ERES PARA MI

Janine Anderson dejó de vivir con sus padres en un apartamento de Nueva York el día que los tres se mudaron a una preciosa casa en una calle arbolada de New Hampshire cuando la pequeña contaba con tres años de edad. ¡Estaba loca de emoción! Así sin más, tenía un jardín con un columpio, una acera donde poder montar su gran bicicleta rosa y, lo mejor de todo, un compañero de aventuras. Damian Blake, de cuatro años, era su vecino de al lado y su mejor amigo. Se hicieron muy buenos amigos en tan solo unos meses. Damian y Janine hacían competiciones con sus enormes bicicletas por la acera de sus casas, preparaban picnics con mantequilla de cacahuetes y mermelada como protagonistas de comercial y jugaban juntos en la piscina infantil del parque además veían la televisión siempre al lado del otro, lo que generalmente hacía que al menos uno acabara siempre quedándose dormido en el sofá. Tan grande era su amistad que sus respectivos padres decidieron construir una casita de madera que comunicaban los jardines de ambos. A medida que los niños fueron creciendo, la casa del árbol se fue convirtiendo en su lugar favorito en el que refugiarse. Allí podían ser piratas exploradores en busca de tesoros, compartir sus sueños a la vez que comían galletas a escondidas, o simplemente tumbarse boca arriba y mirar hacia el cielo a través de la trampilla en el techo y observar las nubes y las estrellas mientras que hablaban de cualquier cosa que cruzara por sus mentes. En la casa del árbol se convirtieron en unos mejores amigos inseparables y sabían, en el fondo de sus corazones, que esa relación tan especial jamás tendría fin. Damian fue el primero en ir a la escuela. Estaba muy emocionado cuando ese autobús escolar tan grande y amarillo lo recogió enfrente de casa. Janine, por su parte, tuvo que observar la escena desde la ventana frontal que daba a la calle, con lagrimas en sus ojos, convencida de que su pequeño mundo se derrumbaría a su alrededor. Sin embargo, un año después, Janine estaba subiendo esos altísimos escalones junto a Damian para después sentarse a su lado de camino a la escuela. Damian y Janine. Janine y Damian . Ambos inseparables. Bueno, al menos eso creían. Unos años después Janine corrió hacia la ventana de su dormitorio, la abrió y lanzó un cacahuete. El fruto seco golpeó el cristal de la ventana de enfrente e inmediatamente después, alguien corrió las cortinas a un lado. —¿Qué? —Damian levantó los brazos inocentemente. —¡Abre la ventana! —gritó. Damian se puso una mano detrás de la oreja. —¿Qué? —dijo de nuevo con media sonrisa. Aguantándose las ganas de reír, Janine le hizo un gesto para que subiera el cristal. —Abre la ventana —repitió lentamente mientras levantaba las manos. Damian imitó su movimiento con una mirada confusa. —¿Qué quieres que haga? —bromeó. Sacudiendo la cabeza con frustración, Janine subió su ventana y se asomó. —¡Abre la estúpida ventana! —gritó mientras que, enfurecida, levantaba la suya solo para darse cuenta de que su amigo ya se le había adelantado. —¿Damian ? —escuchó la chica decir a la madre de este desde el interior—. ¿Por qué está Janine gritando de esa manera? Damian sonrió y entonces contestó a voces. —Creo que ha perdido un tornillo, mamá —dijo. No te preocupes. Yo le ayudaré a encontrarlo. Y sin más, sacó la cabeza por la ventana. —Eres un idiota —dijo Janine tratando de no reírse. —¿Qué pasa? —preguntó Damian inocentemente. —Me has estado escuchando todo el tiempo —le acusó. —¿Quién? ¿Yo? —Es igual. He venido porque tengo que darte la mejor noticia del mundo. —Bueno, cuéntame la mejor noticia del mundo que yo luego tengo para ti la más triste del mundo —respondió él mientras que la sonrisa se borraba de su cara. —¡¿Qué?! ¿Qué triste noticia? —Tú primero. —Está bien. ¡Me han aceptado en la banda universitaria! —dijo Janine con una gran sonrisa. Damian la observó por un momento. —Tengo una pregunta… Ella asintió. —Por supuesto. —¿Freddy ha conseguido entrar también o vas a tener que ir tarareando las canciones? —preguntó haciendo alusión a la basura de instrumento que le habían puesto. Janine agarró otro cacahuete del bol y lo lanzó con fuerza pero Damian lo atrapó en el aire y se lo metió en la boca. —Interpreto entonces que Freddy también ha sido admitido —dijo mientras masticaba. —Sí, pasó la prueba sin problemas. Bueno, ahora cuéntame tu noticia. —Mi padre va a estar trabajando en una consultoría de California durante un año—dijo con un suspiro—.Y va a llevarnos a mi madre y a mí con él. Alquilaremos un apartamento. ¡¿California?! —exclamó Janine—. ¿Todo el verano? ¿Es que acaso no sabe que tenemos planes? Damian asintió. —Sí, se lo dije, y simplemente se limitó a decir que tendríamos que cambiarlos. —Eso no es muy comprensivo por su parte. ¿Qué hay del campamento de fútbol? —Al parecer, ha hablado con el entrenador, así que se ha comprometido a ayudarme a entrenar en California —dijo—. Será divertido. Entonces, subió la mirada hacia ella. —Tal vez podría hablar con tus padres y convencerles de que vengas con nosotros. Estoy seguro de que habrá espacio de sobra. Janine suspiró. —Eso no puede ser. Los ensayos con la banda son todo el verano. —¿No podría ir Freddy por ti? —Ojalá —contestó Janine preocupada—. Esto es lo peor. Ella se quedó en silencio por un momento y luego lo miró. —¿Cuando te vas? —El viernes, justo después de la escuela —dijo—. Prepararemos todo el equipaje entre hoy y mañana. Me han pedido que te preguntara si sería mucho trabajo que te pasaras a regar las plantas una vez por semana. —Sí, claro, no será ningún problema —dijo—. Pero… un año... y su casa... —Ya. Ya lo sé. No te preocupes porque nos mandaremos mensajes a todas horas. —Sí, será como si estuvieras al lado —afirmó ella con una media sonrisa—. Al fin y al cabo, todo lo que hacemos últimamente es mensajearnos por el móvil. Damian sonrió. —Te echaré de menos. Janine asintió en respuesta. —Estaré aquí cuando vuelvas. —Más te vale —respondió él—. ¡Y ni se te ocurra buscarte otro mejor amigo! —Lo mismo digo —acentuó ella—. No dejes que te traguen las olas. Los dos amigos escucharon a la madre de Damian llamarlo desde la otra habitación. —Tengo que irme —dijo mientras metía la cabeza y bajaba lentamente la ventana. —Adiós —respondió Janine. Después, se quedó mirando hasta que Damian volvió a correr las ventanas para hacer lo mismo. ¿Qué demonios iba a hacer todo un año sin su mejor amigo?