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Mi maldito error

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intro-logo
Blurb

Danilo, quién es coreano de nacimiento, a sus veintitrés años, lleva una vida infeliz, dura y con una mujer que lo humilla constantemente por su autismo, y sus problemas de depresión, pero todo cambia, cuando por obra del destino, se cruza de nuevo a Mila, quién en su infancia, había sido la única que lo había querido sinceramente, pero al estar casado esto no sería fácil y menos, en una relación tormentosa y violenta como la que él vivía, que creía que tal vez nunca, volvería a salir a flote.

Segunda parte disponible: mi maldita decisión ❤️

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1.
Trece años antes Me siento muy extraño. No sé por qué mi estómago duele de esta manera y siento que quiero llorar, es insoportable y lo peor, es que no podía evitar que las lágrimas cayeran sin parar y fue toda una hazaña que nadie lo notara, porque con lo chismosos que son todos en casa, fue realmente difícil. Aunque vamos, no soy tan tonto como me han hecho creer mis hermanas, creo suponer porqué es, pero si les digo porqué estoy triste no dejarán de molestarme nunca y no quiero que nadie me moleste, no cuando me siento como la mierda y tendré que jalarles el pelo si me dicen algo o gritaré. Me llamo Danilo y mi madre y mis hermanas me dicen Dani, porque soy el menor de los tres. Cumplí diez años hace una semana y es por eso que mis padres nos trajeron hasta acá, Tolú, pero yo quería una enorme fiesta llena de mis personajes favoritos, como Barney, el oso yogui, Bob esponja o la vaca y el pollito, pero nos trajeron acá en cambio y yo, me quejé hasta el cansancio, estuve a punto de hacer un berrinche monumental, pero no lo hice porque papá sacó su correa y es mejor evitarlo, quería conservar un poco más mi dignidad. Este lugar en el que estábamos, es un municipio que queda en Sucre y fue el lugar donde mis padres se conocieron y se enamoraron, en un verano hace más de veinte años atrás. Siempre me han contado historias sobre este lugar y es por eso que les dije que quería venir en un futuro, pero no para mi cumpleaños, porque quería el pastel de Batman, pero bueno, tanto que me quejé por venir y no tenía idea, de que mi vida sería un antes y un después desde que conocí este lugar. También vinieron mis hermanas mayores, los seres más inútiles del planeta: Laura y Paula, ellas tienen veinte y veintiún años. He escuchado decir de los chicos de nuestro vecindario que ellas son muy guapas, pero no entiendo por qué dicen eso. Para mí son horribles. Viajamos en el coche de papá y también vino nuestro perro Antonio José con nosotros. Él tiene dos años y es un pastor alemán. ES MI PERRO, SOLO MÍO y no dejo que las feas de mis hermanas lo toquen, luego lo van a manchar con sus sucias manos llenas siempre de pintauñas. Odio el olor de esas pinturas, me marea y me molesta, por eso no dejo que toquen a mi hermoso Antonio José. Conozco a los que son mis padres, desde que tengo un año y claro, esto puede resultar confuso, pero es sólo un poco de lógica: ¿cómo un niño con rasgos tan marcados como los míos, podría ser hijo de una pareja samaria? Recuerdo que en mi anterior escuela, los niños me hacían dibujos por tener los ojos más pequeños y yo quería crear una catapulta propia, a ver si los lanzaba hasta Venezuela o Ecuador si es más económico tirarlos allá, pero todas mis catapultas fallaron así como mis esperanzas, y ni por más que intenté abrir mis ojos con cinta, con mis dedos o simplemente, pintármelos insinuando que tenía más ojos, fallé y tuve que resignarme a lo innegable. Soy coreano y moriré siéndolo, ese hecho no lo podré cambiar por más que no hable en nada coreano, no conozca a ninguna persona de allá y poco sepa sobre su cultura, porque claro, mi primer año lo pasé en un orfanato internacional según dicen y luego, me adoptó la pareja más genial del planeta y gracias a ellos, he gozado de una buena vida, a pesar de mis limitaciones, que no son pocas. No conforme al hecho de que nací allá y me adoptó una familia del otro lado del océano, nací también con varios problemas o tal vez, discapacidades como dice el doctor y quiero pegarle cuando dice eso, porque odio cuando dicen que soy así, aunque lo soy, pero no me gusta que lo digan y menos, en voz alta. Nací con varios problemas y creo que eso influyó mucho en que mis padres me adoptaran, supongo me habrán querido ayudar y bueno, se los agradeceré por siempre, a pesar de que no haya forma alguna de ayudarme. Nací con autismo y algunos doctores (no todos, pero sí varios), creen que también tengo un leve retraso que no han podido confirmar, pero estoy seguro de que es así, porque tengo ojos y puedo notarlo, no soy como los demás y muchas veces, me cuesta comprender cosas que los demás si entienden, aprendo muy lento y tampoco puedo ver una película con subtítulos, entre otras mil cosas, pero bueno, hasta ese momento de mi vida, les daba poca importancia a mis limitaciones. Salimos de viaje a las seis de la mañana y llegamos a Tolú a eso de las de las doce del mediodía. Hacía un calor tremendo. Me sudaba el cabello, la ropa y el pobre Antonio José iba con la lengua afuera. Llevamos nuestras maletas hasta el hotel donde nos íbamos a hospedar. Probé algo genial a la hora de almorzar. Se llama sopa de guandú, no conocía ese tipo de granos, es similar a los frijoles, pero tiene una apariencia algo diferente y sabe más dulce. Espero no me de diarrea. Se veía rara la sopa, parecía vómito y por eso me quejé desde que mamá pidió eso para todos en el restaurante, pero cuando lo probé no pude quejarme más. Mis hermanas se rieron de mí y les saqué la lengua. Ojalá se les enrede el cabello en la ventanilla del auto. Más tarde me puse mi bañador azul, mi camisa favorita que es del programa Rick y Morty, es negra y tiene letras verdes. También me puse una gorra y lentes oscuros porque el sol pegaba fuertísimo y el aire que respiraba se sentía pesado, parecía que estuviera encerrado en una caldera, como esas que salen en las películas antiguas de mi abuelo. Caminamos por el malecón donde había muchas tiendas donde venden artesanías, recuerdos y demás. Yo caminaba varios metros delante de mis padres y mis hermanas porque no quería que la gente supiera que iba con ellos. Me avergüenzan. Papá y mamá siempre andan abrazados y besándose, eso me da mucho asco y mis hermanas van con sus teléfonos tomándose dos mil setecientas fotos. Por eso iba adelante con Antonio José, lejos de su aura romántica y de fotos que dejarían ciego a cualquiera que tuviera un buen par de ojos. Eran las dos de la tarde. Papá alquiló una carpa donde sentarnos a la orilla de la playa con cinco sillas. Mamá soltó a Antonio José de la cadena y fue a jugar con dos perros que estaban cerca de su misma r**a, pero más viejos. Me senté en la arena y pensé en meterme al mar, pero sería aburridísimo meterme yo solo. No traje nada para jugar, lo olvidé por levantarme tan tarde y por eso estaba de malas. Soy muy tonto, me caigo mal a veces. Me dibujé en la arena vestido de astronauta, pero el agua lo borró y miré alrededor. Los niños que estaban cerca eran más pequeños que yo y no podría jugar con ellos, mamá me regaña cuando hago eso. Qué porquería. Me puse de pie y vi a lo lejos, en el malecón que estaba detrás de nuestra carpa, a una niña sentada en el borde. Perfecto. Caminé hacia ella y me senté a su lado. -Hola. – Le dije y no me respondió. Me miró raro un momento y luego volteó a mirar a unas conchas que tenía en las manos. -¿Qué quieres? - Jugar, ¿tienes un balón? – Pregunté y ella asintió. -Sí, pero está en mi casa y hace mucho sol para caminar hasta allá. Tampoco creo que mi hermano me lo preste.– Respondió. Ella era blanca, de cabello con ondas como el de Paula, pero castaño claro o algo así, no lo sé. Era delgada, casi tanto como yo y llevaba puesta una camiseta algo grande, probablemente fuera de algún hermano mayor o el papá, unos shorts y sus zapatos, eran geniales, tenían como diez colores y luces, me gustaron muchísimo. -¿Qué haces acá sola? ¿no te regañan?– Pregunté. - Mi papá y mi hermano están pintando la casa y me pidieron que me fuera. - O sea que te echaron. – Le dije y ella asintió. – Qué porquería. - Sí, es una porquería. No te había visto por aquí, ¿vienes de paseo? - Sí, ahí está mi familia. – Los señalé. -Ustedes se parecen a la familia Addams. -¿Qué? ¿Por qué o qué? -Son muy pálidos todos. – Era verdad, éramos pálidos y no sé por qué. Compartíamos únicamente ese rasgo. ¿Tal vez podría decir que me parezco a ellos si me pongo unos lentes oscuros de sol? Me dijo que se llama Mila y que tiene catorce años, ya veo por qué era más alta que yo. No es de aquí, de Tolú, me dijo que era de Barranquilla, pero que tienen una casa de vacaciones acá y que también tiene hermanos mayores, uno de la edad de Laura, que es comerciante y vive con sus padres, otro que sólo le lleva un año, una tía y sus abuelos también vinieron y se quedan a unas calles de aquí. Me dijo que su casa era gigantísima y que tenía más de cincuenta años de construida. Genial, ojalá salgan espíritus, así podría invocar al títere. Hablamos un rato y luego fuimos a jugar con Antonio José y los otros perros. -Está muy lindo tu perro, el mío se parece al cabello que sacas de un cepillo sucio.-Comentó y la fulminé con la mirada. -No hables mal de tu perro, podría estar oyéndote. –Le dije y ella se echó a reír. -Es verdad, lo que pasa es que es hijo de un french poodle blanco y una perrita callejera negra, sacó lo peor de los dos. Papá le quita el cabello para que se vea menos feo y mi tía le puso un lazo rojo, pero ahora parece un perro que se cree perra. -Podría decirle a mi hermana que me preste la cosa con la que se alisa el cabello y lo usamos en tu perro. -¡Sí! ¡Y lo peinamos como Elvis crespo! -¿De qué carajos están hablando?-Preguntó mamá, divirtiéndose de escuchar conversaciones ajenas. -Es confidencial.-Dije y por algún motivo, Mila rió, así como con cada cosa que yo decía. No sé si es que se está burlando de mí o si es que le agradé, espero sea la segunda opción, porque a Antonio José le agradó ella y podrían ser amigos. Jugué toda la tarde con Mila, primero con mi perro y luego en el mar. La pasé tan genial, que odié cuando empezó a oscurecerse y mis padres nos dijeron que ya estaba bueno, que debíamos regresar al hotel y me puse tan triste que quise llorar. Lo sé, soy muy tonto a veces, pero Mila me dijo, que mañana me esperaría a las diez de la mañana en la playa, para jugar a la pelota conmigo. Me dormí muy rápido esa noche, deseando que fuera temprano para ir a jugar con Mila y tuve que apurar a todos en mi casa porque eran muy lentos y llegaría tarde si era por ellos. -Uish, ¿cuál es el afán? Relájate un poco, qué pesado.-Se quejó Laura y estiré mi rostro de la desesperación que me causaban esas dos al comer tan lento. -¿No me puedo ir adelante?-Pregunté y mamá negó con la cabeza. -¿Por qué tanto afán, Danilo? El mar no se irá porque lleguemos unos minutos después. -El mar no, pero sí Mila.-Todos me miraron entre risas y no sé por qué me miraban así. -¿Mila? ¿así se llamaba la niña con que jugaste ayer?-Preguntó Laura y asentí.-Vaya, no puedo creer que un niño tan feo como tú, tenga una novia como esa niña. ¿Le echaste formol o qué? -No entiendo. -No sabía que ya te estaban gustando las niñas, cómo has crecido de rápido.-Dijo mamá melancólica y no entendía por qué estaban diciendo todo esto. -Mmm, bueno. ¿Ya puedo ir a ver a Mila? -Sí, pero no se vayan muy lejos, quédense donde estaban ayer.-Dijo papá y salí corriendo como alma que se lleva el diablo. Corrí rápidamente hacia el lugar donde estuvimos ayer en la playa y miré por todos lados, pero no vi a Mila por ningún lugar. ¿Será que… te fuiste? ¿te cansaste de esperarme? Pero… si te fuiste, ¿cómo te voy a hablar ahora? ¿cómo te veré? No… la busqué por un rato más y sentía mi estómago doler de la desesperación que esto me causaba, pero luego, vi a un ser extraño mirarme, una niña muy rara y de pelo fucsia, quise correr al verla, huir del planeta, pero ella traía en las manos una pelota amarilla, como la que Mila me dijo que tenía su hermano y ella, se acercó a mí y cuando la vi de cerca, era ella. Suspiré, aliviado de repente. Le quité el balón. -Oye.-Se quejó.-Tras que llegas media hora tarde, me robas. -No te estoy robando.-Le dije y sonrió aliviada.-O bueno sí.-Admití mis negras intenciones y me eché a correr. La escuchaba gritar detrás de mí, me perseguía, pero luego, choqué contra un niño, claramente mayor que yo y como corría tan rápido, lo derribé brutalmente y en el piso, él me miró indignado. -¡Oye! ¿tú por qué me tiras?-Se quejó y ambos nos levantamos.-Oye, esa es mi pelota. -¿Sí? ¿quieres jugar?-Le pregunté y asintió de inmediato. -¿Jugar? Creí que me querías robar.-Se quejó Mila y rompí en risas. -Pensé de que te había hablado de que mis juegos favoritos eran el robo y el secuestro. -¡Los míos también lo son!-Dijo el niño, quién más tarde me enteré de que era su hermano mayor, le llevaba un año. Los días que pasaron, fueron muy buenos y no entendía, cómo es que en sólo cinco días, había logrado sentir algo así, algo que jamás había sentido antes. Al principio, creí que me estaba enfermando, que tal vez me dio uno de esos virus que estaban de moda, porque sentía como que tenía fiebre cuando estaba con Mila o mi estómago dolía, entonces inventé una teoría, creí que ella tenía tal vez un aura electromagnética o radioactiva, que me hacía enfermar, pero desmentí la teoría cuando esta, no explicaba por qué pensaba en ella cuando estaba en el hotel en las noches y tampoco explicaba, el hormigueo que sentía en todo mi cuerpo cuando ella agarraba mi brazo o mi hombro. Lo que ella me producía, era algo que no podía explicar. Todos esos días, pasé el día completo con ella, jugando a veces, otras simplemente charlando e incluso, mis padres se conocieron con los suyos cuando una tarde, fui a jugar a su casa y ellos por supuesto, querían ver donde estaba y los padres de Mila, tenían una fiesta, así como casi todos los días y los invitaron a quedarme. Vi a Paula, coquetear con el hermano mayor de Mila, Laura bebía al igual que mis padres y yo, estaba sentado a su lado y ella, pasaba un cepillo por mi cabeza, porque decía que mi cabello era lindo y siempre le gustaba tocarlo. Me gustaba cuando lo hacía y sé que sonreía como tonto al verla, mis padres se reían de eso y mis hermanas, nos habían tomado unas dos mil fotos esos días, pero me daba exactamente igual. Ya me vengaré de esas dos. Cuando se hizo de noche, Mila me dijo que bailara con ella y dudoso, lo hice, pero sólo porque ella me lo pidió. Todos bailaban y la mayoría estaban borrachos, todos los adultos, incluyendo a toda mi familia, tal vez por eso nos dejaron en paz, afortunadamente. Ni nos notaron. Recuerdo esa canción, era una salsa de las clásicas románticas y yo, jamás había bailado antes con una niña, pero ella se acercó a mí, puso mis manos en su cintura y con sus brazos, rodeó mi cuello. Yo… me paralicé, al tenerla tan cerca, es que no había tenido tan cerca a Mila antes, pero poder tocar su espalda, sentir su calidez o peor aún, su olor… se veía preciosa esta noche. Llevaba puesta una de sus mil pelucas, una azul esta vez, porque ella ha usado una diferente cada día en que la he visto excepto el primero, porque ama disfrazarse y escuchaba su risa, al verme bailar de forma tan torpe y detestable, pero hacía lo mejor que podía, no podía defraudarla. Bailamos unas tres o cuatro canciones y odié cuando su papá, al estar tan tomado, se equivocó y apagó la música, por lo cual ella dejó de bailar. Suspiré. -Danilo. -¿Sí? -Ustedes se irán en dos días, ¿verdad?-Preguntó y asentí. Maldita sea, no lo había notado, ya en dos días nos iríamos y yo… ¿Qué haré al no ver más a Mila? ¿podré sobrevivir? -Sí…-Respondí en voz baja, cabizbajo. -Estoy triste.-Confesó.-A pesar de que eres bajito, tienes el cabello lindo y hueles rico, quiero llorar. -Oye… -Aprovechemos el tiempo entonces.-Jaló mi antebrazo, acercándome a ella para bailar de nuevo. El día siguiente, el penúltimo que íbamos a pasar en este pueblo, prácticamente madrugué y pude huir ya que todos en mi casa como son unos borrachos profesionales, estaban con resaca y dejé una nota, les dije que iría a casa de Mila y justo eso hice. Sip, a las seis de la mañana fui a verla. Pasamos ese día entero juntos en su sala, su familia estaban más para allá que para acá también por la resaca y pasaron el día durmiendo, así que estuvimos solos y vimos películas todo el día. Cuando dieron las cuatro de la tarde, le puse pausa a la película y ella me miró confundida. -¿Por qué pausas Harry Potter en la mejor parte? -Deberíamos hacer un contrato.-Le dije y me miró interesada. -¿De qué? -De noviazgo. -¿Qué?-Preguntó entre risas, pero yo no reía. -¿No quieres ser mi novia? -Mmm.-Lo pensó unos segundos.-Sólo… con una condición. -¿Cuál? -Primero, me dejarás escoger la siguiente película, ya estuvo bueno de magos.-Dijo y asentí.-Segundo, acepto sólo… si me prometes no olvidarme cuando regreses a tu casa. -Mila… -Me recordarás, ¿verdad? -Claro que lo haré.-Sonrió, enrojecida hasta las orejas y yo, me puse peor al verla así. Mila me abrazó tan fuerte, que por poco me derriba, pero sonreí, ante lo bien que me sentía y la abracé más fuerte. El último día, sus padres aprovecharon que era sábado, para hacer otra de sus fiestas, que al parecer, hacen todo el tiempo al ser vacaciones. Mi familia de nuevo, fueron hasta la casa de Mila y fue genial, porque de nuevo, pude pasar este día con ella, pero… no me sentía bien, estaba demasiado triste, pero traté de ocultarlo a todos, pero Antonio José lo notó y no dejaba de mirarme, maldito perro inteligente. De nuevo, bailé con Mila, aunque esta vez, delante de la vista de todos y sentía que todos sonreían al vernos, pero no los miré porque sólo podía mirarla a ella. Dios, Mila era preciosa, no me cansaba de verla cada segundo y mi estómago no dejaba de doler al verla, no lo podía explicar. La mamá de Mila puso una canción, también era salsa que parecía que era lo único que les gustaba, pero esa canción, juro que nunca la olvidaría. Bailé esa canción con ella, tratando de hacerlo lo menos peor que podía, pero cuando la canción se estaba terminando, la miré a los ojos, porque me gustaba verla. Sus ojos marrones eran muy lindos, delicados y luego, ella me miró también, pero parecía muy, muy nerviosa y en un impulso, no lo sé, ella, se inclinó hacia mí, al ser más alta que yo y me dio un corto beso que me sonrojó hasta las orejas, pero luego, entró en pánico y se echó a correr, corrí tras ella por supuesto. A eso de las nueve de la noche, fuimos hasta su patio porque comeríamos helado. Nos sentamos en una hamaca los dos y le dije que se quitara la peluca, quería ver su pelo, pero se negó. -Oye…-Dijo mirándome algo extraño. -¿Sí? -¿Has notado que te irás en doce horas? -Mmm, no.-Bajé la mirada, sintiéndome horrible de repente.-¿No te puedo empacar en mi maleta? ¿no te puedo llevar conmigo? -Pero qué cosas dices.-Dijo entre risas. -No tengo mucha idea de cómo sea los términos y condiciones de nuestro contrato, pero creo que debes ser mía o al menos la mitad de ti. -¿Sí? ¿y qué mitad escogerías? -Mmm, dónde tienes la carita.-Respondí seguro y ella me miró sonrojada.-Digo, para ver si me vuelves a besar… -¡Bésame tú!-Se quejó.-Bésame, bésame, bésame, por favor.-Rogó y de inmediato, me acerqué a ella y la besé. Nos besamos tanto esa noche. Fueron besos torpes, malos, pero para mí lo fueron todos y alrededor de una hora después, de besos, mimos y abrazos, nos metimos los dos en la hamaca y nos quedamos dormidos. Me sorprendió ver el sol de nuevo a la mañana siguiente, cuando su madre nos despertó, quién nos miraba un poco triste y me dijo que debía ir a ducharme, que mis padres me esperaban afuera. Fue horrible, cuando más tarde, mis hermanas habían metido nuestras maletas en el auto, pero no entraron de inmediato, me miraban tristes, no sé por qué todos me miraban así, considerando lo peor que me iban a hacer sentir y más, al tener a Mila a unos centímetros, quién lloraba a moco tendido, desconsolada y un poco fuerte, pero yo… reprimía con todas mis fuerzas las ganas de llorar. Dios… esto se sentía horrible, horrible, horrible. Mila se acercó aún más y tomó mis manos. -Recuerda lo que me dijiste, no me vas a olvidar nunca, ¿verdad?-Preguntó y asentí.-Seré tu novia por siempre, ¿verdad? -Sí, Mila. -Estoy muy triste.-Confesó y aún si mis padres nos estaban viendo o el suyo, no me importó nada y la besé, la besé, la besé. -Te adoro.-Le dije. -Yo también te adoro. Cuando me alejaba en el auto, noté que nadie en el auto hablaba y es que ni siquiera Antonio José ladraba. Mordí mis labios unos segundos, mientras miraba la carretera y no lo soporté más, rompí en llanto. Dejar a Mila, fue lo peor que me había pasado en toda la vida. Después de ella, quién fue mi primer amor, el único bonito que tendría en toda mi vida, conocería a la mujer, que sería mi jodida equivocación, mi gran error.

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