcriaban al no castigarla, pero, ¿cómo castigarla si ante sus padres Jesse era una blanca paloma? ¿Cómo creer todas las acusaciones de aquellos vecinos si los padres de la niña Jesse eran testigos de lo excelente hija que ella era? La gente en el pueblo donde Jesse creció estaba dividida, una parte pensaba que ella era una niña ejemplar, un modelo a seguir para los niños menores que ella, sin embargo, la otra parte creía que ella era conflictiva, lo que no era del todo mentira, ya que, estando frente a esas personas que la alababan y frente a sus padres, Jesse sabía comportarse y actuaba prudentemente, pero, estando frente a la gente que la criticaba, ella no se cohibía. Cuando era necesario Jesse se defendía con palabras y de ser necesario también se defendía con sus dientes. — Un placer Izhar —ella tiró de su mano y deseó alejarse para no permanecer cerca de él pues por alguna razón inexplicable, la presencia del joven le irritaba. Pero, antes de volver a lo que estaba haciendo, ella quiso hacerle una sutil advertencia al joven—. Dime algo, ¿te parece que soy una niña conflictiva y maleducada? En este pueblo muchos piensan eso de mí, sin embargo, yo pienso que esos adultos que me juzgan son gente chismosa a quienes solo les importa andar averiguando la vida de los demás —Jesse hizo una corta pausa y sonrió de forma extraña— ¿Cuál es tu opinión, Izhar? — Opino que necesito conocerte y conocer a esas personas de las que hablas para hacer un juicio. Mi madre suele decirme que no juzgue un libro por su portada —dijo Izhar y Jesse sonrió. — Créeme Izhar, pronto me conocerás —Jesse miró a su padre y luego señaló la puerta que estaba a pocos metros—. Padre, iré va ver qué necesita mi madre. — Alto ahí, señorita —dijo el señor Gaspar y Jesse de detuvo. — ¿Qué quieres papá? — Muéstrale la casa y sus alrededores a Izhar. Recuerda que Izhar se quedará a vivir con nosotros ahora; debes tratarlo como a un hermano. — Mamá necesita mi ayuda —dijo Jesse, pero, el señor Gaspar quien conocía muy bien a su hija ya había notado que Izhar le había desagradado. — Estoy seguro de que tu madre no se molestará, ahora haz lo que te estoy diciendo. La niña entendió el mensaje, su padre le estaba dando una orden, orden que ella no quería cumplir. Entonces ella dio medio giro y posó sus ojos en Izhar. — Verás, no hay mucho que puedas ver. En la casa hay tres habitaciones con baño interno incluido y una sala. También hay dos baños afuera y, si miras alrededor, verás que justo ahora estamos en medio del patio. — ¡Suficiente Jesse! Te comportarás muy bien con Izhar y si no lo haces, lo sabré ¿Acaso quieres verme enojado, hijita? El tono de voz que utilizó el señor Gaspar asustó a su hija y de paso también asustó a Izhar. Y, además del susto, aquel tono de voz le causó pesar a la niña. — Muy bien señor, haré lo que usted ordene. El hombre empezó a chasquear con la lengua. Él miró duramente a Jesse, pues, él ya sabía que cuando su hija no estaba de acuerdo con algo, ella lo llamaba señor. Y Jesse de igual forma sabía que cuando su padre hacía ese sonido con su boca, éste estaba a punto de perder la paciencia. — No es necesario que obligue a su hija —habló Izhar—. Señor Gaspar, yo puedo dar una vuelta solo. No voy a perderme. — Nada de eso. Jesse te acompañará y no se hablará más al respecto. El señor Gaspar se alejó después de decir esas palabras y cuando éste desapareció del campo de visión de su hija, ésta volvió a fijarse en Izhar. — Quiero que me escuches muy bien. En definitiva, no me agradas y por eso me iré a jugar con mi amiga Ana y después regresaré. Tú irás a donde quieras y más te vale que no le digas nada a mi padre o te arrepentirás. — ¿Me estás amenazando? — Tómalo como quieras. — Ahora que te he escuchado hablar, creo que esas personas que te juzgan tienen razón. — ¡Oh, cuánto me importa tu opinión! —Jesse resopló y el joven Izhar sonrió. — ¿De qué te ríes? — ¿Acaso no puedo reírme? Mejor dime tú, ¿por qué? — ¿Por qué? —repitió Jesse confundida. — Sí ¿Por qué no finges que te agrado, aunque sea al principio? Eres una niña altanera, tosca, impulsiva, malcriada… — ¡Cállate! No sabes todo lo que me han enseñado mis padres —dijo Jesse. Si algo odiaba ella era que insinuaran que sus padres no la educaban como debía ser—… ¿Sabes qué? Será mejor no seguir perdiendo mi tiempo porque es muy valioso, tan valioso que no pienso desperdiciarlo en un chico tonto como tú. — No tengo duda de que tus padres son personas amables, pero, es evidente que ellos están siendo engañados por su única hija ¡Qué ciegos! —el joven la miró y suspiró—¿Puedes decirme por qué te comportas tan mal? Aunque tengo muchas teorías, me gustaría escuchar la verdad de tu boca. — Solo por curiosidad —Jesse se acercó poco a poco—… adelante, dime cuáles son esas teorías. — Basándome en el trato que has tenido conmigo, mi primera teoría es que me odias —comentó Izhar y después calló. Él quería escuchar lo que diría ella. — Reconozco —habló Jesse quien aparentaba estar muy calmada—, reconozco que me desagrada tu presencia, pero, ¿acaso no soy cristiana? Una cosa es que me desagrades y otra cosa es que te odie. — Sí, pensé que dirías eso, lo que me lleva a otra teoría. — ¿Cuál es esa teoría? ¡Oh, muero de curiosidad! — Me amas tanto que para disimularlo finges que te desagrado. Cuando Jesse escuchó esas palabras, deseó golpearlo, pero, eso hubiera hecho enojar a su padre, así que, ella no dijo nada y se alejó con la firme convicción de que el nuevo huésped que su padre había llevado pronto sabría que no valía la pena hacerla enojar. Por su parte, el joven Izhar se sintió frustrado, evidentemente su provocación había sido en vano. Cuando llegó la hora de la cena, Jesse, sus padres y el joven recién llegado se reunieron en el comedor. La cena empezó en un ambiente agradable, pero, el ambiente agradable terminó cuando el señor Gaspar decidió iniciar una conversación. — ¿Qué tal te ha parecido todo Izhar? — Ah, bueno yo… Jesse se tensó al escuchar la pregunta de su padre y por eso ella miró al joven; su mirada era una mirada de advertencia. — ¿No te ha gustado? —insistió en preguntar el señor Gaspar. — La verdad —Izhar hizo una breve pausa—… la verdad es que no pude ver nada. Señor, su hija se sintió mal y por eso me fue imposible conocer los lugares que rodean la casa. Pero… — ¡Eres un desgraciado! ¡Eres un chismoso! —gritó Jesse. — ¡Jesse compórtate! —exclamó el señor Gaspar. — ¿Quieres que me comporte? Siempre lo he hecho y aun así usted está tratando de imponerme la compañía de alguien a quien no tolero. — ¡Ya he tenido suficiente, niña! Jesse bajó su cabeza y contuvo sus ganas de llorar. Era evidente que su padre la estaba regañando por culpa del recién aparecido y, aunque en el momento tenía una actitud de niña sumisa, ella definitivamente no dejaría pasar el asunto. — Lamento haber causado el extraño ambiente —intervino Izhar—. Yo no debí venir. Lo siento; creo que lo mejor es regresar a casa de mi abuela. — Nada de eso Izhar —habló el dueño de la casa. Éste se tomó un momento para calmarse y posteriormente abrió una vez más su boca—. Te ruego que disculpes la actitud de mi hija. — Creo que ya no me apetece nada —habló Jesse. La niña se levantó y, aunque el señor Gaspar le ordenó que se sentara nuevamente, ella no quiso escucharlo y caminó lejos de aquel comedor. — Lamento mucho el comportamiento de mi hija —habló la esposa del señor Gaspar para tratar de relajar el pesado ambiente—. Jesse en ocasiones tiene un carácter difícil. — No se preocupe señora, su hija aún es una niña. — Por favor llámame Jennifer. Izhar asintió y le dedicó una sonrisa a Jennifer. Entonces el señor Gaspar abrió su boca. — Me avergüenzo del comportamiento de mi hija, ella usualmente no es así; no entiendo qué le sucede. — Señor, no hay problema; entiendo muy bien a su hija —expresó Izhar. — Tengo que pensar que castigo debo darle ¿Alguna sugerencia Jennifer? — Por favor no lo haga, no quiero que ella me odie más de lo que ya lo hace. — De ninguna manera, esa niña debe aprender y asumir sus errores. Cielo habla con nuestra hija. Jennifer no pretendía decir nada, pero, al ver las miradas de las dos personas que estaban con ella en la mesa, ella asintió y luego abrió su boca. — Lo haré. Ahora hay que terminar esta comida, espero que lo ocurrido no les haya quitado el deseo de comer. Mientras tanto, Jesse se encontraba en su habitación. Ella estaba meditando sobre lo que había ocurrido. Entonces comprendió que se había excedido. — Seguro mi padre querrá castigarme ¿Qué clase de castigo me dará? —pensó en voz alta y luego resopló— Izhar, prometo que las cosas no se quedarán así. Tiempo después la niña salió de su habitación. Ella fue a la habitación que su madre había organizado para el joven. Ella entró cuidadosamente y empezó a observar todo, entonces una maleta llamó su atención. Y, aunque la niña intentó levantar la mencionada maleta, al final se rindió; ella entendió que no tenía la suficiente fuerza. — ¡Qué pesada! —se lamentó— Izhar, Izhar, yo no quería llegar a esto; tú me obligaste. Jesse abrió la maleta y vio un par de libros sobre la ropa cuidadosamente, entre esos libros estaba una Biblia, así que, ella tomó la Biblia y la puso de forma delicada sobre la cama, después empezó a sacar ropa. La niña tiró al piso toda la ropa del joven Izhar y posteriormente empezó saltar sobre la misma. Y cuando se cansó de saltar, entonces salió de aquella habitación para regresar a la suya. — Hija, ¿podemos hablar? —preguntó Jennifer en cuanto vio que Jesse entraba. — ¡Ahhh! —se asustó Jesse. Jennifer entrecerró sus ojos y cuando Jesse vio la forma en la que su madre la observaba, desvió su mirada. — Mamá, me asustaste. — ¿Por qué? —ella se levantó de la cama y se acercó a Jesse— Jesse, ¿de dónde vienes? — Del baño externo, estaba haciendo mis necesidades de niña. — Tu baño privado está aquí. — Pero está sucio —la niña se alejó y después se sentó en su cama— ¿De qué quieres hablar? — Tú sabes sobre qué quiero hablar. — Lo siento mamá, no quería ser grosera con tu invitado. — ¿Por qué será que no te creo? —Jennifer se acercó a la niña— Jesse, mírame —ordenó la madre y la hija obedeció—. Bien, ahora dime lo que te sucede hija; habla conmigo —Jennifer esperó una explicación y Jesse no tardó en empezar a hablar. — Desde hace días he escuchado a mi papá, últimamente habla mucho acerca de él. — ¿De Izhar? — Sí. Veo que mi papá está encantado con él. Lo que Jesse decía era verdad, inicialmente ella no decía nada, pero durante los últimos días, ella escuchó que su padre hablaba sobre lo buen muchacho que era Izhar. Un muchacho que era el hijo de una amiga de su padre. Un muchacho que desafortunadamente creció sin padre y, aunque su madre había estado a su lado, años antes, ésta se había ido a trabajar a otra ciudad y había dejado a Izhar con su abuela. Todo eso lo sabía Jesse y hubo momentos en el que sintió pena por Izhar, pero, esa pena acabó cuando su padre informó que él sería el nuevo huésped en su casa. — Así que estás celosa —afirmó Jennifer. — No es cierto —se defendió la niña. — Hija, William te adora, eres su única hijita y nada va a cambiar eso; nadie ocupará el lugar que tienes en el corazón de tu padre. — Papá no tiene hijos varones. — Contigo es suficiente, créeme, nadie va a suplantar tu lugar en esta casa. — ¿Lo prometes? — Lo prometo. — ¿Papá me castigará? — Toda acción tiene sus consecuencias ya sean buenas o malas —dijo Jennifer y la niña reflexionó un momento, entonces se volvió para mirarla. — Mamá, ayúdame para que no sea una consecuencia muy mala. — Lo haré —Jennifer le dio un beso en la mejilla, después se acercó a la puerta y la abrió—. Espera cinco minutos y luego ven a nuestra habitación. — Bien. Al día siguiente Jesse se levantó muy temprano. Ella debía cumplir lo que le había prometido a su padre la noche anterior y por eso decidió buscar a Izhar. Ella fue a la habitación del mencionado joven y justo cuando pretendía tocar, éste salió de la habitación. Jesse bajó su mano y, al ver que Izhar la miraba fijamente, inexplicablemente se sintió intimidada. Ella no sabía qué decir. — ¿Vienes a disculparte por el estado en el que dejaste mi ropa? —preguntó Izhar y el rostro de Jesse se sonrojó. — ¿De qué hablas? —dijo la niña, entonces Izhar sonrió. — De no ser por tus mejillas, creería que eres inocente. Cuando la niña entendió que el joven no estaba enojado, resopló y lo miró despectivamente. — Hoy no quiero discutir ¿Estás listo? — ¿Para qué? —preguntó el joven desconfiado. — Acompáñame. — ¿Y ahora qué harás? Te lo advierto, una broma de tu parte y yo inmediatamente se lo diré al señor Gaspar. — ¿Me estás amenazando? — No, yo no amenazó; habló y después hago. Jesse se mofó internamente del joven, pero no se atrevió a decir nada, pues, ella entendió que, en caso de hacerle algo, Izhar definitivamente le iría con el chisme a su padre. Poco después los dos llegaron al establo que estaba a pocos metros de la casa y Jesse se detuvo un momento para mirar a los trabajadores que ordeñaban las vacas. Posteriormente fue a la parte donde estaban encerrados dos caballos, entonces se detuvo. — ¿No son lindos? —ella giró su cabeza y descubrió que Izhar también tenía sus ojos sobre los caballos— ¿Quieres hacer un recorrido? — ¿A dónde iremos? — Tú irás en W y yo iré en J. — ¿W y J? — Sí, Willy y Jeff —Jesse señaló al cleveland bay y después a la yegua pura sangre inglés. — ¿Llamaste a tus caballos como tus padres? —preguntó Izhar mientras observaba que la niña se acercaba a la yegua que había señalado para acariciarla. — No, mis padres no quisieron que tuvieran sus nombres, así que, he abreviado los nombres. Mi idea era que mis padres no se enteraran. — ¿Y crees que ellos no lo saben? — Lo saben, pero ya les expliqué el porqué de los nombres; ellos estuvieron de acuerdo. — ¿Por qué les pusiste esos nombres? — Mira, te diré claramente que no somos amigos ¿Vale? Si estoy haciendo esto es porque mi padre me pidió que te enseñara todo lo que hay alrededor. — Ya tengo claro que no somos amigos —dijo Izhar al mismo tiempo que señalaba la camiseta arrugada y sucia que se había puesto. Jesse se sintió avergonzada y por eso desvío la mirada. — Vamos rápido, no quiero decepcionar a mis padres. — ¿Harías cualquier cosa que tus padres te pidan? — Amo a mis padres y quiero obedecerlos. Ellos son muy buenos conmigo. — ¿Los amas tanto como para aceptar mi compañía? — Sube al caballo, no quiero tardar mucho —dijo la niña, ignorando así la pregunta del joven. Jesse fue la primera en subir y cuando Izhar vio la forma en la que ella subía sobre la yegua, él se sorprendió ¿Quién rayos le había enseñado a subir con tanta agilidad? — Tus padres te aman también. Me he dado cuenta de eso en muy poco tiempo —comentó el joven mientras subía al caballo. — No quiero hablar de mi relación con ellos. Lo que quiero es pasear ¿Entiendes? —dijo ella quien no quería hablarle. — Entiendo —el joven suspiró—. Bien, entonces guíame. — Bien. Y solo para que lo tengas claro, debes saber que yo no te odio. — Lo sé —expresó Izhar y después comenzó a galopar— ¡Estás celosa de mí! Jesse ignoró lo que Izhar había gritado y, a diferencia del joven, ella prefirió iniciar su recorrido de forma lenta. Cada vez que Jesse recorría el pueblo donde ella vivía, admiraba todo lo que estaba a su alrededor. A diferencia de aquellos adultos que anhelaban marcharse de aquel pueblo, ella amaba el campo; ella no se quejaba de nada. Pero, ¿quién se quejaría si tuviera una linda finca, vacas lecheras, hortalizas y represas en las que podía sumergirse cuando el sol estaba en su máximo esplendor? Izhar y Jesse hicieron un recorrido a lo largo y ancho de la finca del señor Gaspar. Y cuando ya no quedaba nada para mostrarle a Izhar, Jesse decidió ir a una de las represas que su padre había mandado a construir. Aquella represa era exclusivamente para bañarse. — ¿Qué te parece? —la niña señaló la represa que estaba frente a ella— ¿No es bello todo lo que hasta ahora has visto? No entiendo el motivo por el que muchos adultos se quejan de la vida en el campo. — Me parece que todo es lindo, pero… — ¿Qué? — Quizá la gente que se queja no tiene la misma calidad de vida que tienen tus padres. Jesse analizó las palabras de Izhar y entendió que el joven tenía razón. — ¿Alguna vez has querido irte del pueblo? — Más de las que crees. Quisiera superarme, ser alguien de bien. — Pero mis padres dicen que tú eres un buen muchacho. — Mi madre solía decirme que no existen las buenas personas y yo creo que ella tiene razón. Lo que existen son seres con defectos, seres que, en ocasiones hacen buenas obras. Jesse frunció el ceño, pero, al final no dijo nada. Sus padres siempre le repetían que todos los seres humanos tienden a hacer cosas malas y que por eso siempre se debe tener un guía, alguien que señale los errores para que los mencionados errores puedan corregirse a tiempo. — Mis padres vienen aquí conmigo, cada domingo, antes de ir a la iglesia —dijo la niña para cambiar el tema de conversación—. Aquí nos divertimos tanto. — Seguramente es así —comentó Izhar mientras la observaba sin que ella se diera cuenta—, tus padres te adoran y eso no va a cambiar. Jesse dejó de mirar la represa y puso sus ojos en Izhar. Entonces recordó lo que él había gritado minutos atrás y también recordó las palabras que su propia madre le había dicho ¿Había Izhar escuchado la conversación que ella y su madre tuvieron? — No era mi intención escuchar —expresó Izhar y la niña frunció el ceño. — ¿No te han dicho tus padres que escuchar conversaciones a escondidas es una mala educación? — No fue intencional ¿Acaso nunca has escuchado una conversación sin querer? Y, en cuanto a mis padres, ese tema no pienso hablarlo contigo. — ¿No te llevas con ellos? —insistió Jesse. Izhar no hizo ningún comentario, entonces la niña volvió a abrir su boca— ¿Es tu madrastra esa mujer a la que varias veces he visto junto a tu padre? — ¡Oh, qué niña más preguntona! ¿Por qué eres tan imprudente? — ¿Quién es imprudente? —Jesse resopló y después le dio la espalda. Izhar entendió que había hablado groseramente y por eso decidió disculparse. — Escucha Jesse, si me vine a vivir aquí es porque sé que tu padre está intentando ayudarme y, créeme, no quiero llevarme mal contigo ¿Por qué no intentamos llevarnos bien? — Debió ser difícil no convivir mucho con… Jesse cerró la boca al ver que el rostro de Izhar empezaba a transformarse, entonces bufó. — Bien, bien, no seguiré hablando de tus padres. Y creo que puedo tratar de llevarme bien contigo. — Perfecto. Los dos hicieron silencio y observaron el agua de la represa durante algunos minutos. — No quiero que me tengan lástima —comentó Izhar—. Esa es la verdadera razón por la que no me gusta hablar de mi familia. — No siento lástima por ti, ni te desprecio. — ¿No? Pequeña, mientes muy mal—Izhar sonrió—. Pero me hace bien saber que ya no me desprecias. — Pude aclarar mis pensamientos. Creo que me dejé llevar por una impresión equivocada cuando te vi llegar. — Me parece bien que lo hayas aclarado. Ahora puedo tratarte como si fueras mi hermana. — Nunca he sabido lo que se siente tener un hermano —se lamentó Jesse. — Da igual, yo tampoco sé lo que se siente. Ambos sonrieron y poco después Jesse señaló la represa. — ¿Quieres entrar? — ¿Y si se enoja tu padre? — No, él sabe que si llego a este lugar sin duda volveré con mi ropa mojada a casa. — Entonces —Izhar se acercó, la cargó y cuando la niña quiso protestar fue tarde; ambos cayeron y se sumergieron en el agua. — No me esperaba eso —dijo Jesse cuando sacó su cabeza del agua. Ella empezó a toser, entonces giró su cabeza y vio a Izhar a pocos centímetros de distancia. — Lo siento ¿Tragaste mucha agua? — Solo un poco, pero no te preocupes —Jesse le dedicó una sonrisa—. Eso fue indignantemente divertido ¡Quiero volver a repetirlo! — Mejor no, no quiero que termines ahogándote por mi culpa. — No voy a ahogarme, pues, aunque no sé nadar, en este punto el agua me llega a los hombros. Oye, ¿quieres enseñarme a nadar? — ¿Qué te hace creer que yo sé nadar? — ¿Qué edad tienes? — Tengo 17 años. — Tienes casi el doble de mi edad, lo que significa que sí sabes nadar —ella se acercó a él y le agarró el brazo—… enséñame ¿Sí?. — No creo que sea buena idea ¿Y si llegara a pasarte algo? — No me pasará nada. Tú que eres mi hermano mayor no lo permitirás. — Hermano mayor —susurró Izhar. — Sí —Jesse frunció el ceño— ¿Acaso ya no quieres serlo? — Me encantará ser tu hermano mayor. Y como tú hermano mayor, te diré que es mejor que regresemos, pues, aunque tu padre te pidió que me enseñaras su finca, seguramente a él no le gustará el hecho de que regresemos muy tarde y no estemos presente para desayunar. — En realidad fue mi idea traerte hasta aquí. Papá, me dijo que debía encontrar una forma de hacerte sentir cómodo y entonces se me ocurrió pasear ¿Estás cómodo? — Sí, ha sido un buen paseo. — Bien, debes decirle eso a mi padre. Ahora sácame de aquí, hermanito, pues tú tienes razón, a mi padre siempre le gusta comer con todos los miembros de la familia. — ¿Quieres que te cargue? — Tú me lanzaste al agua, así que, ¿no deberías ser tú quien me saque? —dijo Jesse quien tenía una sonrisa dibujada en el rostro, sin embargo, esa sonrisa desapareció cuando Izhar se acercó y la tomó del brazo— ¿Qué haces? —Jesse tiró de su brazo— Izhar, solo bromeaba; yo puedo salir sola. — Ya es tarde para arrepentirse. Momento después, ambos salieron del agua, entonces Izhar subió a Jesse sobre el caballo. — ¡Oh no, yo quería volver con Jef! — ¿No quieres compartir con tu nuevo hermano? — Nunca he compartido a Jef. Supongo que hoy puedo hacer una excepción.

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