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¿Con quién r@yos me casé?

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Blurb

La peor pesadilla de cualquier persona es despertarse y darse cuenta de que la personas divertida y sexy que conocieron la noche anterior en el bar, en realidad, es una ¡bruja! ambiciosa sedienta por poder o un “deportista” desempleado.

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Nombres claros
Para que les sea más fácil entender, me gustaría que fuera un misterio mi narración, porque de esa manera estarían más enganchados a las cosas importantes, como por qué lo cuento, cuándo lo cuento y cómo lo cuento. Pero, la verdad, es la historia de mi vida, la de mis amigos y la de uno que otro más que nos rodea. Todavía no voy a presentarme, pero me parece justo decirles un poco sobre la gente que protagoniza esta historia. Simonetta Murdok era una mujer que fue criada para ser el hombre, el hombre que su padre y su abuelo no podían ser, pero la aterradora mujer que tenía entre manos. La mujer no tenía claro cómo sus papás se habían enamorado, no por qué seguían juntos, pero siempre que estaban ene el mismo espacio, suponía que era una cuestión de fuerzas sobre naturales. Ahí estaban como dos adolescentes besándose apasionadamente, mientras ella caricias la espalda de su esposo y él su trasero. Simonetta se aclaró la garganta porque estaba segura de que sus papás habían olvidado su presencia y le encontró no verlos fornicar. —¡Mi amor!—grita su madre y se acerca—¿Qué llevas puesto, princesa? —Se ve ridículamente caro. —Es lujo silencioso—les recuerda Simoneta. —Mi amor, es que aquí no hay lujo siquiera, me gustaría que donaras ropa, pero la verdad la tuya no... no... pega con el lugar. —Vale, mamá, vinimos a cantarte el cumpleaños no a que me destroces. —No me planteaba destrozarte. —No, solo criticarme. Las dos mujeres se quedan en silencio mirándose y una no puede entender por qué son tan diferentes, por qué ella y su hija tienen tanto resentimiento en medio cuando siempre le había dado más, atención y todos los cuidados, si algo había adorado Arauna, era ser madre. —No, solo vas vestida muy lujosa en un lugar muy pobre, con ese outfit les pagas la comida anual a todos los de la tribu. —¡Mamá!—grita Simoneta molesta. —Por favor, por favor, nenas, seamos familia y seamos felices. —Yo tengo planes y un jet privad esperando. —Simonetta como no vas a quedarte. —¡Estoyhasta los huevos de la pobreza! Simón entendía que su mujer y su hija tenía una conversación pendiente, pero, los ataques en miniatura, que si la ropa de una, el trabajo de la otra, que si visitarse o no le estaban volviendo loco. Era como si no pudiesen ser simplemente educadas por respeto a que son familia y a que le incomodan, en su último cumpleaños, habían sacado una foto de los tres y ambos tenían el ceño fruncido. —¡Pero, qué dices, mujer! —intervienen su padre en tono divertido, con el fin de apaciguar la situación, pero Simoneta parece encenderse en rabia y dice: —La pobreza me tiene harta, la de este lugar y la de todos los lugares en los que decides martirizarnos. Estoy harta de esta gente, de verdad, que no se puede ser pobre y estar necesitando ayuda toda la vida, ya, me mamé. Ayuda a alguien más interesante, has algo que no sea estar rodeada de mierda, sé ambiciosa, construye un hospital impresionante, has una vida nueva, reinvéntate, pero déjate de mamadas, déjate de pobreza y aislamiento. Te mereces más. —Dice Simonetta y su padre asiente. —No todo es dinero Simonetta, no todo son negocios, ni lujos, hay felicidad incalculable en la gente. —¿De verdad? ¿Y, papá y yo no somos dignos de la tuya? ¿Hay que venir aquí a la perdición infernal de la chingada para ver si en el proceso contraemos lepra, reina? ¿Cuándo mi papá va a tener una esposa y yo una mamá? —No sé, mi marido y yo estamos felices, como nunca y tú siempre has tenido una madre. Ahora, has tu propia familia y deja de meterte en mi vida. —¿Hola, Simonetta y Arauna? ¡Las presento! Mi hija, mi esposa; tu hija, tu madre.—Las toma a las dos del brazo y las lleva hacia el sofá. — ¿Háganme el favor, las dos, de tomar asiento y explicarme qué está pasando? Simón no era el único padre que deseaba respuestas de sus hija o su esposa. En algún lugar del mundo totalmente diferente a ese, Orlando Donelly quería entender a sus hijos, a los tres. Y su mujer, la aparente culpable de todos sus males, eran perezosos e irresponsables, siendo el peor su hijo. —William. —Sí, papá —responde el joven. —No, dame un segundo —dice y se aclara la voz—. Tash, volverás a la universidad; en una carrera que yo elija. Hany, tú tienes dos carreras; trabajadas o trabajas, sino, te congelo las tarjetas. Sue, mi cielo, mi amor, mi esposa, necesitas un hobby. Luego, ya no tienes treinta, me falla el corazón de vez en cuando, no tengo amantes ni nada parecido. Soy inocente de todo lo que se me acusa. Hazme el favor y deja de perseguirme. Y, William, tengo un negocio y un punto de salida, pero estar aquí, al otro lado del mundo, pretendiendo ser un deportista no es vida, hijito. Por favor, búscate un trabajo o ven a atender el negocio familiar. —¿Qué es el negocio familiar?—pregunta William. —Es un grupo de carnicerías. Recuerdas cuando amabas pollos antes de ir al colegio—el joven eleva las cejas. —A mí matar pollos me da igual, matar chanchos me encanta, pero matar gente no me va.—El señor Donelly ve su hijo con amargura y su mujer se pone en medio de ambos. —Si necesitas tu apartamento avísame y busco otro lugar. —Sí, sí, hazme el favor de dejar limpio el lugar. Ya ven, la vida de Simón y de William no es fácil, pero ellos dos están a punto de complicárselas mucho más. Casi igual que Consuelo y Manuel, que si en el año 1900, ya uno no debería plantearse casarse con absolutamente nadie, por más guapo o por más rico que sea, nadie debería casarse por voluntad propia, eso es como autoeliminación emocional. Eso sí, como Consuelo es mi amiga, yo la apoyo y no le doy ni un mordisco a quien no me declare luego. —Gretta, necesito un favor —dice a su mejor amiga. —Mi mamá te adora y no quiero casarme sin ella, pero parece que va a asesinar a mi suegra, ¿podrías ir a hacerle, no sé, lo que sea que tú le hagas? —Gretta, ya no estás en edad de comer repostería —le advierte Ramón y le quita del plato el quiche a la amiga de su hermana. Las mujeres le dan golpes en los brazos y el mellizo de Consuelo se ríe a carcajadas mientras le lanza un beso a la mejor amiga de su hermana. Crecer con alguien da una ventana de oportunidades para fastidiar como si fueran ellos hermanos o si fueran mejores amigos. La verdad, Gretta se siente tan asustada con el pleito que se come el pedazo de quiche que su amigo le ofrece mientras comparte un brownie. —Gretta, no te va a quedar el vestido de dama. —¿Para qué necesita uno si no vas a casarte? —No seas tan cabrón —dice Consuelo. —Los necesito. —La verdad, entiendo para qué me llamaste, pero no me queda claro para qué has llamado a Ramón. —Soy bueno con la suegra de Consuelo, tiene un crush conmigo —dice mientras se acaricia el cuerpo y las dos amigas se ríen a carcajadas. —Consuelo, mi vida, mi mamá... ya se siente incómoda —comenta Manuel y se mete un brownie entero en la boca. Gretta y Ramón se ríen y toman caminos separados, su propia batalla con las mamás que necesitan convencimiento. Empecemos por la señora mamá de Manuel, que tiene una edad similar a la de Ramón, no perdió el tiempo en acariciar los brazos del hermano de la prometida de su hijo. Marita Murdok veía con desprecio a la madre del prometido de su hija. —Tía Marita —la llama Gretta de cariño, quien al final se ha criado tan cerca de los Murdok que se siente familia. —Nos necesita. —Ni Simmy ha querido venir. —Simmy está en Kenia y habría asesinado a la mamá de Manuel, gracias a Dios no. —Vas a salvar a mis hijos de esa mujer. Marita tomó la mano de la amiga de su hija y entró a la de su casa. Se sienta con toda la educación del mundo, le recordó que era la boda de su hija, no la de ninguna de las dos, y continuó pujando por las cosas con las que su princesa había estado obsesionada toda la vida. Manuel escuchaba a su madre hacerse la ofendida, pero tenía una tarea que mantener, tradiciones familiares y, la verdad, sueños que vivir a través de su "único" hijo. Consuelo vio a su madre y a su suegra en un duelo de palabras y una amenaza tras otra, y tomó la mano de su prometido, el hombre ansioso que no podía dejar de comer semillas para no arrasar con la repostería. Esta preguntó: —¿Es muy tarde para escaparnos? —¿Ya no quieres casarte conmigo, Consuelo? —Quiero casarme contigo, quiero mantenerme casada, pero si depende de las dos mil personas que pretende invitar tu mamá, las miles de alergias entre sus amigos y los nuestros, los lugares que hemos perdido porque ella quiere algo que no es lo que quiero. Y... siento, Manuel, que deberíamos aprovechar y simplemente casarnos, solos los dos. Podemos ir a Las Vegas. —Uno se casa una única vez. Hagámoslo con la familia y amigos. —Si tú de verdad quieres casarte conmigo, necesitamos hacerlo antes de que nos separen nuestras madres. Gretta sintió lástima por Ramón, porque Lucrecia de Bravo tenía una mano entretejida con la de Ramón, el sensible terremoto espectacular. "Hago cuatro horas de gimnasio" y la otra mano libre de la mujer estaba sobre el muslo del niño de Marita, que si ella le hubiese visto manos a las suyas, habría tenido la excusa perfecta para impedir la boda, pero Gretta, la superhéroe, se acercó y colocó la mano en el hombro de Ramón y por piedad a la boda de los sueños más infantiles de Consuelo le dijo: —Amorcito, ¿me ayudas a buscar un abrigo? La mujer puso su mirada sobre Ramón y dijo: —¿Sales con ella? —Es el amor de mi vida —le aseguró y soltó su agarre. —Mamá, ya has dicho suficiente, lo mejor es hacer algo íntimo y pequeño. —Manuel —le llamó su hijo. —No es que me haya insultado a mí, es que tengo una boda por hacer, tradiciones familiares y, la verdad, sueños que vivir a través de mi "único" hijo. Consuelo vio a su madre y a su suegra en un duelo de palabras y una amenaza tras otra y tomó la mano de su prometido, el hombre ansioso que no podía dejar de comer semillas para no arrasar con la repostería, y preguntó: —¿Es muy tarde para escaparnos? —¿Ya no quieres casarte conmigo? —Quiero casarme contigo, quiero mantenerme casada, pero si depende de las dos mil personas que pretende invitar tu mamá, los miles de alergias entre sus amigos y los nuestros, los lugares que hemos perdido porque ella quiere algo que no es lo que quiero. Y… siento, Manuel, que deberíamos aprovechar y simplemente casarnos, solos los dos. Podemos ir a Las Vegas. —Uno se casa una única vez, si lo hacerlo bien. Yo quiero hacerlo bien contigo. Hagámoslo con la familia y amigos. —Si tú de verdad quieres casarte conmigo, necesitamos hacerlo antes de que nos separen nuestras madres. Gretta sintió lástima por Ramón, porque Lucrecia de Bravo tenía una mano entretejida con la de Ramón, el sensible terremoto espectacular. "Hago cuatro horas de gimnasio" y la otra mano libre de la mujer estaba sobre el muslo del niño de Marita, que si ella le hubiera visto manos a las suyas, habría tenido la excusa perfecta para impedir la boda, pero Gretta, la superhéroe, se acercó y colocó la mano en el hombro de Ramón y por piedad a la boda de los sueños más infantiles de Consuelo le dijo: —Amorcito, ¿me ayudas a buscar un abrigo? La mujer puso su mirada sobre Ramón y dijo: —¿Sales con ella? —Es el amor de mi vida —le aseguró y soltó su agarre. —Mamá, ya has dicho suficiente, lo mejor es hacer algo íntimo y pequeño. —Manuel —le llamó su hijo. Lucrecia examinó con la mirada, como si Gretta tuviese tetas grandes, un poco de barriga donde se acumulan los senos en las mujeres, brazos con celulitis (normales, nada monstruoso pero, visibles), piernas que probablemente alcanzarán, sí, sí se le peca, un trasero que es ligeramente más grande que su vientre, pero más cerca de cumplir la meta de Miss Universo que su cintura, la cual no mide sesenta sino ochenta. —Es el amor de mi vida —aseguró Ramón y se soltó de su agarre. Para Marita una boda estresante y fea que acabaría teniendo Consuelo por cabezona era una cosa, pero ofenderle a Gretta podía. ser la gota que derramaba el vaso. —Mamá, ya ha sido suficiente, lo mejor es hacer una boda íntima y pequeña. —Manuel, aquí lo mejor es hacer la boda que tu mujer quiere, no la que tu madre ordena, y el matrimonio les va a durar el futuro, se lo dictamos ella o así que decide con quién te casas. —Mamá —le llaman sus hijos. —No es que tengas muy poco carácter, Consuelo, ¿con quién te estás casando? —No permito que nadie ofenda a mi hijo —dice Lucrecia y se pone en pie—. Vamos, Manuel, que la verdad, no han entendido que tú también cuentas y que no solo eres un adorno. Consuelo se lleva las dos manos a la cara, y su madre sabiamente le recuerda que uno no solo se casa con un hombre, sino con su apellido y su familia, y por más que intentes ignorar esas dos cosas, te perseguirán por toda la vida. Bueno, no les quiero agriar el cuento, solo quiero que recuerden: las mamás de Manuel y Consuelo no quieren que sus hijos se casen. Hay un grupo de padres que espera que sus hijos cambien (después de los 30+), los de William y Simonetta. Hay un hermano; Ramón y una mejor amiga; Gretta, intentando convencerse a sí mismos de que lo que está haciendo una novia en cuestión es lo mejor, y eso es todo. Es obvio que quieren saber más y yo les dejo un adelanto, seis personas y una fecha de bodas en un lugar cuyo nombre es de seis o cuatro letras.

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