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RESILIENTE: Aquí y Ahora (2)

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La resiliencia es el arte de metamorfosear el dolor, y la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma.

Pero esas heridas no son tan fáciles de curar como muchas veces nos pintan en el día a día o en las películas con finales felices. Primero, necesitamos entender que no todo depende de nosotros y por lo tanto, no tenemos la culpa ni podemos cambiarlo todo.

El camino de la resiliencia no es sencillo, pero sin dudas, un paso importante es lograr evolucionar al nivel de vivir el Aquí y Ahora, cuidando la autoestima y percibiendo el presente como lo único que existe, sin evocaciones ni proyecciones futuras, algo que la protagonista de nuestra historia, Letizia Greco, intentó alcanzar desde que finalizó su relación con Fabrizio Ricci en RESILIENTE: Curando Heridas.

En esta segunda entrega de RESILIENTE, han pasado tres años desde que Fabrizio huyó de su casa y nuestra protagonista nos cuenta qué ha pasado, a quienes ha conocido en su camino y como lo ha afrontado hasta llegar a ser quien hoy es… ¡La persona que desea ser!

En su camino, Letizia seguirá contando con el apoyo de mucha gente encantada con sus capacidades, su forma de ser, y por sobre todas las cosas, por esa capacidad de salir adelante a pesar de las circunstancias… algunas de las cuales le darán varias sorpresas de las buenas y de las otras.

¿Logrará ser feliz viviendo en el presente?

¿Qué pasará con las nuevas personas que lleguen a su vida?

¿Qué personas saldrán o seguirán en su vida?

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Capítulo 1
- ¡Les pido un fuerte aplauso para Letizia Greco! - dijo Dante Ricci gritando a viva voz.   Él estaba en el primer escalón de la escalera principal del hall de la empresa, mientras que yo me encontraba más abajo, completamente sonrojada y sin comprender del todo por qué al llegar de un largo viaje por América, él había reunido allí a todos los empleados, los que ante su arenga comenzaron a aplaudirme muy animadamente.   - ¡Muchas gracias a todos! Pero de verdad no es necesario todo esto, Dante - respondí, subiendo el escalón que me faltaba para llegar a su posición. - ¿Pero qué dices, Letizia? ¡Claro que lo es! - agregó él, abriendo los brazos, muy sonriente- Ese millonario contrato en Estados Unidos no habría sido posible si tu no hubieses ido allá a cerrarlo de tan brillante manera - con voz suave y mirándome fijamente con mucho cariño mientras colocaba sus manos en mis hombros. - ¡Gracias, de verdad! - dije bajando la vista. - ¡Además ese contrato no es lo único que tenemos para celebrar! - espetó, elevando una vez más la voz y dirigiéndose nuevamente a los empleados- Hoy es un día muy especial y como tal, merece ser recordado - levantó el dedo índice de su mano derecha.   Lo miré extrañada. ¿Con qué iba a salir ahora? No recordaba ni siquiera qué día de la semana era exactamente, mucho menos la fecha… Creo que aún seguía bajo los efectos del yet lag por el largo vuelo directo desde Nueva York y la intensidad de las dos semanas que había pasado en esa ciudad sola, casi sin dormir y encargándome de todas las reuniones que fueron necesarias hasta lograr el bendito contrato con esos inversionistas para unos hoteles de lujo que proyectaba construir la empresa en la Gran Manzana. Pero pronto, mi jefe me sacó las dudas…   - ¡Hoy se cumplen tres años desde la presentación de Letizia Greco como asesora de presidencia! - explicó Dante Ricci, y yo volví a sonrojarme y no pude evitar mirar al suelo, mientras todos me aplaudían nuevamente y él continuaba - en este momento no puedo más que felicitarme -pronunciando lentamente las palabras mientras sonreía y juntaba sus manos sobre su pecho-. No cualquier presidente apuesta por una asesora tan joven -volteando a mirarme y señalándome con la palma de su mano abierta-. Sin embargo -volviendo a dirigirse a todos con el dedo índice derecho elevado-, esta mujer demostró ya desde el momento en que postuló para nuestra beca en La Universidad de la Sapienza, todas sus capacidades para los negocios - miré al suelo, más sonrojada que antes- ¡Y este gran contrato en Nueva York es una prueba más de ellas! ¡Muchas felicidades, Letizia! - finalizó abrazándome y dándome dos besos-. - ¡Gracias, una vez más, por este reconocimiento y por tu apoyo constante hacia mi trabajo! De verdad… ¡No sé qué decir! - le dije tratando de contener las lágrimas, mientras me acercaba a él para abrazarlo una vez más – No tienes que decir mucho… ¡Las gracias te las tengo que dar yo a ti por tu dedicación y esfuerzo permanente! Podría decirte que tienes un gran futuro, pero la realidad es que ya tienes un magnífico presente… ¡Y aquí en esta empresa todavía tienes muchísimo camino por recorrer!   Sonreí, mientras las lágrimas comenzaban a caer rápidamente por mis mejillas… Al escuchar a Dante Ricci mencionar mi postulación a la beca en la Universidad que pertenece a su familia, mi vida entera pasó por delante de mis cansados ojos casi tan rápido como el tráiler de una película vieja y de pronto recordé todo lo que pasé con mi madre y mis hermanos en Lecce, la muerte de mi abuela y la de quien para mí era mi padre a pesar de que no llevábamos la misma sangre… recordé el motivo por el que llegué aquel 20 de agosto a Roma, el show de Tiziano Ferro en el Teatro de La Ópera y también la salida cuando casi me atropella Fabrizio y tuvimos nuestra primera y nada amistosa conversación… recordé los días conviviendo con Alessia en casa de sus padres antes de mudarme al pequeño departamento que todavía conservo… recordé mi relación con Fabrizio… ¡Recordé todas las cosas que pasé y superé hasta llegar a la capital primero, y hasta este preciso momento en el que me encuentro, después! Todo lo que había sucedido, y sobre todo de la forma en la que había sucedido cada cosa, realmente habían tenido sentido para lograr ser lo que hoy soy… ¡La persona que siempre había querido ser y que estaba exactamente en el lugar en el que siempre había querido estar!   Saliendo de Bari me había prometido no volver a sufrir, pero no pude lograrlo en un cien por cien, porque así es la vida y cada tanto nos descoloca sin que sepamos cómo reaccionar. Sin embargo, en los últimos dos años había conseguido la estabilidad laboral y emocional que mi alma necesitaba para completar el proceso que inició con mi llegada a la capital de curar todas aquellas heridas que habían dolido tanto.   Con el sueldo increíble que ganaba en la empresa desde aquel día en que acepté el puesto que Dante Ricci me ofreció, había ahorrado lo suficiente para comprar el departamento que había alquilado cuando salí de la casa de Alessia y a pesar de que era muy pequeño y actualmente podría darme el gusto de comprar o alquilar algo más grande y hasta más vistoso, todavía vivía allí porque me gustaba hacerlo. Sentía que ese era mi espacio, mi lugar… ¡Al menos por el momento! Disfrutaba muchísimo de todos los detalles que tenía y de los que le había colocado hasta hacerlo completamente a mi estilo. También me gustaba muchísimo pasar mi tiempo libre allí, que al fin y al cabo por mi trabajo tampoco era tanto, claro.   Si había aceptado que los Ricci tenían razón y que ya no podía seguirme moviendo por la ciudad de Roma en metro como había hecho al principio y como tantas veces había dicho que podría hacer… Cada vez mi agenda estaba más repleta, por lo que necesitaba optimizar mi tiempo y acortar los tiempos de traslado, sobre todo cuando teníamos reuniones fuera de la empresa y hasta en lugares en las afueras de la capital. Así que por eso, hacía bastante ya que a pesar de que no me gustaba nada, había aprendido a conducir y me había comprado un coche tipo camioneta que me había gustado mucho y que, a pesar de que no era nuevo ni último modelo, era exactamente el que quería, el que me gustaba, y el único que siempre me imaginaba que podría conducir cuando fuera capaz de hacerlo.

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