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Rivales

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Blurb

Soy Lucas, hace dos meses cumplí quince años y hace dos meses también mi vida cambió, cambió al llegar a este lugar, a esta escuela católica que me cae como una patada en el culo, pero no puedo hacer nada más. Dos meses que han sido difíciles, dos meses de encierro, dos meses horribles y sobre todo al llegar porque me crucé con él, Isaac, el engendro que odio porque no lo puedo sacar de mi cabeza, el idiota por el que perdí la razón y por el que batallo por mantener el control, por no perder en esta batalla, porque no puedo enamorarme. Aunque ya sepa que ya es demasiado tarde.

Nota: Cada capítulo, es un compendio de varias cartas, desde el punto de vista de Lucas. Puede resultar confuso que sean varias cartas, pero la historia es preciosa y les encantará <3

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1.
San Judas Catholic School Teléfono: No hay aquí. Camila  Avenida primera, kll 14f 16 Teléfono: Si hubiera aquí. Perdón Camila. Lamento irme sin decirte, sé que eres mi mejor amiga y la única persona en que confío, pero todo esto fue muy apresurado, mis padres no me dieron tiempo de despedirme de nadie. Te fuiste hace un año a la misión con tus padres en África y sé que mientras estuvieras allá no podríamos hablar. No he podido contarte todo lo que me ha sucedido, son demasiadas cosas y sé que tendrás mucho que contarme, pero lamentablemente cuando regreses no estaré ahí, sino en otra ciudad lejísimos de Barranquilla, en un internado católico. Estas cartas las envío a tu casa porque enviarlas a África me dejaría en la ruina, sé que estarás ahí para cuando esto te llegue. Espero que me cuentes todo lo que te sucedió allá y te contaré también todo lo que pasó desde hace un año y lo que me suceda en este lugar. Si me contestas que sí a esto, sabré que me has perdonado y que quieres saber cómo estoy. Te quiero. ---- 12 enero 1986 Teléfono: No hay en este horrible lugar. Camila Me alegra que me perdonaras y saber que estás bien. Te contaré todo lo que ha sucedido sin omitir detalles, justo como pediste. Y aquí me encuentro, tan lejos de nuestras casas, siendo arrastrado por los brazos de mis padres hacia el último lugar que deseaba ir, el vivo lugar que tan solo se ve en los libros de historia antiguos y polvorientos que jamás te molestarías en volver a ver porque los odias y es que de solo verlo sentía repulsión, asco y ganas de marcharme, pero ni mis súplicas ni mi llanto pudieron evitarlo. No por nada me habrían traído aquí a casi 1000 kilómetros de distancia de Barranquilla hasta este apartado lugar, en el departamento de Cundinamarca, pasaría ahora tres años de mi vida aquí, tres años que iba a perder y nadie podría reponerlos. Qué porquería, no sé si es que me había caído una maldición gitana o si la sal que me derramó encima mi tía había tenido efecto. Me tocaba a la fuerza dejar mi vida que de, por sí era buena, cómoda, no tenía ningún tipo de necesidades ni problemas, eso lo sabes Camila. Es cierto que yo tengo una forma de ser que suele molestar, pero vamos, eso no es lo que importa ahora. Hacía un frío infernal aquí y no lo soportaba, no acostumbro a estar en climas tan fuertes como este. Sé que no es tan frío en realidad, pero para una persona que haya crecido en mi ciudad, en que hay unos treinta cuatro grados de temperatura a diario, le costaría sin dudas acostumbrarse a unos diez grados o menos. En verdad esto era peor que un castigo y aunque sí, pude haber evitado todo esto, pero mi conducta tan mala, tan increíblemente mala (insertar el nivel máximo de sarcasmo) me trajo aquí en contra de mi voluntad. Nos detuvimos en la entrada del enorme edificio y mis padres me miraron a los ojos. Mamá secó mis lágrimas mientras que papá, cegado por su indiferencia, encendió el cuarto cigarrillo de esa mañana. - Te veremos en las vacaciones de fin de año. En tu morral dejamos el tiquete de ida para que regreses y dinero. – Dijo papá seco, sin mirarme, rodó los ojos y giró para ir a buscar un taxi, le hizo señas a mamá para que se despidiera rápido para poder marcharse. No esperé un abrazo ni nada similar de este hombre, eso nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Sabes que el siempre me ha detestado. - No queremos más quejas de ti cariño, pórtate bien. Recuerda que el señor nos está viendo y en cualquier momento puede ocurrir algo, hay que vencer la tentación para alcanzar la salvación, recuerda lo que te hemos enseñado. – Me dijo mamá haciéndome las señas de persignación en mi frente y desvié la mirada. - Claro que me portaré bien mamá, acá no vive Max y su papá lo mandó a una escuela militar, así que créeme, no puedo comunicarme con él. – Sonreí falsamente, mamá me besó y se despidió. El padre Aristizábal, quién lucía más viejo que matusalén, se acercó a mí y sonrió. Le mostré una enorme sonrisa, muy enorme, siempre que hago esto suelo intimidar a la gente, es el propósito. El desvió la mirada incómodo y me sentí satisfecho. - Ven conmigo, te enseñaré las instalaciones mientras Adolfo lleva las cosas a tu habitación. – ¿Adolfo? Ese es un nombre como para elfos o gnomos, qué estupendo. Hablaba mientras recorríamos la entrada del lugar. Vi al tal Adolfo alejarse con mi equipaje. Ciertamente ese hombre da miedo, es pequeño, encorvado y tiene una enorme barriga. Si lo vieras te caerías del susto, lo juro. Suspiré profundamente, pensando en cómo haría para sobrevivir este primer año en tan apartado y tenebroso lugar. Ciertamente vine aquí por error, una confusión. La mañana del torneo intercolegial de futbol llegué temprano a la práctica como era de costumbre, yo era uno de los delanteros principales y había jugado en el equipo de la escuela desde hace mucho. Sé que pensarás que esto es extraño porque siempre me rechazaron para entrar, pero con mucho esfuerzo lo conseguí. Ojalá me hubieses visto jugar. Este último año llegaba estratégicamente a las siete de la mañana, sabiendo que estas comenzaban a las ocho y nadie llegaba antes. Solo Max lo hacía. Sí, Max, el mismo Max famoso que todos conocían. Nos encontrábamos siempre en los vestidores, donde están los casilleros y en un principio solo nos besábamos ahí, pero no tardó esto en convertirse en algo más y así pasamos todo el primer año. Llegábamos, Max me jalaba hasta las duchas y me desvestía con rapidez. Hicimos tantas cosas obscenas en ese lugar que no puedo mencionarlas todas porque sería imposible, era ciertamente genial, me gustaba mucho ir ahí y encontrarnos, aunque no tuviéramos ningún tipo de relación amorosa. Max no estaba enamorado de mí y yo no estaba enamorado de él. Éramos algo que no puedo comprender. No era que soñara con él en las noches, ni sentía nada especial al verlo ni nada de esas tonterías amorosas y, además, él era novio de Carina, la presidenta de clase y siempre me contaba lo que hacía con ella. Nunca sentí celos, nunca peleamos por eso y en realidad nunca peleamos por nada. Éramos amigos, muy buenos amigos a pesar de todo, que nos teníamos confianza y simplemente eso sucedía. Luego actuábamos como si nada, en complicidad, era incluso divertido lo que hacíamos. Todo así era hasta esa mañana del torneo. Nos encontramos a la hora de siempre, el sábado a las siete de la mañana en los vestidores y el se abalanzó a besarme. Le quitaba el suéter mientras el sostenía fuertemente mi cabello, cuando sentimos una voz detrás de nosotros. Era la señora Márquez, la nueva directora y por supuesto para mi grandísima suerte, mejor amiga de mi madre y parte de su grupo de oración. Ese fue el principio de mis problemas. Me echaron de la escuela católica por sodomía, al igual que a Max, papá rompió mi boleto para ir al juego de la temporada y sí, me dio una paliza o bueno, en realidad fueron unas tres palizas. Cada vez que recordaba lo que yo había hecho me golpeaba y aunque físicamente esto me doliera, no me afectó en lo absoluto. Ni siquiera pensé en disculparme ni intenté justificarme. Podría haberles dicho que no éramos nada, que nunca fuimos novios ni lo quería, pero vamos, sería una total pérdida de tiempo con padres devotos como los míos, nunca lo entenderían. Entonces debido a mi gran acto impuro como ellos lo llamaron y por consejo del estúpido reverendo de mi vecindario, me consiguieron un cupo en un internado católico mixto, que tiene fama de ser severo y que los chicos salen muy diferentes después, supongo que tendrán sus métodos para alienarlos, este era mi nuevo hogar, en dónde según palabras textuales de mi padre: O regresas como hombre o simplemente no regreses. Vaya, nunca podré volver a mi casa. No me gustan las mujeres, eso nunca podría sucederme, ni, aunque aquí me tengan vigilado entre monjes, reglas, pasajes bíblicos y demás, no hará ninguna diferencia. Desde el jardín de infantes recuerdo que me atraían mis compañeros e imaginaba como sería besarlos. Siempre fui así, pero ellos nunca pudieron comprenderme, no me conocieron. Nunca lo hicieron. Y mientras caminaba por los pasillos pensaba en mi futuro y en que mi vida entera cambió, porque ya no regresaría a casa después de graduarme de aquí. No sé dónde iría, pero no sería a mi casa y no sabía lo que me esperaba rodeado de padres, monjas y miles y miles de reglas, más las numerosas cosas malas que vendrían los primeros meses y personas que odiaría desde lo más profundo de mi ser. - Siéntate aquí, la hermana Castillo revisará tus datos y terminará el recorrido, yo lo haría, pero tengo que atender unos asuntos. – Me dijo el padre, asentí y entré a la oficina. Esta era oscura, olía a madera, era tan antigua que me helaba la piel y vi por lo menos cuatro crucifijos. Una imagen de San pedro a un costado de la pared, con un marco dorado llamó mi atención. Parecía que el me mirara. - Lucas ga… - Grité aterrado interrumpiendo a la mujer. No sé de donde había salido esta monja, pero apareció a mi lado, dejándome desconcertado. Es que tenía una apariencia terrorífica. Vestía una enorme túnica negra, era pálida y tenía tantas arrugas juntas como nunca había visto en mi vida. ¿Quién no se espantaría? Si esta mujer apareciera en mi habitación en la madrugada sosteniendo una vela, juro que no tardaría ni dos minutos en lanzarme por la ventana. - Siento gritarle en la cara. – Dije con mi famosa sonrisa para incomodar, no tardó en desviar la mirada y suspiré complacido. Me senté en la silla que me señaló y ella del otro lado del escritorio, donde tenía una agenda anotando cosas. Tenía un montón de carpetas amontonadas y papeles regados. - ¿Lucas gallego es tu nombre? – Preguntó sin mirarme, acomodando los lentes que resbalaban por el puente de su nariz. Asentí. Tenía un marcado acento rolo, (bogotano) y también el típico rostro, ojos pequeños, blanca, parecía tener cabello lacio. - ¿Por qué tienes ese apellido? ¿Tú familia viene de España? - Sí, mi papá viene de allá, pero mi madre no, es de aquí. - ¿Pero naciste acá en la costa? - Sí, en Barranquilla. - ¿El 2 de enero de 1971? - Sí. - Entonces hace una semana cumpliste los quince años. Para ser tan chico no entiendo cómo es que hacías ese tipo de actos… - La interrumpí antes de que siguiera, me haría sentir muy incómodo hablar de ese tipo de cosas con una monja y más sabiendo que me juzgaría. - Yo tampoco me lo explico, es toda una desgracia. – Dije sarcásticamente y al parecer, ella creyó que lo dije en serio. - Es típico de alguien criado en la costa, son unos degenerados y cochinos todos. – Dijo en un tono despectivo y tuve que reprimir las ganas de mandarla a la mierda por respeto. En mi país siempre ha existido una rivalidad regional entre las personas nacidas en las ciudades costeras (mi ciudad, santa marta, Cartagena, Sincelejo, etc. ) y los cachacos que para nosotros son el resto del país básicamente, especialmente los de este departamento, que creen que todos somos machistas, groseros y que no tenemos ningún tipo de educación. Aunque no todos son así hoy en día, pero aún hay esta rivalidad en algunas personas. - Lo de degenerado se lo acepto, todos los del género masculino lo somos. – Le guiñé un ojo y su rostro se tornó muy serio. – Heterosexuales o no, lo somos, pero cochinos no. No generalice. - En fin… acá ese tipo de actos sodomitas no están permitidos. Acá educamos jóvenes rectos encaminados en las vías del señor donde no hay cabida para pensamientos indecentes, por eso cada alumno duerme solo con chicos del mismo sexo, los hombres van en un edificio y las niñas en otro, pero en tu caso en específico, analizamos con qué varones ubicarte para que no haya ningún tipo de acto indecente, analizamos sus expedientes y te ubicarás con dos chicos que no tienen ningún tipo de desviación, todo esto para evitar que haya pie para esos actos y, además, nosotras las hermanas los vigilamos, así evitamos vandalismo, peleas y que se diviertan insanamente. - No me diga. - Sí le digo señor gallego, más respeto. – Asentí mientras me reclinaba en la silla. – Ya conoce las reglas, las clases empiezan a las ocho y acaban a las cinco, hay espacios para alimentarse. Después a cada alumno se le permite ir a su habitación a ducharse, descansar y tiene la opción de quedarse en su habitación toda la noche o participar en los clubs deportivos que tenemos. Acá promovemos el deporte para mantener la buena salud física. Los domingos después de ir a la misa, tienen el día libre. Puedes pasear por las instalaciones, ir al lago, la piscina o cualquiera de las cosas recreativas que ofrecemos. - ¿Ya me puedo ir? - Una última cosa. Revisé sus calificaciones de la anterior escuela y no eran precisamente malas, pero tampoco buenas. Eran demasiado mediocres, no sé si es que en Barranquilla les regalan el año escolar a todos, pero acá no toleramos gente así, buscamos la excelencia y espero que tenga eso muy claro porque si no, será castigado. Pasará todo el día en detención estudiando la biblia y si esto no es suficiente, será el ayudante del padre Aristizábal en la misa. ¿Le queda claro? - Totalmente. – Me levanté, agarré el morral y me di la vuelta. Maldita monja regionalista. Seguro alguien de mi ciudad no quiso follar con ella en su juventud y por eso nos odia a todos. - Edificio C, habitación 470. – Me dijo y señaló una vitrina donde colgaban numerosas llaves. Agarré la que tenía ese número y salí. Escuché que sonó la campana y vi a los alumnos salir disparados de las aulas, sus voces rechinaban en el lugar, sumados a los gritos de las monjas intentando calmarlos. Me sentí extraño, estando en un lugar lleno de gente desconocida. No tenía ni un amigo aquí, nadie con quién hablar. Aunque de igual no me perdía de mucho, no con este montón de corrientes. Caminé por los pasillos hasta que salí por la parte de atrás del edificio principal y vi una cancha de fútbol, donde había dos equipos jugando, unos vestían de rojo y otros de azul, los demás chicos gritaban animando el partido. Vi una especie de porristas animando el juego, pero no eran como las usuales, sus uniformes eran muy tapados, nada llamativos, pero miré un par de minutos el partido. Jugaban con agresividad, dándolo todo, eso me gustó. Qué interesante, debo unirme al equipo de fútbol, sería lo ideal. Debo conseguirlo. Me va bien en los deportes, no creo que me sea tan difícil conseguir que me dejen entrar en el equipo. Sentí que a medida que avanzaba, me miraban todos y susurraban cosas referenciadas a que yo era el nuevo. No le presté atención a esto y seguí caminando hasta que vi otros cuatro edificios a la distancia, cada uno de unos contaba con cuatro pisos y eran grandísimos. Este lugar es enorme por lo que veía en el folleto. Tenía hasta una especie de bosque, una piscina olímpica, dos canchas de futbol, una de tenis, una de baloncesto, un lago, un teatro y una pista de atletismo. Vaya que los católicos sí saben divertirse, creo que los subestimé. Es una lástima que no crea en Dios. Escupí el chicle que traía y de repente, un fuerte golpe me derribó, haciéndome caer bocabajo. Miré hacia atrás aún sin levantarme, estaba aturdido, confundido y más aún, enojado. Vi el balón de futbol del juego. Qué bien, ahora seré conocido como el nuevo que noquearon el primer día, estupenda noticia. - Deberías ir más pendiente de dónde caminas, debías estar lejos de la cancha, en la zona peatonal como una persona prudente. – Escuché la voz de un pelirrojo despeinado, vestía el uniforme del equipo azul. Lo miré un poco desconcertado, era muy guapo, no pensé en encontrarme aquí con alguien tan bello como él, me puso nervioso verlo fijamente, pero aún más que eso, estaba enojado. No tenía el acento rolo de la monja, ni tampoco uno paisa o costeño. ¿Cómo podía no tener acento? Me puse de pie, irritado. Me dolía la cabeza en el lugar en el que él me golpeó y eso me hizo hervir la sangre, estos “accidentes” me sacan de quicio. Nunca tuve nada en contra de los pelirrojos, pero desde hoy, los tendré vigilados, maldición. Otra persona para mi lista negra: plebeyo #84: pelirrojo derribador. - Da igual. – Me puse de pie y lo miré fijamente. – Pero si me vuelves a pegar, te pico en pedacitos y los tiro al río. - Qué agresivo, la próxima intentaré afinar la puntería y darte en la cabeza, a ver si me picas en pedacitos. – Volteé a verlo y notó mi molestia, sonrió y eso me irritó, porque me ponía nerviosísimo. – Que es broma, deberías ser más tolerante. - “Deberías, deberías”, no hables como si me conocieras. - ¡Isaac! ¡sigue corriendo el reloj! ¡debes ir ya o tu equipo perderá! – Le gritó un tipo al pelirrojo. Por su vestimenta era notable que era el árbitro. - Lo siento. – Le dijo. - Te veré después. – Me dijo y lo vi correr rápidamente de regreso a la cancha. Te vas a arrepentir de golpearme y no ofrecerme una disculpa. A mí nadie me tira. Sé que te molesta que amenace, pero es imposible dejar de hacerlo. Esto es lo que ha sucedido hasta ahora, no omití nada ni lo haré. Te quiere. Lucas

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