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Un romance secreto

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Blurb

El marqués Francis se había casado con Amelia sin saber que ella no lo amaba, su matrimonio había sido arreglado por los padres de Amelia que deseaban cubrir una falta por parte de su hija al enamorarse de un plebeyo y embarazarse de él. Sus padres se deshicieron del bebé de Amelia y de su felicidad, obligándola a casarse con el marqués. Amelia lo odio sin que él lo mereciera, pero con el paso del tiempo su arruinado e infeliz matrimonio necesitó de un hijo, una petición hecha por su tío, el rey de Francia. El rey Carlos le pedía un heredero a su sobrina y al marqués para consolidar su matrimonio. Y ante la petición de su tío ella decidió mentirle y traer al castillo del marqués Francis de Qent a una bella y joven esclava para obligarla con chantajes a convertirse en mujer de su marido el marqués para darle el heredero que pedía su tío, ya que el marqués no la toleraba ni ella tampoco. La bella Diana fue obligada y el marqués también por temor al rey. Pues ellos fingían amarse ante la corte del rey. Lo que no imaginó Amelia era que a Francis esa bella mujer se convirtiera en su verdadero amor y le diera la felicidad que con ella no había tenido.

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Nació el amor
El sol iluminaba el enorme ventanal de la castillo, las sirvientas corrían las enormes cortinas mientras otras limpiaban el salón donde se había dado una lujosa fiesta, unas se quejaban y otras simulaban bailar recordando la música de la noche anterior. No puedo creer que después de lo de anoche puedas estar bailando -- ¿No te da pena el señor? -- Le preguntaba molesta la doncella con las cortinas limpias en sus manos -- ¡No! -- Le respondió-- Esto de anoche a sucedido muchas veces, la señora bebe y luego se comporta como una cualquiera. ¡Cállate! -- Sí te escucha Madame Claudette te echará de la casa y te quedarás sin trabajo -- Le advirtió su amiga -- Ella sabe que digo la verdad, él señor sólo la soporta por que es un hombre de honor y tiene que estar casado con ella por diez años de acuerdo al contrato nupcial que firmó y que aprobaron sus padres. A tenido que soportar que al día siguiente ella lloré y le pida perdón por dejarse llevar por el alcohol, para mí que la señora está loca. Grace, sí te escucha el mayordomo no te perdonará lo que acabas de decir -- Le advirtió Estela su mejor amiga en la casa que contaba con cincuenta y dos criados. Para la doncella esa era la única razón para que la señora se comportará así con un esposo tan guapo como el Marqués. Lo que no sabía la muchacha era el fúnebre calvario que sufría el Marqués soportando por obligación a una mujer como Amelia. El compromiso entre él y Amelia se había convenido desde que él era un adolescente y ella una pequeña niña de cinco años. Su unión traería riqueza y renombre a las dos familias, los Queins y los Breiton formarían una alianza fuerte y los haría más respetables en la sociedad inglesa. Ya habían pasado seis largos años casados y no habían hijos, por que ella no podía tenerlos y ese secreto había sido sigilosamente guardado entre los Queins que tuvieron que impidir que su hija huyera con el atractivo entrenador de su yegua cuando era una adolescente y se convirtió en su amante. Esa relación era imposible y para impedir que lo volviera intentar adelantaron la boda y Amelia se convirtió en la esposa del rico Marqués. Sólo que en su primera noche Amelia tomó de más y le confesó su aventura con el entrenador -- Yo no te quiero ni voy a quererte ¡nunca! Yo soy la mujer de un simple mozo de cuadra, ¡así le llama mi padre! -- Por tu culpa lo echaron y por tu culpa no lo volveré a ver -- Tambaleandose se acercó hasta él y le dijo: ¡Te odio! La bella Amelia acababa de destrozar los sueños de un matrimonio feliz en la mente y el corazón del Marqués, quien la miraba ebria y se llenaba de desilusión ante las palabras de su esposa Amelia de Queins. Desde ese día su vida se torno gris y los sentimientos que guardo por la que sería su bella esposa calleron en la alfombra disipandose como el humo de una chimenea. Sólo quedó frío en el corazón de un hombre que espero disfrutar del calor de la que se suponía sería su virgen y bella mujer. Esa noche durmió sólo y aunque dos noches después Amelia fue su mujer lo que él sintió una vez por ella murió el día de la boda. De ese horrible día quedaron los recuerdos y empezaron los problemas entre los dos. Una noche en una reunión Amelia coqueteaba con un amigo del Marqués un viejo zorro que disfrutaba de las jovencitas y Amelia se colocaba en la dirección del barón y sin importarle lo que su esposo pensara le fue infiel en un rincón del salón donde se hallaban las pinturas de artistas famosos que coleccionaba el Marqués. Una invitación de Amelia para el barón dejó ver sus intenciones al hombre y a su esposo -- No pudiste hacerlo en otro lugar, ¿Por que tenías que hacerlo en mi casa? -- Le reprochaba furioso con el descaro de su mujer --¿Celos Marqués? -- Creí que no le importaba, podemos compensar eso -- El cinismo en sus palabras le provocaba asco y observando la risa burlona que se dibujaba en su rostro salió del salón para no oírla reírse de él. ¿Debía soportar y callar o mandarla lejos de él? -- Las preguntas se quedaban en su cabeza y no llegaba la respuesta ya que Amelia era la sobrina del rey, y eso le impedía un divorcio y lo obligaba a soportar a Amelia por al menos diez años. Así fue como el alegre Marqués perdió su sonrisa y como con cada aventura de su esposa perdió el brillo en sus ojos y su alegría. Sólo pensaba en estar fuera de su casa y regresar cuando Amelia saliera con su madre o con sus amigas de viaje. Era una locura siempre que coincidían por que ambos evitaban estar juntos en una misma habitación, pero cuando el rey los invitaba tenía que poner su mejor careta y fingir amor dónde sólo había desprecio. Hoy tendremos mucha suerte --¡Tú dormirás conmigo! -- El rey lo ordenó -- Me tendrás en tu cama -- Decía Amelia mientras caminaba con él rumbo a la habitación -- Prefiero dormir a la interperie Amelia que compartir tu cama -- Dijo y soltando su brazo se marchó dejándola frente a la puerta de la habitación que habían asignado para los dos. La orden del rey había sido: ¡Juntense y dennos un retoño -- Lo que el rey no sabía era que Amelia era estéril y que Francis no la soportaba cerca. Pero Amelia necesitaba un hijo y lo necesitaba pronto. Pensando cómo halló una solución -- Tú me debes mucho a mí, , por mí tu madre vive y tu hermano tiene un trabajo seguro --¡Es hora de pagar! ¿Pagar? -- No entiendo señora -- ¡Necesito un hijo! -- Dijo Amelia -- ¿Un hijo? Sigo sin entender -- La muchacha no lograba entender que era lo que quería la señora hasta que ella se lo dejó claro -- Quiero que te acuestes con el Marqués y me des un heredero o sino tu hermano irá a la horca -- La mirada amenazante de la esposa del Marqués la dejó helada del miedo, ella hablaba en serio, o se acostaba con el Marqués y se embarazaba o toda su familia sufría al no hacerlo. Ella nunca había visto al Marqués en persona, su trabajo estaba en la casa de los padres de la señora y de la cocina nunca había salido más que para leer en los campos y aprender cosas nuevas y para a través de los libros soñar con el amor. No le quedo más que aceptar y marcharse con la señora con el fin de convertirse en su dama de honor, algo que a su madre no le gustó y rogando por ella la dejó irse con dolor en su corazón. Al llegar esa noche a la mansión Amelia le dijo a su marido que le tenía una sorpresa esperándolo en su habitación, para el Marqués Amelia algo tramaba -- ¿Que pretendes Amelia? Si no me lo dices dormiré en cualquiera de las habitaciones de esta casa ¡hay muchas vacías! -- ¿Que me espera en mi habitación? -- El Marqués estaba molesto y si ella no hablaba él no iría. El rey nos pidió un heredero y yo no puedo tenerlo, pero sé quién sí y la traje conmigo, ella nos dará lo que el rey nos pide -- ¿Te volviste loca Amelia? ¿Pretendes realmente que yo me acueste con una desconocida que puede haber estado con cientos de hombres? -- ¡Es virgen! Nadie la a tocado nunca ¡Tú serás el primero! Y durante el tiempo que sea necesario será tu mujer hasta que quede embarazada de ti. Estas loca si crees que tomaré a una niña por mujer para complacerte en tu -- ¡Es una mujer! tiene ya veintitrés años y no se a casado aún porque compre su libertad y la de su madre -- ¡Me deben lealtad! Así que puedes tomarla y darme el hijo que su majestad desea de nosotros para que lo presente en la corte y si no lo haces Francisn yo le diré al rey que tú no quieres tener un hijo y veremos quién gana. Enojado con Amelia e indignado por lo que le obligaba a hacer, se marchó a su habitación para de forma rápida terminar con eso. Al entrar la luz de la luna reflejó la silueta de una hermosa mujer que al sentirlo volteo a mirar y el hombre que la miraba sorprendido con la belleza de la joven se había quedado mudo, sólo la miraba anonadado con la idea de que sería con ella con quien debía engendrar al hijo ordenado por el rey. Yo, señorita si usted no-- Podríamos, ah -- Por un instante la idea de obligar a la bella muchacha no le gustó y a la vez la idea de hacerla su mujer le gustaba en especial que no la veía nerviosa si no dispuesta y que al verlo sintió atraerle. Sus miradas se cruzaron y sin palabras el Marqués se acercó suavemente y la hermosa mujer se le entrego en un beso. Un beso que arrancó suspiros y que los hacía temblar, nunca se habían visto pero las caricias que se daban hicieron que quedara de lado ese detalle y sin pensar que lo que hacían tenía connotación de compromiso se dejaron llevar y suavemente el Marqués se llevó dulcemente su virtud disfrutando grandemente de amar a esa preciosa mujer. Se suponía que debían repetir ese momento en otra ocasión para garantizar el embarazo algo que dos días después se debia dar. La noche llegó y el Marqués esperaba ansioso la llegada de la preciosa mujer con la que había dormido con el fin de tener un bebé. Al tocar la puerta de su habitación él abrió ansioso encontrándose a la muchacha aún más bella que la primera vez y tomandola de su mano tiernamente le dijo: ¡Te esperaba Diana! -- A lo que ella le respondió: Yo también quería verlo -- Al escucharla el Marqués sonrió y le pidio: Llámame por mí nombre y cuando nos amemos repitelo ¡Francis! ¡Lo haré! -- Será maravilloso para mí ser tu mujer y que me ames de nuevo ¡Francis! Al oír lo que ella había dicho no había duda para él de que esa noche se desbordarian en el vientre de esa bella mujer miles de flores llenas de vida, de pasión y deseos de sentir y dar amor.

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