Cadenas ególatras

4:12 am Un disparo resonó en la habitación dejando caer el cuerpo de un viejo de rodillas, gemía y se quejaba hasta el punto de casi ahogarse con su propia saliva, era una lástima que ya no le quedaran tantas fuerzas para gritar, las arduas horas bajo una pequeña tortura lo había debilitado. - ¿Crees que me esté esperando? – El pelirrojo paseó su mirada por todo el cuarto teñido de sangre, divagando en sus pensamientos. – De cualquier forma, sabe que voy a volver. Iraitz sonrió antes de levantarse de su silla y ponerse de nuevo los guantes de cuero, el padre abrió los ojos con espanto mirando a aquel hombre caminar hacía él, parecía una bestia yendo por su presa, sus ojos celestes sedientos de sangre parecían comerlo vivo; Se arrastró lleno de pánico hacía atrás cuando lo vio acercarse, esto provocó que el chico se echara a reír a carcajada limpia. -¿A dónde vas? Trata de no moverte tanto, puedes desangrarte más rápido y le quitaría lo interesante a lo que viene. – abrió el primer cajón del escritorio sacando un condón para romper el empaque, el padre al ver esta acción trató de pedir ayuda gritando hasta donde su garganta le permitía, revolcándose en el suelo, a sabiendas que no podría escapar. Era el instinto humano de supervivencia, provoca todo un alboroto. – Estoy haciéndote un favor, yo seré más suave. Iraitz tomó el crucifijo que se encontraba en la pared y colocó el pedazo de látex en uno de sus extremos para después arrodillarse jalando la túnica del padre. Forcejó un tanto con el anciano hasta que le dio la vuelta sentándose en su espalda baja; Sometiéndolo y bajando su ropa interior -húmeda de sangre- hasta dejarlo medio desnudo, al sentir el frio en sus nalgas descubiertas suplico piedad, su llanto era digno de una película de terror, pero Iraitz no le tomó importancia, le molestaba el hecho de que no pudiera quedarse tranquilo. -Recita conmigo. - Habló con un tono burlón mientras alineaba el crucifijo en el recto del padre. – Sin previo aviso, introdujo la madera en la entada del padre de un solo movimiento quién aulló de dolor al ser penetrado en seco, algo se había desgarrado, lo sabía por el tamaño del crucifijo y el esfuerzo que hizo para que topase con algo en la cúspide de la madera. -Padre nuestro que estas en el cielo. – Comenzó a mover de forma brusca el objeto dentro del padre quien movía sus piernas y manos salvajemente tratando de liberarse. Iraitz no podía estar mas contento con esa escena, la desesperación, el miedo y la ansiedad que transmitía le viejo era como un elixir que solo quería seguir absorbiendo, la sonrisa que mostraba era la de un niño que por tanto tiempo había deseado algo y al final del día se lo han concedido, pero más tarde que temprano sabia que se aburriría. Sus movimientos al principio fueron torpes, sentía pequeños intervalos donde le era difícil sacar el objeto y volver a introducirlo, hasta que observó pequeños pedazos de tripas pegadas a la madera, algo se había desprendido dentro; Desgraciadamente el viejo no duró tanto cuando dejó de moverse. Iraitz se levantó sin sacar el crucifijo de su lugar y lo observó desde arriba, la sangre había formado un enorme charco alrededor y sobresaliendo del recto había pedazos de tripa queriendo salir, escupió encima del anciano y pateó la madera repetidas veces hasta que perforó el cuerpo del mismo suspirando, harto. - Como un vejete no pudo soportar lo que yo a los siete. – Sus orbes celestes no se despegaron del cuerpo tendiendo en el suelo. - supongo que algunos nacemos para tolerar grandes cantidades de dolor y seguir como si nada hubiera pasado. > pensó Iraitz al sentir su cuerpo temblar, y es que, la adrenalina guardada solo le hacía querer continuar hasta poder sentirse liberado por completo, hasta saciar su sed, deseaba que el hijo de puta estuviera vivo para poder hacerle comer el rosario, necesitaba verlo sufrir, llorar lagrimas de sangre y si era necesario crucificarlo y colgarlo en la entrada de la iglesia como símbolo de que los más cabrones, son los que visten con túnicas y te juzgan por todo lo malo que haces, pero ellos mismos se excusan diciendo que la gracia divina de Dios es quien los guía a cometer actos tan repulsivos. Pasó por encima del cuerpo y salió por la puerta que anteriormente había cerrado con llave, el frío aire de la madrugada lo golpeó en el rostro haciéndolo relajarse un poco más; Al caminar unos metros fuera de la iglesia se encontró una moto y un chico esperando recargado en ella, fumaba un cigarro mientras que con su mano libre sostenía un casco. -Tardaste más de lo usual. - Habló. -¿Qué haces aquí? Te dije que no vinieras. -Iraitz se quitó los guantes mientras miraba atento a Khael quien le extendió una mochila. -No tengo por qué hacerte caso, ¿todo salió bien? – Ira hizo una mueca mientras metía sus guantes a la mochila y se la colocaba de nuevo antes de cerrarla, miró por un momento los ojos grises de Khael y sin responder con palabras metió su mano al bolsillo del pantalón tomando lo que ahí se encontraba; Lo extendió esperando a que Khael lo tomara. -Es un regalo. – El azabache sonrió casi con gracia antes de tomar el pedazo de carne que se encontraba en las manos de Iraitz quién en ningún momento aparto su mirada de la del mayor. -Significa mucho para mí. -Es el número siete – Comento Iraitz antes de colocarse el casco haciendo a un lado a Khael para poder montarse a la moto > Pensó Khael al meter el m*****o del padre ahora muerto en su bolsillo. Imitó la acción de Iraitz y se montó en la parte trasera agarrando la cintura de Ira quien puso la moto en marcha y arrancaron.