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Esclavo de tu Amor

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Blurb

Un pasado marcó sus vidas sin saberlo, Luciano Santoro un hombre de 28 años de edad, apuesto, inteligente, criado para ser el próximo líder de la mafia italiana se cruza con Olivia McKeen una joven de 27 años de edad, independiente, hermosa, temeraria, que sigue los pasos de su padre, es una oficial en cubierta que busca cumplir la ley a toda costa, aunque sus caminos se cruzan obligándolos a apostar por su amor contra toda lógica ¿Lograrán superar el pasado? ¿Podrán ser felices? Descúbrelo conmigo en Esclavo de tu Amor. Obra registrada en Safe Creative, prohibida su reproducción total o parcial.

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Mi origen
Actualidad Chicago Olivia Vuelvo a mirar la última de las cajas de la mudanza, y aún no puedo creer que finalmente haya vuelto a mi ciudad natal, Chicago. Fue hace tanto tiempo que me vi obligada a abandonarla, apenas era una niña de diez años cuando la vida me arrebató a un ser querido. El detective George McKeen, mi padre, cumpliendo su deber, fue herido en acción. Llegué tarde al hospital y lo encontré agonizando, sus últimas palabras resonaron en mi mente: "Mi pequeña, no cometas el mismo error que yo, primero es la familia". Durante un tiempo, viví con mi tía Eloísa en Seattle, me gradué con las mejores calificaciones, pero mi vida carecía de rumbo, no sabía qué quería hacer. Fue un día en un campo de tiro con unos amigos donde descubrí mi talento para manejar armas. Decidí seguir los pasos de mi padre e ingresé a la academia de policía. No estaba dispuesta a ser solo una novata en las calles; mi objetivo era convertirme en la mejor de mi clase, y ahora me encuentro en el equipo de la DEA, cumpliendo con mi deber como detective en cubierta. Sin embargo, decidí pedir el traslado a Chicago porque no soportaba trabajar con mi exnovio. El idiota me traicionó con una subalterna, y no estaba dispuesta a seguir viéndolos cara a cara. No solo eso, Scott, mi ex, cortaba mis alas constantemente; era celoso, competitivo y detestaba mis triunfos. La amante que él eligió, de alguna manera, me hizo un favor al abrirme los ojos y mostrarme la realidad de quien tenía como novio. En fin, termino de recoger mi bolso, el arma y me detengo delante de la chimenea contemplando la foto de mi padre con su uniforme de oficial cuando apenas comenzaba su carrera. Quedo sumida en mis pensamientos, recordando momentos felices compartidos con él. –Deséame suerte papá, estaré en el equipo de mi padrino Bobby, no debes preocuparte, te enorgullecerás de mí, seré como tú o mejor– susurro con emoción en voz alta mientras me recorre una extraña sensación de melancolía y emoción. Supongo que es por el cambio que dio mi vida de nuevo, el desafió que será ganarme el respeto de mis compañeros con mi trabajo, además no tengo idea que sorpresa me tiene guardada mi padrino. Un momento más tarde Caminé por los pasillos de la estación ante las miradas escrutadoras y maliciosas de algunos idiotas, aunque debería estar acostumbrada a llamar la atención de los hombres, pero no sé si es una maldición o una suerte, lo cierto que no puedo evitarlo. ¡No! No visto provocativamente, todo lo opuesto mis prendas no son atrevidas, tampoco son muy conservadoras, con decir que luzco un pantalón, blusa de botones y mangas. Al final, no les preste atención y seguí mi camino a la oficina de mi superior, es decir de mi padrino donde ahora escucho sus relatos sobre las misiones con mi padre y un segundo se queda en silencio contemplándome pensativo. –Olivia sigo sin lograr entender esa obsesión de seguir los pasos de tu padre. No necesitas exponer tu vida al peligro, porque no te hace falta trabajar, tu madre te dejo una cuantiosa fortuna, entonces deberías recapacitar y subirte al primer avión para viajar por el mundo. Eres joven, hermosa, inteligente y puedes tener lo quieras. Te vuelvo a preguntar ¿Estás segura que quieres el puesto? –argumenta y le doy una mirada profunda. –Bobby, deja de cuidarme, porque ya no soy una niña que recuerdas. Ahora me convertí en una de las mejores detectives del escuadrón de la DEA, pero si dudas de mi experiencia y de mi trabajo ponme a prueba– sentencio con firmeza y suelta un suspiro de frustración. –¡Terca! Igual que tu padre, por esa razón le costó la vida, si hubiera accedió a marcharse esa noche del operativo otra sería la historia. Estaría vivo y tú no seguirías sus pasos– rebate con su voz llena de malestar y estiro mi mano sobre el escritorio para sujetar la suya. –Estaré bien porque me cuidarás, pero ya que mencionas la noche de la muerte de mi padre. Revisé el reporte sobre la redada al escondite de Filippo Santoro y encontré ciertos hechos confusos que debieron ser esclarecidos, también me parece sospechoso que a ese criminal le hayan reducido la condena. ¿Por qué asuntos internos no intervino? Más bien borraron el expediente de mi padre, ¿Sabes algo al respecto? –indico con mi voz inquieta y me suelta la mano. –Fui yo quien borró el expediente para protegerte, porque Santoro es un sujeto peligroso, aun estando preso. Y si vas a estar en el equipo tu identidad será secreta, aquí tienes tus nuevas credenciales o si prefieres te llamaré Chicago, pues tengo una regla con la gente que trabaja en mi equipo nadie sabe el nombre del otro por seguridad– menciona y lo miro sorprendida. –¡¿Hablas en serio?! –replico incrédula mientras me entrega mi placa y las credenciales. En un segundo observo las credencias y sonrió al leer el nombre, incluso me parece una exageración de Bobby, pero me toca aceptar las reglas de mi jefe, igual haré mi voz presente. –¡No tengo cara de Emily! ¡Mírame! –replico y hace una mueca. –Es Emily o Chicago. Tú decides, pero nadie debe conocer tu identidad, incluso la advertencia es para tus amistades. Recuerda que en este trabajo no puedes confiar en nadie. Ahora acompáñame para que conozcas al resto del equipo– indica con determinación y asiento con mi cabeza. La conversación con Bobby me dejó con sentimientos encontrados, pero reconozco que tengo que aceptar la nueva identidad para protegerme en este peligroso trabajo. A pesar de las dudas, su firmeza me convenció de que esta era la mejor decisión. Me levanto de la silla y lo sigo mientras camina por el pasillo. Me siento nerviosa pero también emocionada por conocer al resto del equipo y comenzar esta nueva etapa como agente encubierta. Unas horas más tarde Tras una reunión peculiar con mis compañeros, donde siempre existe un imbécil sobreviví, aunque como un reflejo observaba sus expresiones, su lenguaje corporal, incluso escuché sus chistes amargos y desatinados. –Vamos comandante digamos el nombre de nueva recluta, no daremos nunca con la ciudad que le dio, o podríamos mejor darle un seudónimo por su apariencia– pronuncio uno de mis compañeros con su voz maliciosa mientras me observada de pies a cabeza. –¡Imbécil! Déjame de ver el culo, y aprende a respetarme o te voy a enseñar una de mis cualidades– sentencié mientras anulé distancia y saqué mi arma para apuntarle al pecho. –Eres brava, como una gata salvaje. “Gata salvaje” Así deberíamos llamarte– exclamó el idiota burlándose y le mostré una sonrisa forzada. –Entonces debemos decirte pervertido. ¿Te gusta? –respondí con mi rostro tenso e intervino Bobby. –¡Basta chicos! Conocen las reglas, no quiero problemas con ningún sino los sacó de equipo, pero les recordare mis mandamientos. Nada de nombres, ni preguntas personales, ni relaciones entre ustedes. Hablemos de sus habilidades: –Colorado es quien habla con nuestros soplones, conoce cada rata de la ciudad y con quienes se relacionan, también tiene una puntería infalible y puede salvar su trasero si amerita el caso. Era el pervertido, alto, buen mozo, de ojos profundos y maliciosos, piel bronceada, musculoso y atlético, con el cabello n***o y un bigote chistoso, pero imbécil y también el más viejo de nosotros, de unos 32 años de edad y como era lógico, él más experimentado del equipo. –Denver es un experto en programación, capaz de ingresar a cualquier sistema sin ser detectado, será nuestros ojos en cualquier operativo. Era un nerd, con lentes tan gruesos como los que usaría mi abuela, rostro afable, sonrisa nerviosa y ojos de corderito, delgado y cabello n***o corto, tal vez el más joven del grupo, como de unos 23 años de edad. –New York, es nuestra cara para relacionarnos con los imbéciles de la mafia, nuestra pantalla de hombre de negocios, o la carnada para ingresar al negocio. Un estirado con el ego muy crecido, ni siquiera vestía cómo un policía, más bien presumía de sus ropas elegantes y su mirada escudriñadora te desnudaba, pero de una manera extraña. Cabello castaño, ojos inquietos, nariz respingada, media barba, buen porte y como de mi edad. –Texas, no es la rubia tonta que todos creen, es nuestro contacto en los bares, conoce a cada distribuidor de droga de la ciudad y nos brindará información de cualquier movimiento de los jefes del narcotráfico. Una mujer hermosa, de mirada seductora, buen cuerpo, de piel blanca, cabello largo rubio, pero vestía como una puta, aunque su silencio absoluto demostraba su inteligencia y prudencia. –Y la nueva recluta. Chicago, estará al mando de las operaciones, tiene una amplia experiencia desmantelando las organizaciones criminales, y en su haber ha encerrado a los más peligrosos jefes del narcotráfico, que no les engañen su apariencia, ni su edad. Bobby había dado una presentación del equipo, pero faltaba lo más importante, las investigaciones que estaban en curso, y como nueva en el escuadrón escuchaba con atención la charla, pero tras retirarnos, ahora camino por los pasillos mientras camino junto al nerd, Denver. Incluso me hace gracia mirarlo esforzarse por seguirme el paso, hasta que me detengo. –Denver ¿Los lentes son necesarios? ¿O es tu manera de esconder tu timidez? –cuestiono con un tono de sarcasmo mientras le retiro sus anteojos. –Eres agresiva y deberías calmarte, porque con esa actitud no ganaras el respeto de los muchachos, más bien harán lo imposible por fastidiarte y sacarte del equipo– declara con un tono irritado y me quita los anteojos de la mano. –De acuerdo nerd. Nos vemos mañana– pronuncio con un tono burlón y me da una sonrisa forzada. Así camino a la salida con mis pensamientos alborotados, y mi subconsciente se presenta. ¡Mierda! ¿Qué hago un maldito viernes sin conocer a nadie en esta ciudad? ¿Me emborracho? ¿Voy a una discoteca a divertirme? O ¿Me encierro en mi departamento a estudiar los casos? ¡No! Mejor tengo una salida más inteligente. Una hora más tarde Agarré un taxi sin darle una dirección al conductor, más bien estuvo dando vueltas por la ciudad, hasta que, en un arranque de locura, ya tenía un lugar donde refugiarme, y como si fuera un misterio mi corazón me trajo al cementerio. Inclusive sigo todavía confundida mientras observo la lápida de mi madre con nostalgia y melancolía. Mi mamá fue la primera en dejarme sola por su enfermedad, y de cierta manera también arrastró a mi papá a la tumba. Él nunca se perdonó por no estar para ella y cuando quiso asumir su rol de padre para cuidarme, el destino también me lo arrebato. En fin, con mi corazón oprimido doy unos pasos entre las tumbas, porque es tarde y la oscuridad de la noche ha caído, pero mi camino es interrumpido por la figura de un hombre buen mozo, atractivo, cuyos ojos marrones me miran con curiosidad, su cabello castaño lo lleva corto, también tiene una barba que lo hace lucir más varonil, su piel es bronceada, de unos 28 años de edad o más, y quizás mida como 1,90 cm de altura. Sin embargo, no logro reaccionar, algo en su mirada me descoloca, es como si quisiera leer mi mente con ese simple gesto. Me siento vulnerable y cautiva de sus ojos penetrantes, incapaz de articular palabra alguna, pero en un parpadeo escucho su voz ronca resonar en el ambiente. –Es verano, un viernes y son casi las nueve de la noche, entonces me pregunto, ¿Qué mujer estaría en sus cinco sentidos visitando un cementerio a esta hora? ¿Una asaltante de tumbas para practicar con los cuerpos? ¿O harás un rito satánico con ellos? –sentencia, cuestiona en un tono burlón y añade. –¿Quieres mi ayuda? –pregunta y le doy una mirada profunda. –En realidad estaba buscando un tipo loco para acostarme con él, y me pareció que el cementerio era el mejor lugar para encontrarlo, ¿Quieres ayudarme? –exclamo muy formal y puedo notar en sus ojos su desconcierto, pero su silencio me confunde.

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