ESPERANZA

- Era una maña de verano lo se por el olor a tierra mojada y el lodo que había en el patio de la casa, yo estaba jugando en el cuarto con Cachorro un perro n***o no identificó su r**a seguramente era un perro callejero como tantos en el mundo, de repente escuché la voz en tono de mando y enojo de mi abuela. - Rosalía ve dile a tu mamá que te prepare una mochila con ropa nos vamos para el rancho de tu tía. - ¿Donde está el rancho de mi tía? ¿Es bonito? - Deja la preguntadora y ve a hacer lo que te ordenó. - No recuerdo el momento en que le pedí a mi mamá me arreglara la mochila tampoco rememoro quien la llevaba, lo que si recapituló es que salí por la enorme puerta de madera color miel agarrada de la suave mano de mi abuela, caminamos hacia la derecha por una calle empedrada llena de charcos de agua, me era inevitable no pensar en saltar a los charcos de agua. - ¿Abuela hasta donde vamos a ir? - Muy lejos, contestó. - Ya tengo hambre. - Todo el día comes te vas a poner gorda y fea. - ¡Mi mamá dice qué soy la niña más bonita del mundo! Expresé sin obtener una palabra de ella, repentinamente vi un charco de agua más grande que los anteriores este me invitaba a saltar en el, solté la mano de mi abuela y brinqué sin pensarlo con la alegría que cualquier niño lo hubiera hecho, hasta que una voz me interrumpió. - ¡Me mojaste! Muchacha traviesa tú madre te tiene muy consentida por eso nunca te portas bien. - Me quedé petrificada con la espalda encorvada, los ojos bien abiertos y la cabeza sumida entre mis hombros creó que hasta contuve la respiración. - Muchacha del demonio nunca paras, sabrá Dios que pecado cometió mi hijo para que la vida lo castigara contigo, pero muy pronto lo voy a librar de semejante castigo. - Ups mi abuela se había enojado, ahora me tenía que portar bien o no me llevaría al rancho. ¿Qué era portarse bien? No sabía como tampoco comprendía que era un rancho no obstante sonaba divertido, ojalá que en el rancho mi abuela si me deje jugar, me dije mentalmente. Al llegar a la calle que cruzaba con la que íbamos recorriendo había un sistema de riego a lo largo de la calle el cual cruzamos por un puente en forma de arco, hecho con piedras blancas al estilo colonial. - Al cruzarlo noté que la arquitectura de las casas eran diferentes más modernas, la calle estaba pavimentada durante el trayecto de la casa a donde quiera que fuéramos yo brincaba de un lado a otro hasta que llegamos al final de la calle, estábamos sin duda alguna en las afueras de la ciudad ya que allí no había casas, una pared llamó mi atención eran solamente arcos y columnas construidas de ladrillos rojos. ¿Abuela qué es eso? Apunte con mi dedo índice hacia la construcción. - Es una regadera, contestó. - ¿Para qué sirve la regadera? - Para regar el maíz. - Eso fue todo lo que hablamos. El momento emocionante llegó cuando un autobús amarillo se paró frente a nosotras y nos subimos, una vez en nuestro asiento me dijo mi abuela. - Duérmete porque el camino es largo. - ¡Pero no tengo sueño! - Ahorita vamos a pasar por el cementerio la gente que no se duerme los muertos les jalan los pies. - Eso fue todo lo que necesite para intentar dormir, no se en que momento me quede dormida ni cuánto tiempo dormí hasta que mi abuela me despertó. - Apúrate que ya llegamos hay que bajarnos del autobús antes que nos lleve a otra parte. - ¡Nos puede bajar aquí por favor! - Está no es parada contestó el chofer. - Ya se pero nos quedamos dormidas y se nos pasó la parada. -El chofer detuvo el autobús al bajarnos nos recibió el dulce aroma de flores estábamos en el medio de la nada en otras circunstancias diría que el paisaje era hermoso, se veían colinas tras colinas con Huizaches de todos tamaños llenos de sus llamativas flores amarillas y rocas muchas rocas blancas cruzamos un riachuelo con muy poca agua fluyendo, todo el trayecto no era más que bajadas y subidas, para mi todo era diferente a lo que seguramente estaba acostada así que como buena exploradora me entretenía viendo insectos, las pequeñas hojas de los huizaches, las hormigas desfilaban cargando pequeños trozos de hojas verdes en ocasiones mi abuela apresuraba el paso yo corría para alcanzarla, no se cuanto tiempo tardamos en llegar hasta la cima de la montaña, mi abuela se sentó en una roca enorme. - ¿A que horas vamos a llegar a la casa de mi tía? - Falta muy poco. Contestó. - Me dio un pan para que comiera mientras ella bebía agua del guaje que llevaba, al terminarme el pan le pedí agua ella me dio lo poco que quedaba desde luego no era suficiente para saciar mi sed ya que habíamos caminado varias horas bajo el sol, quiero mas agua, aprovecho esas palabras para hacer la movida que cambiaría el rumbo de mi vida. - Voy a llenar la cantimplora de agua aquí espérame por favor no te muevas porque te puedes perder. Se levantó me agarro por debajo de los hombros y me sentó en la roca en donde ella estaba sentada estaba tan alta que me colgaban los pies. - Mi abuela empezó a caminar, aun cuando yo no tenía edad suficiente para razonar sabia que algo no estaba bien no sabía que era pero mi instinto me decía que mi abuela estaba retrocediendo sin mi cuando la perdí de vista le grité. ¡Abuela no me dejes sola! Ella no contestó de repente la volví a ver, abuela regresa por mi, siguió caminando sin voltear. - ¡Abuela me voy a portar bien pero no me dejes.! - ¡Abuela llévame contigo! - ¡Abuela tengo miedo! Grité y lloré hasta perder la voz, a la distancia solamente veía la silueta de la anciana cada vez mas pequeña hasta que desapareció de mi vista.