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Cazadores de monstruos

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Blurb

En el lejano y olvidado pueblo de Monte n***o, un terrorífico y desconocido monstruo acecha en el bosque. Los pobladores salen a buscar a la criatura, pero el temor no es solo lo que los impulsa en su cacería.

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Capítulo 1: El cuerpo
“Fuiste mi contraparte. Mi humanidad…. me fue arrancada. He intentado recuperarla. Tú comenzaste siendo humano… y decidiste dejarlo, lo hiciste deliberadamente.” Swamp Thing. En una fría mañana del tardío otoño, en el olvidado pueblo de Monte n***o, se encontró un cuerpo. Bastaba con una simple mirada para notar que no murió en un accidente y bastaba con una mirada un poco más prolongada para notar que fue víctima de un terrible asesinato. El cuerpo fue hallado en las orillas del lago, fue encontrado por un padre y su hijo de camino a un día de pesca, inmediatamente llamaron a la policía y pocos minutos después llegó la patrulla, por supuesto manejada por el inspector Rodrigo Ramirez, también conocido por todos los habitantes como “El jefe Ramirez” y su copiloto el oficial Ignacio Moreno. El cuerpo se hallaba envuelto en una espesa capa de lodo y plantas, aún estaba húmedo, había sido llevado a la orilla por la marea esa misma mañana. El inspector Ramírez se esforzó para descubrir el rostro del occiso, las algas la cubrían como un vendaje natural. Al hacerlo una terrible pestilencia a humedad y carne podrida, brotó de la boca del difunto. El jefe tuvo que cubrirse la nariz y la boca con la mano, casi como si intentará ahogar un grito, para no botar el café que había desayunado un par de horas antes, el oficial Moreno no tuvo los reflejos necesarios y vomitó en la orilla del lago. Con velocidad el jefe revisó las heridas, al menos las que eran visibles en ese momento, supo que ese homicidio no había sido como ningún otro que haya visto, incluso cuando trabajaba en la capital. Era un desastre y supo que no fue hecha por una mano inteligente, las heridas que ahí habían fueron hechas con un odio natural y una furia asesina. El oficial Moreno se acercó a la escena, limpiándose la comisura de la boca con la manga de su uniforme, su aspecto verdoso solo era comparable con las algas que cubrían al difunto, se dirigió a su superior con la intención de saber sus primeras impresiones del caso pero antes de poder hablar el jefe le dijo: –Llama a una ambulancia, diles que necesitamos que lleven un cuerpo al forense. El oficial pudo ver en el rostro del jefe un temor oculto, detrás de sus severos y calmados ojos como nunca antes había visto. Ignacio temió preguntar cualquier otra cosa que pudiera hacer explotar ese temor, así que solo asintió y caminó a la patrulla en busca de la radio, pero a medio camino la voz del inspector sonó detrás de él. –¡Nacho!–Ignacio volvió a verlo. El jefe estaba de pie junto al cuerpo y noto cierta indecisión en su voz. –Llama a Sandra y dile… que encontramos a su hijo. Palabras que años después Ignacio recordaría en momentos vacíos, dónde no había nada que hacer y nada que pensar. Cuando el cuerpo quería sentir algo, ese recuerdo siempre le causaba un terrible escalofrío, al menos lo bastante fuerte como para querer pensar o hacer algo más. El jefe se quedó de pie frente al cuerpo, el olor se había despejado lo suficiente como para ser soportable, miraba el rostro del muchacho que había estado buscando por varios días y pensaba en qué le diría a su madre, cuando de pronto un flash brillo en la espalda del jefe, alumbrando toda la escena con una fría y destellante luz. El inspector volteó la mirada y vio a un hombre, escondido detrás de una cámara fotográfica. –¿Qué diablos crees que haces?– Le preguntó el jefe con molestia. El hombre bajó la cámara, su rostro estaba perplejo, como si hubiera presenciado un acto de magia que nunca podría explicar, la comisura de sus labios se estiró provocando una sutil sonrisa, su dedo se tenso y otro flash se disparó, destellando el rostro del jefe y el del cadáver. El jefe estaba apunto de ir y arrebatarle la cámara pero el sonido de varios autos junto al camino que daba al lago lo detuvieron, de ellos empezaron a bajar varias personas, todos con cámaras igual o más grandes que el del primero, unos segundos después fue un espectáculo de luces. Los flashes de la cámara iluminaron la escena y el cuerpo, incluso cuando era llevado a la ambulancia. El jefe pensó en pedirles respeto pero los reporteros empezaron a gritarle preguntas que no quería o no podía responder, así que solo los llamó: –Buitres Y se marchó en la patrulla, siguiendo la ambulancia. La noticia fue la primera plana de todos los periódicos locales, algunos daban datos más específicos de lo sucedido pero la gran mayoría eran simples conjeturas y suposiciones, descritas como hechos. Las cosas empeoraron mucho cuando de alguna forma los reporteros se hicieron del informe forense y consiguieron todos los mórbidos detalles del homicidio. El cuerpo pertenecía a Antonio Saldivar de 14 años, estudiante de la secundaria Miguel Montes. Fue reportado como desaparecido el viernes 20 de octubre de 1995, junto con otro niño llamado Owen Olvera, quien aún sigue desaparecido. El cuerpo presenta una terrible fractura del lado superior izquierdo de la cabeza que abarca desde la frente hasta la nuca, en el cuello tiene un desgarro tan profundo que le cortó la yugular, destrozó la tráquea y la garganta. El corte no es limpio así que se descarta el uso de cuchillos o navajas. En la caja torácica presenta múltiples perforaciones con lo que se supone fue la misma arma que rebano el cuello, las heridas son semi ovaladas, en serie de cuatro, la profundidad de cada corte varía, las dos centrales perforaron hasta diez centímetros, la del extremo de la derecha perforó de ocho a nueve centímetros y el extremo izquierda solo perforó seis centímetros. Tiene siete conjuntos de cortes a lo largo del pecho y tres más en la espalda, la gran mayoría del lado izquierdo. El pulmón izquierdo, la columna , el estómago y el riñón están destruidos. Por la forma y serie de las puñaladas, se cree que el homicidio no fue cometido por un ser humano. Los reporteros empezaron a hostigar a la madre de la víctima, Sandra Saldivar. En las fotos salía con los ojos rojos e hinchados y solo se limitaba a ignorar las preguntas y los flashes de los reporteros. Lo último que esa mujer necesitaba eran sádicas preguntas sobre el homicidio de su hijo, pero los reporteros no necesitaban su testimonio, tenían una buena parte de la historia y completarla no sería problema. El caso de Antonio Saldivar azotó el pueblo, no se habló de nada más durante días. Las suposiciones de todos los pobladores, ayudados con la opinión de la prensa llegaron a la misma conclusión, el asesino no fue ni más ni menos que un terrible monstruo. Una criatura desconocida que habitaba en el bosque, tuvo la suerte de encontrarse a dos niños que jugaban al salir de clases y los atacó, el cuerpo de uno cayó al río y por días navegó por la corriente hasta llegar a las orillas del lago, pero el otro no tuvo la misma suerte, tal vez fue devorado o su cuerpo sigue perdido en el bosque, pero siendo un niño dos años menor que Antonio ¿Qué podía esperarse? En cualquier ciudad o pueblo, una noticia así habría sido una terrible tragedia, pero no en Monte n***o, en ese extraño y olvidado lugar era lo mejor que había pasado en años.

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