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Mi esposo es Lucifer

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Mayda es una joven universitaria llena de sueños, luchadora y rebelde, pero los problemas económicos están por truncar sus sueños y que ella termine en la calle, sin embargo, un día vuelve a encontrarse con "Lucifer" el sujeto que tanto daño le hizo en el pasado, más sería su sorpresa cuando él le propone matrimonio y sin pedir nada a cambio. Mayda que siempre fue despreciada por él, ahora está contra la espada y la pared ¿Qué tan malo puede ser que tu esposo sea Lucifer? 

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Propuesta
"Dicen que del odio al amor, hay solo un paso ¿Qué tanto de verdad guarda esta frase? ¿Es posible amar a alguien cuyo gozo es el sufrimiento de los demás? ¿Quién compra la dignidad como si de cigarros se tratara? Los actos dicen más que las palabras". ^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^ Llevaba trabajando en una cafetería durante tres años; el cual me permitía pagar la habitación que alquilaba así como la universidad, y podía asegurar que ya había visto y oído de todo, pero lo que esa mañana de frío invierno recibí, fue por mucho el más grande disparate que había escuchado en mi vida. — ¡¿Qué?! —pregunto incrédula, al tiempo que golpeaba la mesa con el cuaderno donde escribía los pedidos de los clientes—. Me estás tomando el pelo ¿verdad? Alguien debía venir y darme un pellizco en el brazo, porque estaba segura de que esto no era real. Habían pasado poco más de tres años desde la última vez que nos vimos, y no había sido una despedida emotiva. Veo sus ojos grises, y la rabia me inunda, pues era la misma mirada que una vez intentó comprar mi dignidad ¿Y ahora regresaba como si nada a proponerme una estupidez? Seguro había enloquecido. — ¿Te parece qué estoy bromeando? —dice serio sin apartarme la mirada de encima—. Mayda, sé de tu situación. Vives en una pocilga, y con el poco dinero que ganas aquí apenas te alcanza para sobrevivir, además me enteré que por ello dejaste la universidad. — ¡Eso no es verdad! —respondo mostrando un ceño fruncido sobre mis ojos color café—. ¡Solo he tomado una pausa! Estoy ahorrando para seguir con mis estudios. — ¿Y planeas lograrlo trabajando en esta clase de lugar? —pregunta en un tono despectivo—. Interesante método para alguien de tu posición. — ¿Qué estás insinuando? — No has cambiado nada Mayda, sigues siendo esa chica conformista, que cree que de la dignidad se puede comer. Tan ilusa. — ¡Ya basta! Si no has venido a consumir algo, mejor retirate. Ocupas el lugar de otro cliente. — ¿Cliente? — mirando alrededor, el sujeto que detesto de cabellera azabache perfectamente peinada, levanta una ceja con la intención de burlarse—. Este lugar está más vacío que un castillo embrujado, creo que ni los fantasmas se acercarán. Ofendida, aprieto los labios y le doy la espalda con la intención de alejarme, más esa voz profunda y firme del tipo que no quería mencionar, me detiene. — Aún no has respondido a mi propuesta. Con los dedos blancos de tanto apretar mi cuaderno de apuntes, Giro furiosa, moviendo mis cabellos castaños sujetados en una trenza, y lo enfrento. — Dime una cosa ¿Por qué lo haces? ¿Acaso me amas? —fue una pregunta directa, que salió de mis labios sin haberlo meditado. Arqueando una ceja, él cruza sus dedos sobre la mesa, y muy tranquilo se apoya para responder a la pregunta que acabo de hacer. — ¿Amor? ¿Me quieres hacer reír? Solo es un pedazo de papel que debes firmar, y tendrás la vida solucionada. Podrás disponer del dinero que desees, dejarás este nefasto trabajo, vivirás en un casa con todas las comodidades, y por supuesto volverás a la universidad y retomarás tu carrera de Ingeniería química ¿No es eso lo que quieres? Lo que él dice suena tentador, había pasado un año desde que dejé la universidad por mis problemas económicos, pero si creía que me iba a dejar convencer por eso, estaba muy equivocado. Nunca olvidaría las palabras que él usó para dirigirse a mí en aquella fría noche, exactamente tres años y dos meses atrás. El recuerdo de cómo me trató aún dolía en mi corazón. Así que, apoyando mi cuerpo en la mesa para acercar mi rostro al suyo, le demuestro que no soy alguien que puede comprar. — Ni con todo tu dinero, ni con tus demás riquezas. Jamás me casaré contigo ¿Me entiendes? ¡Nunca! —le espeto en la cara y puedo ver como empieza a mostrar su verdadera cara. Todo rastro de tranquilidad en él, se esfuma como el vapor, entonces, su figura imponente ejercitada y alta se pone de pie para sujetarme de las muñecas con brusquedad. Su rostro con esas facciones masculinas y rudas están sobre la mía, apenas y logro pasar saliva. De pronto, recuerdo ese sobrenombre por el que muchos lo conocen, definitivamente le queda como anillo al dedo. — ¿Te atreves a rechazarme? Tú, una simple camarera. Puedo notar el desprecio en sus palabras, pero no me dejo más intimidar. Tal vez años atrás lo respetaba, pero ahora las cosas habían cambiado. — Si soy tan simple para ti, entonces, busca a otra. Tienes la posibilidad de que cualquier mujer quiera ser tu esposa, sin contar con tus millones por supuesto. Odio admitirlo, pero él es increíblemente atractivo. Con veintiséis años su cuerpo y rostro eran el deseo de toda mujer que buscaba atraparlo. Bueno, eso cualquiera lo sabía. Las cientos de fotos en las que era captado con diferentes mujeres a las que él llamaba "Mode-amigas" eran prueba de ello. — ¡Eres una necia! Esta es una oportunidad única en tu vida ¿Y la vas a rechazar? — Nací con dos manos señor "Lucifer" —me atrevo a llamarlo por como era más conocido y veo su mirada cambiar a una menos tenebrosa—. Con mis veinte años tengo un lugar donde vivir, estoy sana y tengo un trabajo que me permitirá pronto volver a la universidad. Puedo sentir como mi corazón está latiendo fuerte. Él está en completo silencio y todavía sigue sujetándome, de sus labios no salen ni una sola palabra, solo está ahí enmudecido. Finalmente, sus manos sueltan mis muñecas, y puedo frotarlas para aliviar el dolor que me dejó en ellas. — Bien, es tu decisión. No voy a forzarte. Él levanta el rostro, toma sus gafas oscuras y cubre su mirada, pero a pesar de eso, puedo sentir como si estuviera quemándome con sus ojos. Antes de marcharse, lo veo sacar su billetera, él toma el billete más grande que yo he podido alguna vez sostener en mi vida para luego dejarlo en la mesa, no me dice nada y se da media vuelta. Puedo verlo como sale de la puerta como si nuestra conversación jamás hubiera existido, pero ¿quién se creía? Me atreví a tomar el billete y corrí para alcanzarlo. — ¡Lucien! —lo llamo esta vez por su nombre antes de que suba a su lujoso auto y él se detiene, pero no me da la cara, entonces, hago lo que cualquiera haría en mi lugar. Me acercó lo suficiente y siendo yo quien se pone frente suyo, le muestro el billete y me atrevo a meterlo en el bolsillo que tiene en el pecho de su chaqueta. — La conversación es cortesía de la casa —pronuncio dejándolo solo y sin tiempo a que me responda. … — Ah…—exhalo dejando caer mi cuerpo en la puerta de la cafetería. — Mayda Moretti —dice una voz tomándome desprevenida, y cual resorte me apresuro en acomodarme derecha, solo para segundos después darme cuenta que se trataba de Donna, mi mejor amiga. Una chica muy alegre y bromista de mi estatura, a la que le encantan los dulces. Casi siempre lleva una pañoleta en la cabeza para sujetar sus rizos azabaches. En verdad adoro su cabello. Ella y yo trabajamos aquí el mismo tiempo. Donna aparte de ser mi mejor amiga, es una compañera de la universidad. Ambas estudiamos carreras distintas, pero eso no ha impedido que nuestra amistad sea grande. — Me asustaste —le digo tomándome del pecho—. Creí que era la… — ¿La cabeza de ajo? —agrega ella conteniendo la risa. — Oye no llames así a nuestra jefa ¿Qué pasará si un día te escucha? — Ay, no me vas a negar que ese peinado no se parece a la cabeza de un ajo. Para ser sincera, Donna tenía razón, la jefa se había hecho un peinado extraño que daba esa apariencia mencionada por mi amiga, y encima al tener el cabello lleno de cañas, no ayudaba. — No está bien reirnos Donna, ella… — Ella es una vieja amargada, ya viste cómo me regañó ayer, solo por dejar caer una galleta al piso. Pero ya verá cuando tenga listo mi título universitario, me largaré de este lugar. Seré la mejor periodista "Donna la cazanoticias" ¿Suena bien? Levanto mi pulgar en señal de aprobación, obteniendo una sonrisa de satisfacción de Donna. — Ahora, como toda periodista, es necesario saber los hechos relevantes — Me dice adoptando una posición de entrevistadora, usando su mano como micrófono—. Muy bien señorita Mayda, dígame quién era ese hombre elegante guapo, rico, masticable, sublime… ¡Ay creo que voy a necesitar agua helada! — ¡Donna! — Ay ya, dejémonos de juegos y dime quien era. Los vi muy juntitos ¿Acaso era un pretendiente? ¿Por qué no me contaste? Sabes mi vida entera y yo la tuya, así que como tu mejor amiga y confidente exijo saber quien es él. Se que Donna no se calmará hasta saber la verdad, así que suelto un largo aliento antes de decirle el nombre. — Es Lucien Fermani —digo caminando de largo para regresar a mis labores. — ¿Lucien Fer…? ¡Lucien Fermani! —grita abriendo los párpados grandes, dejando ver sus ojos almendrados—. ¡Lucifer! —dice asustada como si del mismo diablo se tratara. Bueno en parte tiene motivos. — Baja la voz Donna, la jefa se va a enojar —le pido haciendo una seña con mis manos — Ah no señorita Mayda, ahora usted me lo cuenta todo. — Donna, en verdad no quiero hablar de él, solo lo borraré de mi memoria así como lo hice con el pasado. Pero ella es tan insistente que me toma de los brazos y me lleva a una mesa, obligándome a sentar en una silla y ella en la otra. — Vamos, cuenta. — Donna… — Puedes contarme todo tranquila, la vieja cabeza de ajo está roncando como auto descompuesto en el almacén. — Donna… —la vuelvo a llamar sin poder apartar mis ojos detrás de ella. — Estoy segura que ella le haría la competencia a Lucien para ganarle el título de Lucifer. Es una mujer tan odiosa. — Donna… — ¿Qué pasa? Ya se que no te gusta que la llame así, pero al menos ríete en lugar de poner esa cara de susto. — ¿Con qué vieja cabeza de ajo? Puedo ver como mi amiga aprieta los dientes y sus ojos se ponen saltones. — Jefa… —dice Donna dando media vuelta mostrando su mejor sonrisa, pero es claro ver la tensión que se ha apoderado del momento. — ¡No te atrevas a decirme nada! ¡Ya estoy cansada de ti Donna, no solo eres torpe, tonta, distraída y perezosa, además hablas a mis espaldas, pero eso no lo permitiré. En este momento tomas tus cosas y te vas, no necesito a una empleada tan inepta como tú. — Jefa, por favor no lo haga. — Cierra la boca Mayda, y vuelve al trabajo, que para eso te pago. Tu amiga solo es un estorbo, no es buena en nada. — ¡Se equivoca! Donna, es una estupenda camarera, y es usted la que no lo nota. — No me hagas perder los papeles Mayda, ya suficiente he tenido de tu amiguita, no la quiero aquí. Me molesta que hablen de ese modo de mi amiga, y sin dudarlo llevo mis manos detrás de mi cintura para desatar el nudo del delantal. — ¿Sabe algo? ¡Váyase al demonio! Yo renuncio. No se puede trabajar con alguien que trata tan mal a sus empleados, por eso los demás han renunciado. Usted cree que los gritos son la manera de llegar a las personas, pero se equivoca. — ¡¡Mayda cómo te atreves!! — Ya es suficiente, una vez me dije que nadie volvería a humillarme y no se lo permitiré a usted ni a nadie. La mujer de cabellos blancos está atónita, era seguro que no esperaba esa reacción mía, pero me cansé, simplemente exploté cuando dijo todas esas cosas de mi amiga. Junto a Donna nos dirigimos por nuestros bolsos y salimos en solo un parpadeo. Al estar en la calle, y ya con la rabia bajando, me doy cuenta que acabo de renunciar al único trabajo que me daba para vivir. Estoy desempleada. — Mayda —me dice Donna quien no dejaba de mirarme sorprendida—. ¿Qué fue eso? Siempre eres una chica calmada, que controla muy bien sus emociones, pero lo de ahora… ¡Fue magnífico! La veo de reojo y sonrió mientras seguimos caminando. — Muchas veces has sido tú la que me defendió en diferentes situaciones. Somos amigas y juntas nos apoyamos. — Mayda… —murmura con los ojos llorosos y una sonrisa en los labios, para luego abalanzarse sobre mí en un abrazo fuerte que me hace despegar del suelo. — Donna controla tu fuerza, Donna… En ese instante, un auto con lunas polarizadas que reconocí al instante, se detiene a un lado de nosotras, y puedo ver como la ventana desciende hasta dejar ver a su dueño. — ¿Qué haces aquí? —le reclamo con tanta rabia que Donna me suelta sin mayor problema. Él al contrario de responder a mi pregunta, solo abre la puerta del copiloto y dice: Entra. Mientras yo me indignada, Donna está totalmente sonrojada, sus ojos azules ni siquiera parpadean. Bueno, es la primera vez que ella lo ve cara a cara. — No te necesito, creí haber sido lo bastante clara contigo, Lucien, además estoy con Donna. Lucien suspira quitándose las gafas oscuras y posa su vista en ella, a lo que mi amiga solo retrocede nerviosa para decir: Por mí no te preocupes Mayda, recuerda que vivo cerca. — Traidora —le susurró. — Algún día me lo agradecerás —me responde dándome un golpecito en el hombro para luego prácticamente escapar. Ahora estoy sola, y Lucien no deja de verme fijamente, puedo notar como sus ojos grises se posan en mis rodillas desnudas que tiemblan por el frío. — Maldición —farfulla saliendo del auto, y entonces, me toma del brazo. — ¿Qué crees qué haces? —le reclamo. — Callate y entra —me dice llevándome al auto sin ninguna delicadeza. — ¿Quién te crees? ¡Vete al infierno, Lucien! —le grito cuando caigo sobre el asiento, y entonces, él apoya su mano en la puerta, inclina su cuerpo y acerca su rostro, sus labios y ojos están tan cerca que puedo sentir como mi sangre se congela de terror. — Pequeña ilusa ¿De dónde crees que vengo?

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