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No me haces falta

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¿Un bebé? 

¿Esa era su condición para divorciarnos?

Ante la muerte de su padre y la de su futuro esposo. Georgiana se entera que ahora debe desposarse con el heredero de los Lombardi; enemigo de su padre. 

Tras haber vivido bajo el cruel abuso de su madre,  los constantes golpes que ella le propinaba y las incontables veces que pasó hambre; por el favoritismo que su progenitora le tenía a su hermana. Georgiana decide aceptar el matrimonio como escape de su realidad y la posibilidad de terminar sus estudios.

Pero ¿Qué pasará cuando la convivencia ocurra y vaya descubriendo los secretos de Loid; su ahora esposo?

Georgiana solo quiere una vida normal, y sentir algo de ese amor que una vez le quitaron ¿Será Loid el hombre que llene ese vacío? ¿Podrá un corazón roto amar de nuevo? Incluso cuando descubra que él es el responsable de la muerte de su primer amor, y más aún cuando esté se refiera a ella como un mal necesario para conseguir un heredero de buena cuna.

Sin pensarlo dos veces, ella le exige el divorcio, pero es allí donde él saca a relucir el acta que ella firmó en el matrimonio; deberá como mínimo darle un hijo; si a cambio desea el divorcio ¿Cuál será la decisión final de Georgiana? ¿Cuál es ese gran secreto que Loid guarda? Descubrelo.

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No me haces falta
Jamás olvidaré aquel instante. Realmente me imaginaba algo distinto. En mi mente pensaba que ella sería una muchacha llorona, caprichosa y aburrida, pero cuando salió, no se escondió ni se inmutó en ningún instante. Desde la cabeza con esa cabellera llamativa en color rojo, hasta la punta de los pies, ella se mostraba altiva e imponente. Entonces, vi sus ojos verdes; estaban irritados, tal vez había llorado, pero para disimularlo se los cubrió con unas gafas oscuras, mas al ser vista por su madre, fue obligada a quitarselos. Mostrando una postura recta, ella caminó sin temor alguno frente a mí, nuestras miradas se cruzaron y por casualidad visualicé sus labios color carmesí; se veían agrietados y resecos. Aquella joven no es una gran belleza, de hecho no la consideraría de mi tipo, pero al estar en estás condiciones, no tengo otra opción. Disimuladamente, ella trató de cubrir sus muñecas con las mangas de su ropa, como si intentara ocultar algo. Misteriosa, sí, eso era. Exhalando largamente y sin interés, dirigí mi vista a quien la acompañaba. La mujer que la llevaba del brazo era la reciente viuda de Gabbani ¿Y que tenía de especial? Bueno, sucede que el difunto señor; era mi principal rival en el mundo de la construcción, un oponente al que enfrenté, luego de que heredé la riqueza de mi familia "Lombardi". No obstante, el motivo de mi presencia, era para algo más que darle el pésame. —Bienvenido a nuestro humilde hogar, señor Lombardi, espero que lo hayan tratado con hospitalidad —dijo la madre de la joven de unos 18 años—. Es grato tener visitas, a pesar del difícil momento que atravesamos. —Entiendo su dolor, señora, puesto que estuve en el instante de la tragedia. Solo espero que pronto atrapen a los responsables. Me levanté del asiento, para acortar la distancia, y tan pronto tuve más cerca a esas dos mujeres. Fui directo al grano. —Imagino que debe estar enterada del motivo de mi presencia. Asintiendo repetidamente, la mujer sonrió con ambición. —Leí su mensaje y tanto mi hija como yo damos el consentimiento a este matrimonio. No sabe lo feliz que me hace, al saber que mi primogénita será la futura señora Lombardi. Como madre, esto me causa alivio. Al decir esto, la joven miró por la ventana, pensé que diría algo, pero solo guardó silencio, como si se resignara a su destino. Que extraña, no mostraba reacción alguna. —Que raro —irrumpió la mujer de abundante cabellera oscura—. Las maletas de mi hija ya deberían estar aquí. Estos empleados son unos lentos, iré a ver qué sucede. Los dejo a solas. Al retirarse, el silencio reinó. Que irónico, me iba a casar con la hija de mi enemigo y ni siquiera sabía el nombre de mi futura esposa. —Señorita… —Georgiana —respondió, como si adivinara lo que quería preguntar, al mismo tiempo que me daba la espalda. —Georgiana… —murmuré, sintiendo un sabor distinto en mis labios—. Sabrás que desde este momento… De repente, la vi llevarse las manos al estómago, girando lentamente para verme a los ojos. —Señor Lombardi… —dudó, mirando de un lado a otro como si temiera que alguien la descubriera—. ¿Tendrá algo de comer? —me preguntó, provocando total sorpresa en mí. —¿Comida? —parpadeé incrédulo—. ¿Acaso estás haciendo alguna dieta? Ella me miraba con ojos suplicantes y las manos entrelazadas con esperanza, relamió sus labios, fue ahí que descubrí los moretones que ella había tratado de ocultar. Mirándola más de cerca, incluso pude visualizar la sombra de una cicatriz en esos labios resecos y el golpe que trataba de ser cubierto bajo suaves brochas de maquillaje. Entonces, ambos escuchamos los pasos cercanos de alguien que bajaba por las escaleras. —Es mamá… P-por favor señor Lombardi, no le diga nada. Acomodando su cabello rojizo sobre sus hombros, volvió a alejarse, al tiempo que escondía las manos dentro de las mangas de su vestido. —Aún están terminando de guardar sus cosas, pero las llevarán a su auto, señor Lombardi. En todo caso… si usted gusta, puede quedarse a esperar o… —No hace falta señora, en realidad traigo prisa, mido mi tiempo y me gusta que las cosas sean exactas. —De acuerdo, entonces, mandaré a uno de mis empleados a dejar las pertenencias de mi hija en su residencia —respondió, para luego acercarse a su hija. Tomando las mejillas de Georgiana, le dejó un beso en cada lado. —Eres mi más hermoso bien, sé obediente, agradecida y complaciente con tu marido. Dale honor a la memoria de tu padre. No me hagas quedar en vergüenza, mi niña. La joven no mostró ninguna emoción, tan solo se quedó inmovil, sin bajar la cabeza o mostrar temor, hasta que su madre la soltó. Fue una despedida corta, nada emotiva, y apenas salimos, mi futura esposa soltó una corta exhalación, pero eso fue todo. Ninguno intercambió palabras, todo se dio en absoluto silencio, mientras mi chofer nos llevaba a mi residencia. Al llegar, ella fue instalada en una habitación que ocuparía hasta el día de nuestro matrimonio. —Como puedes ver, esta será tu casa desde hoy. Podrás decidir, hacer y deshacer cuanto quieras. No voy a imponerte mi voluntad, mas solo te daré una recomendación, no busques más de lo que no debes y jamás se te ocurra traicionarme, porque no querrás verme enojado. No tuve tiempo de hablarle o explicarle más cosas, pues soy un hombre muy ocupado. Ya había sido suficiente con ir personalmente a traerla, tenía asuntos más importantes, que estar perdiendo mi tiempo en ella. Dejé a Eliana; mi ama de llaves, quien se iba a encargar de resolver las dudas de Georgiana. Solo esperaba que esta mujer fuera capaz de ser digna de llevar el apellido Lombardi y ser una esposa decente. ——————— (POV Georgiana) Había sido llevada a una casa ajena, fui arrebatada de mi madre, todo lo que he vivido en mi antigua casa quedaría atrás y yo… Yo… —Soy libre… —susurré, sintiendo una roca pesada que caía de mis hombros. El peso de ser la primogénita se había ido. Al estar sola en esta gran habitación, miré todo lo que me rodeaba, y pensé que esta decisión había sido la mejor de mi vida. ¿Qué podía ser peor que vivir en la casa Gabbani? Al menos el señor Lombardi parecía ser diferente, con suerte no tendría que ser tocada por sus manos. Lo cual para mi, era un gran alivio. Sin embargo, dentro de todo esto, solo había una cosa que me traía pesar. Sentándome en la cama, metí mi mano dentro de mi pecho y saqué a la vista, el collar que "él" me había entregado. Con la promesa de casarnos en su regreso, Orev me juró matrimonio. La mano derecha de mi padre siempre lo acompañaba en sus viajes de negocios, pero ahora ellos… Estaban muertos. —Debo dejarte ir, no es correcto aferrarme a tu recuerdo, aunque mi corazón sienta que aún vives. Guardé el collar en uno de los cajones de las gavetas, solo para que segundos después, entrara una mujer de unos cincuenta años. Ella me saludó, mientras llevaba una charola con algunas frutas frescas. Mi boca se hizo agua, y no pude concentrarme en lo que decía la señora. Todo lo que pensaba era en ese retortijón de estómago, tras no haber ingerido nada en dos días. —. Disculpe, la interrumpí ¿Eso es para mí? —señalé la comida. Ella asintió, ofreciéndome la charola con las frutas más deliciosas que hubiera visto en mi vida. —El señor las mandó para usted, dijo que podría tener apetito y… No dejé que terminara, cuando mis manos atraparon la manzana para devorarla con rapidez, ignorando por completo los modales que mi madre tanto me exigía. Pero muy contrario a recibir un grito, la mujer solo me observó y sonrió. —Parece que no has comido en días, niña. Ve más despacio. —Técnicamente así ha sido. Solo quería llenar mi estómago. —¿Cómo? Pero usted… Ella detuvo su vista en los moretones que mis brazos dejaban notar. Había olvidado por completo que mis mangas habían resbalado. —Emmm ¿Eres quien va a instruirme? —S-sí —respondió, volviendo a mirarme a los ojos—. Él señor ha informado que el matrimonio se dará mañana en la tarde, por lo tanto voy a darte solo unas recomendaciones, ya que no tenemos mucho tiempo. —Ser una esposa, imagino que se refiere a llevar la casa en orden. Aunque también quisiera poder terminar mis estudios. Dejé la universidad, porque mi madre pensaba que era una pérdida total de tiempo. —Bien, esos temas podremos hablarlo luego. A lo que yo quiero hacer referencia, es a su noche de bodas. Usted se ve muy inocente, y parece no saber nada de lo que sucede en una alcoba de recién casados. —Quieres decir que… Pero yo pensé que… —El señor puede ser muy amable hasta cierto punto, jovencita, pero no le gusta que lo contradigan. Deja que él maneje la situación, solo relájate. ¿Relajarme? Esta mujer me estaba hablando del sexo como si fuera ponerse unos zapatos nuevos. Admito que no tengo experiencia, pero sé lo que sucede entre un hombre y una mujer en la noche de bodas. No soy una estupida, mas no me sentía preparada para esto. Algo debía hacer. … Al día siguiente, después de cambiarme a un traje formal, me preparé para salir a firmar lo que sería mi acta de matrimonio, al mismo tiempo que recordaba el origen de los moretones en mi cuerpo. *Flashback* —¿Cómo puedes pedirme eso? Él aún puede estar con vida ¡Definitivamente no me casaré con nuestro enemigo! Nunca había desafiado a mi madre, pero quien diría que este acto, sería mi mayor error. Tras una bofetada que me mandó al suelo, sentí el sabor salado que bajó por mis labios, miré el suelo teñirse de rojo, seguido de un jalón a mis cabellos para que la mirara a los ojos. —Eres una maldita malagradecida ¡Tu padre ha muerto! Y el dinero empezará a escasear. Sabes que tu hermana es prioridad en esta casa, sin el tratamiento a su enfermedad, ella… —No me pidas eso… —supliqué—. Yo no puedo amarlo. —¿Y que tiene que ver el matrimonio con el amor? ¿O es que prefieres seguir parada con un velo de novia frente a la estación? ¡Él no volverá! ¡Tu padre y él murieron! Yo no quería aceptarlo, y sacudí mi cabeza en negación. —¡Deberías simplemente morir! ¡Hubiera sido un gasto menos para esta casa! ¡Tu deberías ser la enferma, no tu hermana! —Mamá… —Solo eres un error ¡Un maldito error! No sé cómo pude haberte parido. De más está decir que mi madre me odiaba. Fui llevada a mi habitación y cual trapo viejo, me lanzó al suelo, provocando que mis brazos se golpearan con fuerza en la dura superficie del suelo. Fui encerrada durante dos días, y se me negó alimentación absoluta. No era la primera vez que se me castigaba de esta manera, pero ya estaba cansada. Nunca entendería por qué mi madre me odiaba tanto. *Fin flashback* La boda fue simple, solo nosotros dos y unos pocos invitados frente a una mesa; donde firmamos el acta de matrimonio. Al contrario de muchas jóvenes que estarían dando saltos de alegría por el mejor día de su vida, yo solo suspiraba de alivio. Él no era mi querido Orev, pero al menos… Nadie volvería a lastimarme. … Cuando pensaba regresar a mi habitación, Eliana me detuvo. —No señora, sus cosas han sido llevadas a la recamara del señor. Ustedes ahora son marido y mujer. —Eliana… —la miré con nerviosismo. —Venga, la ayudaré a arreglarse. Sintiendo mi temblor, Eliana me apretó la mano, y al ingresar observé la gran cama de la habitación; las sábanas de seda, un cubo de hielo con una botella de champagne y dos copas. Apenas pude pasar saliva. Dejé que ella me soltara el cabello y lo cepillara para "mi noche bodas" me entregó una bata de seda que debía colocarme. Seguí sus indicaciones, sin levantar sospecha de mi plan. Todo quedó listo, incluso me ayudó a abrir el champagne. Ella se retiró y al estar segura que no volvería, saqué el pequeño frasco que guardaba dentro de una de mis maletas. —Por favor, que funcione —pedí al cielo. Cuando vertí el contenido en la copa, lo mezclé con el líquido de la bebida. Con suerte, él no recordaría nada y me liberaría de esto que no quería que ocurriera. De repente, él ingresó. Aún tenía su traje formal y parecía haber bebido, por el olor a alcohol que ingresó, sin embargo, estaba muy lúcido. Nuestras miradas se cruzaron, su expresión era totalmente seria. Admito que es guapo, pero también sombrío. Cuando él da unos pasos para acercarse a mí, lo veo quitarse el abrigo, otorgándome la visión de sus perfectos pectorales y abdominales. —S-señor —titubeo, retrocediendo a tomar las dos copas de champagne. —Soy Loid, muchacha. Eres mi esposa y no tienes que ser tan formal. —L-Loid… —tartamudeo, esquivando su mirada, pero me obligo a volver a verlo, no debo ser una cobarde, debo controlar mis nervios de lo contrario él se dará cuenta—. Han dejado este champagne, pensaba que nosotros podríamos… Sorpresivamente, Loid apretó suavemente mi muñeca, llevando la copa que era mía a sus labios. Mis latidos incrementaron, vi como el líquido bajó por su garganta y algo golpeó dentro de mí. —Exquisito… —murmuró relamiendo sus labios—. Ahora te toca a ti. —¿Yo? —Me bebí tu copa, pero supongo que no hay problema. —Emmm… Bueno yo… Su mirada se oscureció, y la presión en mi muñeca dejó de ser suave. —¡Bebe! —exigió. Ante su orden, retiré mi mano con rudeza, dejando caer el pequeño frasco que guardaba en la bata de seda. Loid fijó la vista y se inclinó a recogerlo. —Eso… —¡Ay! —dejando caer la otra copa al suelo, me quejé ante la fuerza de Loid en mis hombros. —¿¡Qué demonios es esto!? ¿¡Querías matarme!? —No, no —negué con la cabeza. —¡Te dije claramente que no iba a tolerar traiciones! —exclamó con una mirada que me causó terror. —No pretendía envenenarte, solo es una sustancia para que durmieras y… No cumplieras. Ante mi respuesta, su agarre se relajó, mas no me soltó. —Georgiana, soy un hombre que entiende tu situación. No es necesario ser un genio para saber que esto te causa temor. —Entonces, no es necesario que nosotros hagamos… —No, yo no he dicho eso. —Pero dijiste que no ibas a imponerme tu voluntad. —Eres mi esposa, tarde o temprano esto sucederá, y es mejor que te acostumbres. —Pero yo no deseo hacerlo, dormiré en el baño u otra habitación, y si alguien pregunta, mentiré. —Pero no podrás mentirme a mí. Su aliento golpeó mi olfato y mi cuerpo actuó solo. —¿Acaso me tienes miedo? ¿Por qué no dejas de temblar? —No es temor, tu sabes la razón —contesté, haciendo alusión a lo sucedido hace unos segundos. —Entonces, sabes de lo que soy capaz si alguien atenta contra mí, pero no soy un monstruo. —Déjame ir… —Si lo hago, seré yo quien me traicione. Y sin más, sus manos bajaron al nudo de mi bata, desatándolo y dejándolo caer a mis pies. Quise apartarlo, correr, gritar, pero estaba paralizada. Levantó su mano, creí que me golpearía como lo hacía mi madre cuando me quedaba inmovil, de modo que cerré los ojos con fuerza, pero en lugar de eso, sus dedos tocaron el moretón en mi hombro derecho. Al abrir los ojos, me di cuenta que él no miraba el resto de mi cuerpo, tenía la vista fija en el golpe, pensé que esto podría desagradarle, mas me sorprendió al posar sus labios en esa zona. —¡Mmm! —mordí mis labios con una sensación extraña que recorrió mi cuerpo, y fue entonces, que su otra mano fue a parar a mi pecho desnudo. —Si te causa temor, solo cierra los ojos, yo haré el resto. No sé a dónde se fue mi cordura, pero para cuando abrí los ojos, me encontré enterrando mis uñas a las sabanas, con él besando ese lugar prohibido. —Ya no lo hagas… Te pido que te detengas, esto es muy vergonzoso. Loid no respondió e hizo todo lo contrario, al colocar mis muslos en sus hombros, al mirar sus ojos azules y ver su torso desnudo, sentía un dolor en mi pecho. Estaba traicionando a la memoria de Orev. —Mi amor… —dije en mi mente, antes de sentir la presión de su virilidad en ese lugar que jamás fue tocado. Solo quería que esto acabe de una vez. El dolor que sentí en su primera embestida, fue terrible, me obligué a callar e inconscientemente una lágrima resbaló por mi mejilla. —Duele… Duele mucho… —Oh… Maldición… Eres tan apretada… —gimió, enterrando su rostro en mi cuello, volviendo a mover sus caderas. Pronto ese dolor inicial pasó y una sensación que jamás había experimentado me recorrió. Mis labios pedían que esto terminara, pero mi mente decía lo contrario. No terminó, hasta que sus brazos me apretaron a su pecho, y con un ronco gemido, soltara toda su simiente en mí. Incapaz de poder seguir despierta ante lo que acababa de ocurrir, lo miré por última vez, cuando su mano acarició mi mejilla. … Al amanecer, desperté en la misma habitación, me encontraba completamente desnuda, pero sin Loid a mi lado, no sé en que pensé, al creer que él estaría cuando despertara. —No puedo creer lo que hice… Me llevé las manos a mi cabellera, al darme cuenta lo que esto significaba. —Debo darme un baño, aún ni conozco esta casa, ni quienes la habitan —dije para mí, estirando mis piernas para alcanzar el suelo, pero apenas pisé y me enderecé, una fuerte punzada me obligó a sentarme. —Buen día, mi señora —me saludó Eliana, la hermosa señora, tomó lugar para entregarme el desayuno—. ¿Cómo se siente? —Algo adolorida, ¿esto es normal? Ella soltó una sutil carcajada —. En algunos casos lo es, pero ya se acostumbrará, al menos hasta que de a un heredero. Soportar más veces de esto. Yo no podría, seguro me moriría, sin embargo, al recordar lo suave que fue cuando sus manos me acariciaban, hacía que mi pecho saltara con extrañez. … Al paso de los días, fui conociendo a la familia de mi esposo, me enteré que tiene una hermana que estaba casada desde hace solo un par de meses, el esposo de ella parecía ser un tipo agradable, pero solo podía decir eso. En esta casa la única que al parecer me tenía respeto, era Eliana. Los demás empleados ni se detenían a mirarme, Al cumplir la primera semana de casados, pensé en ir a visitar a mi querida hermana, la extrañaba tanto, y aún en su condición, ella me consolaba cuando mi madre me daba esas duras palizas, siempre me encontraba a pesar de nunca haber mirado la luz, pero aún debía esperar, pues la madre de Loid estaría de visita, además de que se daría una fiesta, en honor a mi reciente matrimonio. … Este era mi primer evento como la señora de Lombardi, y me di cuenta que ya no podía seguir pensando en lo que no pudo ser. Esta era mi nueva vida y debía aceptarla. Sin embargo…. FUE MUY PRONTO PARA SENTIRME COMODA. La relación entre Loid y yo no era precisamente la de una pareja enamorada, pero tras la primera noche entre nosotros, no volvió a tocarme, de hecho ni dormía en la misma cama que yo. Según tengo entendido, su trabajo lo obligaba a pasar horas, incluso días fuera de casa. Había tanto que quería preguntarle, entre ellas: La razón por la que no se negó a casarse conmigo. Ni siquiera nos conocíamos, todo era tan confuso. … Entre los invitados que llegaban, la hermana de Loid; una mujer de cabellera rubía y sonrisa amplia, me pidió que buscara a Loid, pues pronto llegaría la madre de ellos y no era correcto que yo estuviera sola. De modo que salí al patio, miré de un lado a otro, incluso le pregunté a los mozos, y cuanto tuve referencia de donde lo habían visto, acudí. Lo encontré compartiendo una bebida con algunos hombres de su mismo estatus. Pretendí acercarme, pero al verlos tan concentrados en su charla, me pregunté: ¿De qué estarían hablando? preferí esperar. Dicen que la curiosidad mató al gato, pues yo fui ese gato. Debí haberme ido, pero mis ganas pudieron más, marcando el destino de mi matrimonio. —Tienes una esposa muy bella, Loid, algo joven, pero seguro que con el paso de los años, será aún más hermosa —dijo uno de los que lo acompañaba. Él solo bebió un sorbo de su copa, sin responder. —¿Y dinos, ya le pusiste las manos encima? Escuché rumores que la pobre ni pudo caminar. —Vaya Loid, con la hija de tu enemigo ¿Quién lo diría? Nos has dejado con la boca abierta. —Pues deberían cerrarla, no sé cómo demonios se ha ventilado lo que sucede en la intimidad de mi alcoba. —Oh, perdón Loid, no creí que te enojarías. —Compréndelo —dijo otro hombre—. Solo defiende a su amada esposa. Cuando todos se soltaron a reír, Loid terminó hasta la última gota de su copa. —No digan estupideces. Di mi palabra a su padre, él tipo era un digno rival y solo le hice un favor. —Que amable Loid, nunca creí que fueras tan piadoso, aún cuando sabes que probablemente tú seas el responsable de esas muertes. —Cierra la boca o te la cerraré yo. Me casé con la hija de Gabanni, solo como un favor. El amor está descartado de mi vida. Ella solo es un mal necesario, necesito un heredero y que mejor que sea con la hija de mi enemigo, así demostraré ante la sociedad mi poder. —Ja, ja, ja ¿Entonces haces todo esto para demostrar tu poder? Vaya que eres cruel. ¿Cuánto tiempo piensas mantener esto? —Solo es momentáneo. No pienso amarrar mi vida eternamente a ella. Conseguiré lo que quiero y me divorciaré. Después de todo, no me hará falta.

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