Conocer el mundo por primera vez
Cuando nací mi nombre fue asignado como por arte de magia, Circe Gaia, esa soy yo, desconozco la naturaleza de mi nombre, ni siquiera sé si mis padres lo eligieron para mí, pero fue extraña la manera en la que llegué a este mundo.
Por supuesto tengo una madre y un padre, pero mi tez blanca y pálida no encajaba con ninguno de ellos, mis ojos azules y mi cabello blanco tampoco venía de ninguno de ellos, pero ella era mi madre y él mi padre, incluso los doctores dudaban de eso y a espaldas de mis padres hicieron muchas pruebas para comprobar la naturaleza de mi existencia ¿quién se atrevió a eso? mis abuelos, los padres de mi padre, hasta ver los resultados de los estudios aceptaron que yo era su nieta.
Desde mi primer día en este mundo comprendía todo lo que pasaba a mi alrededor, las cosas que hacían los adultos que me rodeaban y las imágenes y videos que observaba desde lo que decían era una pantalla, cerca de mi visión, no podía hablar y moverme como todos con libertad y eso me molestaba.
Pero había algo más, mi debilidad, desde el primer día preocupaba a todos, pero más a mis padres. Los médicos, incluso los más reconocidos, jamás supieron explicar mi débil naturaleza, mi palidez o mi cabello como la nieve.
Mi familia entera, hablo de mis padres y abuelos, siempre murmuraban que algo iba mal, ¿por qué ella no hace nada? ¿por qué no es especial? Pero no había nada mal conmigo, yo me sentía bien, estaba viva y vivía feliz conociendo este mundo de la mano de mis padres.
Cuando empecé a moverme por mis propios medios, que fue justo después de mis 3 meses de vida, salir de casa se convirtió en un hábito, aprovechaba los descuidos de mis padres y atravesaba la puerta en cada oportunidad. El jardín principal de la casa se convirtió en mi sitio favorito, la suavidad de la hierba rozando mis rodillas y mis pies era una sensación agradable, y cuando esa hierba estaba húmeda la sensación era aún mejor.
Y la mejor parte es que siempre había visitantes inesperados, un pequeño conejo, una ardilla veloz, y alguna que otra criatura que volaba y se situaba en los árboles y arbustos del jardín. Parecía que todas las criaturas me buscaban para hacer un gran espectáculo ante mis ojos y por supuesto, yo siempre disfrutaba de esos espectáculos. ¿Eran criaturas peligrosas? No lo creo, de otro modo mi madre no se sentaría a observar desde la cocina mientras yo aplaudía y los animales hacían sus agraciados actos.
Al paso del tiempo aprendí a caminar y ver los espectáculos de las criaturas que me visitaban eran más entretenidos, con más sonidos y más participantes, y entonces me unía a sus espectáculos girando, saltando, sonriendo y aplaudiendo.
Cuando tuve la edad suficiente mi madre me dio más libertad, mi curiosidad era cada vez mayor y de los libros había aprendido sobre la naturaleza que me rodeaba, había muchas más especies a mi alrededor, en las afueras de la casa y deseaba conocerlas todas.
Esa tarde salí de casa, después de caminar mucho tiempo entre el verde follaje y trepar algunos árboles a lo lejos miré una criatura hermosa, había leído que su nombre era ciervo,y que se asustaba fácilmente, pero quería observarlo de cerca así que sigilosamente me acerque a paso lento y seguro, pero al pisar un roca resbalosa cerca de un pequeño riachuelo mi caída asustó al ciervo que corrió despavorido. Corrí tras él a paso veloz, pero lo perdí de vista en un instante.
Aquel claro había llamado mi atención, sin duda en aquel lugar habían habitado muchos animales y muchos árboles de gran tamaño, pero ahora solo quedaban restos de aquello. fue entonces cuando descubrí las grandes atrocidades que hacían los humanos con mi hogar. Lloré desconsolada y regresé a casa.
-¿Qué ocurre? -preguntó mi madre preocupada al ver mi semblante
Le expliqué lo que había visto y el dolor que me había causado hacerlo.
Ella sólo me miró de manera tierna y me abrazó. Después de eso me explicó las cosas que ocurrían.
Y desde ese día me dediqué a ver cómo la humanidad terminaba poco a poco con la naturaleza.
Me enamoré de la naturaleza, o lo poco que quedaba de ella, amaba sentir el viento en mi rostro, la lluvia y la nieve en mis manos, el olor de la hierba verde y las flores; el sonido de los insectos y los animales que habitaban cerca de casa, y el de lluvia golpeando el piso; adoraba el olor que desprendían las primeras gotas al mojar la tierra seca, y el sonido el agua corriendo en el río que rodeaba las montañas que protegían el lugar que yo llamaba: hogar.
Mi casa siempre estuvo apartada de la sociedad y eso era algo que agradecí con todo el corazón, podía disfrutar de la naturaleza a mi alrededor, pero no, no éramos pobres, mis padres gozaban de una inmensa fortuna que no escondían de nadie, y por eso podían darse el lujo de vivir en una casa de campo en medio del bosque, sin nadie que perturbara mis sueños y nos molestara por pequeñeces como solía ocurrir con otras personas en la ciudad más cercana de la que nos proveían de víveres y ciertas comodidades necesarias para los humanos.
Odiaba hacer esos viajes al pueblo atestado de humanos, las personas se asombraban al mirarme y decían muchas cosas sobre mí, eso sólo preocupaba más a mis padres y en realidad no me importaba la opinión de nadie. Rara, hermosa, brillante, descolorida, esas eran algunas de las palabras que usaban para describirme. Pero más los odiaba por lo que representaban para mí, el enemigo, los que eran como ellos eran los culpables de que mi amada naturaleza desapareciera poco a poco, extinguiendo muchas especies de animales y plantas, talando árboles y convirtiéndolas en extravagantes muebles.
Pero yo era amada y libre, mis padres me enseñaban en casa lo que otros niños aprendían en las escuelas, y amaba más a mis padres por eso. Estar rodeada de personas para mí era algo casi insoportable, no me gustaba hablar y menos relacionarme con otros.Hablar y convivir con mis padres era suficiente para mí, ellos eran personas muy inteligentes y con muchos títulos profesionales, eran mi modelo de vida y mi mundo entero.
