Mi límite
Los gritos desesperados y las amenazas vacías de Abel, se escuchaban amortiguados por los pensamientos de la propia Paulina: Ya no puedo más!!!! Este es mi límite. He aguantado de todo: sus malos tratos cuando llega borracho, su irresponsabilidad, sus frustraciones cuando tiene problemas en el trabajo, que no nos dedique tiempo a mi y a los niños, tener aquí metidos a sus amigotes vagos siempre, su derroche cuando tiene dinero y su falta de sentido común para ahorrar o solucionar los problemas cuando no tenemos dinero ni para comer.
Tener a su madre inmiscuida en nuestra vida, haber dejado de lado mis estudios para estar frente a mi hogar, alejarme de mis amigos por sus estúpidos celos, noches en vela pensando en que puede hacer una locura, inquietud e inseguridad porque ya hasta dudo que pueda hacerle a algo a los niños en uno de sus ataques!!! Todo tiene un límite y este es el mío. Pensó Paulina.
Su corazón parecía querer salirse de su pecho, ante la escena que tenía lugar en el salón de su modesto apartamento y cuando sentía que el aire empezaba a faltarle, ese grito desesperado de su propia voz, esa resolución, se fue afirmando poco a poco, inundando cada fibra de su ser como la misma sangre que recorría sus venas: ¡Ya no puedo más, hasta aquí!!! Una claridad mental, la certeza de haber tocado fondo y que debía cambiar esa realidad, le ayudó a entender que hacía lo correcto.
Y con este nuevo pensamiento vino la claridad y la determinación que parecían haberle faltado durante 5 años, si algo de duda quedaba en su sistema, está desaparecio completamente al voltear a ver toda la escena y observar asomada por el corredor un par de pequeñas manos y la cabecita de su hija Elena de tan solo 4 años, quien miraba la discusión con terror y con un amargo llanto.
Abel que continuaba gritándole insultos y obscenidades por igual, en medio de su borrachera (y puede que algo más) pudo notar un cambio apenas perceptible en la actitud de Paulina, sus ojos tenían un brillo diferente, y aunque no mencionó nada, pudo darse cuenta que la mujer, su mujer por más de 5 años, no estaba cediendo a sus chantajes.
- Se acabó Abel!!! Esto se acabó, ya no podemos seguir juntos!! Tú no vas a cambiar nunca, para ti es muy cómodo vivir así, sin preocupaciones, divirtiendote con tus amigos cada fin de semana mientras yo estoy aquí en casa con dos bebés, sin ningún apoyo de tu parte. - Le recriminó Paulina con lagrimas contenidas y sintiendo el dolor de cada palabra pronuncia.
- No puedes decir que no te apoyo, yo me encargo de mantener esta casa, yo salgo a trabajar día a día, yo... - decía Abel arrastrando la lengua a causa del alcohol ingerido
- ¿Si y es por eso que siempre estoy angustiada por pagar las cuentas, por tener para la comida y las cosas de mis hijos?- le reprocha una vez más Paulina, en una interminable discusión que sigue siempre el mismo rumbo.
-tengo que conseguir un empleo, hacer algo para salir de esta situación- decía Paulina
- No!!! - respondía Abel -tú no vas a dejarme porque yo te necesito, y a mis hijos también!!!
En un grito desesperado se acercó peligrosamente al ventanal del salón, abrió de golpe sin importar el frío que invadió la habitación o el ruido de sus gritos al ser las 2 de la madrugada, salió al pequeño balcón y amenazó con lanzarse si ella seguía con la absurda idea de la separación. Paulina vio alarmada como su pequeña Elena salió corriendo hacia donde se encontraba su padre, gritando desesperada
-¡¡Papito, papito, no!!! Te vas a caer!!! Mami, ayuda a mi papá!! Dile que venga adentro!! - Gritaba la pequeña
Este grito suplicante de su hija la hizo reaccionar y bajar la guardia un poco para tratar de convencer a un muy alcoholizado Abel, de entrar al departamento y hablar con calma.
- Abel, por favor, deja las estupideces y entra!!! Que no ves a la niña!! - le decía Paulina con cautela para evitar una desgracia
- No!! Si tu ya no me quieres, no tiene caso seguir viviendo! No sabes que yo te quiero, eres mía y siempre vas a estar conmigo, siempre! - Decía un terco hombre, dolido y borracho, que no era capaz de aceptar que lo que sucedía era consecuencia de su actitud egoísta e irresponsable.
- Papi!!! Por favor!!! Ven conmigo, yo te quiero mucho!!! Papito, no!!!!!
- Anda Abel, vamos a dormir, mañana lo conversamos tienes razón, no me voy a ningún lado, me quedo contigo y con los niños, ven vamos a dormir, entra, que hace frío - le decía Paulina dulcificando el tono de su voz, mientras lo tomaba de la mano y lo dirigía hacia la habitación, tomando a Elena en los brazos y tratando ambos de consolar a la niña.
No fue tan difícil como ella esperaba pues la mirada de pánico y los gritos desgarradores de su hija, habían llegado a la sensatez de Abel, quien no quería ver así a su pequeña Elena. Paulina lo veía con tristeza, le dolió darse cuenta que el hombre no era capaz de ver la realidad de la situación, aún así, ella sabía que amaba a sus hijos y dentro de su errónea forma de actuar, también la amaba a ella. Pero ese amor no es lo que ella necesitaba y su decisión ya estaba tomada, se juro que no volvería a ver esa mirada de angustia en los ojitos de sus hijos, haría lo necesario para salir del círculo de dependencia en el que se encontraban. Después de dejar a un afectado Abel sentado en el piso frente a la habitación, y con su pequeña en brazos hecha un mar de lágrimas, se dirigió a la habitación de los pequeños y la acostó y arropó. Después de unos minutos en calma la niña cayó en un profundo sueño y ella en silencio y todavía con la adrenalina de todo lo acontecido, iba formulando un plan en su cabeza, plan que se pondría en marcha al día siguiente