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Mi soledad o la tuya

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Blurb

Esta es la historia de Belén, una joven de dieciséis años, hermosa, inteligente y dulce, que desde muy temprana edad se convirtió en desnudista en un club nocturno de mala muerte del centro para complacer a su padre, un hombre influyente que abusó de ella toda su vida de las peores maneras posibles. Cuando logra su independencia, conoce a Dante, un chico problemático, adicto, con un carácter explosivo, pero increíblemente guapo, con el cual pierde la cabeza, pero él no es el tipo ideal, ni el correcto para cualquiera. ¿Podría acaso ser este primer amor el gran “amor” de su vida? ¿o solo una ilusión?

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1.
Preámbulo - ¿¡A dónde vas Belén!? – Gritó él y sentí un fuerte dolor en el estómago, que avanzaba desde este y subía por mi pecho, cerrando mi garganta y hacía humeder mis ojos, no sé de dónde tenía tantas lagrimas para llorar, ya lo había hecho demasiado esa noche, más, sin embargo, no tenía idea de lo mal que acabaría todo para mí.  El terror me invadía, no sé cómo podía correr por el estado en el que me encontraba, pero debía hacerlo, debía o el iba a encontrarme. ¡No podía rendirme así! ¡no de esta manera! Pasé por una calle llena de casas oscuras, perdiéndolo de vista y busqué alguna casa que estuviese abierta, una ventana, una puerta, una persona escuchando música o llegando de su destino, pero no había nadie, nadie podría ayudarme.  Dejaba incontables gotas de sangre en el pavimento que se mezclaban con las grandes gotas de agua fría que caía, las cuales podrían delatarme, con este rastro el podría seguirme, me encontraría, pero no lo podía evitar. Si me tapaba la herida del rostro, me salía sangre de la barriga o de mi hombro. Tenía tantos golpes que no los podía calcular. Vi dos luces brillantes detenerse en frente de mí y ya no pude soportarlo más, perdí el aliento y todo dio vueltas. Caí en el suelo, intenté respirar, intenté mantenerme despierta, no podía irme así, no ahora, no aún. ¡No merezco esto! - ¡Belén! – Sentí su inconfundible olor y vi sus ojos marrones, esos mismos que me reconfortaban, mismos que siempre me vieron y que me cuidaron, esos mismos ojos que ahora se llenaban de lágrimas al verme. El me sujetó fuertemente y luego, me invadió una horrible oscuridad. Belén, año 2002 Para empezar, no quiero que ustedes al leer mi historia, piensen que quiero generar lástima hacia mí ni nada de esas cosas, eso no va conmigo. Sentimientos como el de lastima, compasión y demás los desconozco, ya que nadie los sintió por mí. El mundo se olvidó de mí y yo de ellos, a este punto, con tan solo dieciséis años, he creado una barrera de protección en contra de la basura del mundo exterior. Ya no siento dolor, ni tristeza, porque sé que esto no lo elegí. Lo que si siento es mucha rabia, enojo y temo que esto explote, pero lo controlo.  Que sirva de algo la foto suya que pegué en el saco de boxeo de la azotea, ¿no? Así el día del juicio final cuando Dios se pare delante de mí y sin pedirme explicación, me quiera condenar en el infierno, le diré que esta fue la vida que me dio, el mundo en el que me arrojó y se olvidó de recogerme alguna vez, no es mi culpa, nada de esto lo ha sido. Resultará difícil de creer para ustedes, pero no, no me acuesto con ninguno de mis clientes. No lo hago por ningún motivo. No ha sucedido ni sucederá. Este es el resumen de mi vida.  Me exhibo, vendo un show, fantasías, sueños, placer visual, tal vez con un baile que me resulta doloroso en un principio por la altura de los tacones metálicos que llevo por las noches o trepándome un tubo de dos metros y medio de alto, para terminar igual que siempre, profanando mi piel con tantos ojos llenos de lujuria y deseo. Los pervertidos que van a este lugar, perdón, “clientes” que van, olvidé que ya no puedo decirles así, son personas de clase, buena posición en la sociedad, pero de igual forma esa capa de superficialidad no tapa el hecho de que sean asquerosos.  Hombres mayores casados la mayoría, que vienen a lugares como este a acostarse con chicas menores que sus propias hijas sin importarles en lo absoluto si pueden agarrar una enfermedad y contagiársela a sus esposas, que desconocen de esta vida secreta. ¿No es esto egoísta? ¿no es despreciable? En una ocasión vino un hombre de unos cincuenta años y pidió toda la noche el servicio de dos de mis compañeras mientras que su esposa cuidaba a su madre en sus últimos días de vida.  Literalmente estuvo enredado en los fluidos de mis compañeras de trabajo mientras su madre partía de este mundo. La mayoría son así como el, aunque no todos. Otros lo hacen simplemente porque no tienen compañía. Distintas cosas como timidez, baja autoestima y demás, no les permitió nunca lograr entrar en una relación estable. En más de una ocasión han venido hombres de más de treinta años a perder la virginidad en este lugar o solo a charlar. A veces incluso siento lástima por ellos, no creo que sea bonito comprar compañía a menos que crean que en verdad mis compañeras disfrutaran pasarla con ellos, cosa que no es cierta. Esas arpías no quieren a nadie. Por otro lado, soy la única en este lugar que solo baila y no se ve obligada a venderse. Todo gracias a la única persona que me ha tocado en mi corta vida. Fernando, mi cochino y degenerado padre. Será difícil de creer lo que ha sucedido toda mi vida en su compañía. El jamás me vio como una hija y yo jamás podría llegarlo a ver como mi padre, solo nos une el vínculo sanguíneo y legal que dice mi registro civil de nacimiento, pero no tengo ningún sentimiento de afecto hacia él ni nunca podría tenerlo. El de pequeña me veía como una muñeca s****l, día tras día vivía tocándome, por las noches, en las mañanas, en las madrugadas, siempre lo hacía, pero no avanzaba más de allí, como si con no avanzar más de ahí pudiera evitar las repercusiones negativas que esto dejaría durante toda mi vida... Ahora me ve como un trozo de carne que ansía vender a diario y sí, él fue el que me metió en esto con sus palabras engañosas, prometiéndome que no sentiría nada.  Claro, saber que una tercera parte de los hombres de barranquilla me ha visto desnuda no duele y aunque odie a mi padre no solo por convertirme en puta, ni tampoco por no brindarme estudios, motivación o por verme no solo como su hija, no me dejo decaer porque sé que no soy una mala persona, solo nací en el lugar incorrecto y algún día todo irá bien, es lo que realmente espero. Lo que tengo claro es que algún día me las vas a pagar, papá. A excepción de las sesiones diarias de p*******a de papá, mi infancia fue tranquila. Estudié en la escuela hasta que terminé el octavo año, de ahí en adelante mi padre no me dejó volver a asistir por varios motivos. En primer lugar, él tuvo problemas con varios de mis profesores, no sé por qué, nunca logré entenderlo. Segundo, él me decía que yo era su chica especial, que siempre estaríamos juntos y que nadie nos separaría, en un principio me sentía bien con eso, claro, ¿quién no quiere ser la luz del mundo para su padre? Pero con él no era solo así, no era como el amor que sentía yo sentía por mis abuelos o mis primos, él me amaba como mujer y no solo yo lo sabía, mi familia también se dio cuenta, era demasiado evidente. La forma en que me miraba, las cosas tan inapropiadas que me decía que solo un hombre debería decirle a su novia, era su lenguaje diario conmigo, odiaba esa basura.  Mis abuelos y tíos eran por decirlo de una manera, de la alta sociedad y un escandalo de este tipo no es conveniente para ellos. Por eso, no mantenían contacto con nosotros, era mejor ocultarlo que hacer pública esta vergüenza, que era yo. No sé por qué él me veía de esa forma, eso no es normal. Tal vez será porque me tuvo muy joven y no nos veía tan diferentes o no lo sé, creo que está simplemente desquiciado. Mi padre me tuvo acabando de cumplir quince años por un descuido fatal como lo describe él. Si yo tengo dieciséis imaginen lo joven que es. Mis tías dicen que él es el galán de la familia, porque es alto, atlético, de ojos azules, heredados de mi abuelo que es canadiense y es bien parecido, pero es mi padre, es realmente perturbador que me haya tocado pasar por todo esto, desearía que jamás me hubiera tocado, que él no me hubiera dado mis primeros besos, los únicos que he dado ni que me hubiera tocado tantas veces.  Su gran amor hacia mí fue el motivo determinante para no dejarme hacer nada más, no quería que nadie me viera. Él estaba bien consciente de lo bella que ya me veía a esa edad, ya estaba bien formada. Heredé sus ojos, también su color de piel, mi cabello dorado lo heredé a mi madre o eso es lo que él dice, porque él tiene el cabello oscuro. Nunca conocí a mi madre, él no me habla de ella y la verdad no tengo mucho interés en el tema, si ella no estuvo conmigo seguro fue porque no quiso o lo dejó por otro, o quien sabe qué. La primera vez que me tocó tenía once años, era alta para mi edad. Alcancé a medir 1,65 cm ese año, aunque luego no crecí mucho. En el día había estado en la escuela, le había mostrado a mi maestra un gran ensayo que trabajé por varias semanas de La venda de Siri Hustvedt, una novela fascinante. Cuando llegué a casa (que es la casa actual de él aún) mi padre no estaba. Llegó casi a las nueve de la noche, vivía sola con él. Trajo pizza, comimos en la sala mientras veíamos un documental.  Casi todo lo hacía con él, era mi amigo y me gustaba estar con él, sentía que podía contarle cualquier cosa, hasta ese momento mi infancia había sido normal y él se había comportado como debía y por eso confiaba plenamente en él. En ese año él estaba en una época algo pesada, había estado trabajando con mi tía para poder reunir lo necesario para montar un negocio independiente. El primero de sus negocios sucios. En su tiempo libre se dedicaba a tomarse fotos, había comprado una cámara profesional y duraba horas en esto, lo hacía con la ropa de marca que compraba, tenía un gusto exquisito para esto y estaba al tanto de las tendencias, le gustaba verse bien, sabía que así era y eso me molestaba. “Soy muy bello”, decía con una sonrisa satisfactoria y eso me irritaba. Ya cuando se estaba haciendo tarde me dijo que me fuera a dormir o no descansaría nada, le hice caso y justo cuando me levanté, se acercó a mí y me dio un beso muy cerca a los labios. “Se habrá equivocado” pensé. Luego subí, entré al baño y me cepillé los dientes. Cuando giré, vi que mi padre estaba apoyado en el marco de la puerta, me miraba con una pequeña sonrisa. -Belén… como has crecido. - Dijo y soltó una risa. -Lo sé, papá. -Me miró y luego se acercó a mí. - ¿Confías en mí? -Su rostro se puso un poco serio, con sus manos rodeó mi rostro y habló en voz baja. -¿Cierto cariño? -Claro que sí. –Respondí inocente, sin anticipar lo que él quería. - ¿Sabes que nunca te haría daño princesa? - Dijo entre susurros y con sus dedos acarició mis labios, me sentí extraña, pero él era mi padre, confiaba en él y si lo hacía seguro no estaba mal, el jamás me haría algo malo. Esa fue la última vez en mi vida que sentí confianza hacia él. -También lo sé papá, confío en ti. –Me miró fijamente y mordió sus labios, luego se acercó a mí y me besó. ¿Por qué hacía eso? ¿es normal? me alejé de él y salí del baño a toda prisa, mientras el, desesperado, me siguió por detrás y me tomó del brazo. -Belén, ¿qué es lo que haces? - Me dijo en voz baja, con un rostro triste y apagado. –Pensé que confiabas en mí. -Sí pero no deberías hacer eso…- Dije sin poder mirarlo a los ojos, me sentía incomoda, mis manos sudaban y tenía un enorme nudo atorado en la garganta. Solo quería irme de allí. -No tiene nada de malo tontita, tu eres lo que más quiero en el mundo y sé que también soy lo que más quieres. Ven. – Me dijo y me llevó hasta su cuarto y apagó las luces. -Acuéstate bocarriba. – Me dijo sonriendo, lo hice porque era mi padre, quien me había dado todo y porque no tenía otra opción, si él me lo decía debía hacerlo, aunque no quisiera.  Jamás he visto a otros padres besar a sus hijos de esa manera, pero si él lo dice es porque es normal, solo que yo no lo sabía o al menos eso fue lo que pensé en mi inocencia. Se subió encima de mí, se veía tan feliz. Me volvió a besar de nuevo pero un poco más fuerte, introduciendo su lengua en mi boca. No hice nada, me sentía horrible y quería vomitar. De esta manera me besó por mucho tiempo hasta que empezó a sudar, no sé por qué. Con sus manos empezó a acariciar mis pequeños senos y me sentí muy mal, quería que se detuviera, pero no lo hacía. -Quiero ir a dormir…-Dije entre sollozos, pero me ignoró. Me quitó la bata con rapidez y bajó su cabeza hasta la altura de mis senos, empezó a lamerlos y rompí en llanto, él no me escuchaba. -Dios… Belén. –Dijo mientras hundía su cabeza entre mis pechos y los apretaba con sus manos. ¿Por qué me hacía eso? Empecé a llorar descontroladamente porque no me soltaba, no me dejaba ir. Sentía cosas que ni sabía que pudiera sentir, pero no era agradable, quería salir huyendo, pero él no me dejó, con su peso me impedía moverme. –Mi pequeña, eres solo mía y de nadie más. -Susurró entre jadeos desesperados. - ¡Déjame irme! - Grité desesperada pero no me dejaba moverme, ¿qué iba a hacer? ¿por qué dios me castigaba de esa manera? ¿qué le hice? Luego cuando al fin terminó de restregar su lengua sobre mis pechos, se levantó un poco dejándome respirar y volvió a besarme de una manera tan desesperada que me dolía. Luego siguió bajando dejando rastros de su saliva por mi abdomen y llegó hasta mi v****a, me quitó a la fuerza la ropa interior y empezó a lamerme por mucho tiempo, no se detenía y yo no sabía qué hacer, luego me introdujo uno de sus dedos y grité. –Dijiste que nunca me harías daño, me mentiste. – Chillé entre lágrimas y se detuvo. Me miró avergonzado y se sentó a un costado de la cama mientras se agarraba la cabeza, vi que lloraba. Me levanté apresuradamente, me vestí lo más rápido que pude y salí corriendo de ahí. Unos pocos minutos después apareció en mi puerta, me había encerrado, pero él tenía llaves. Me asusté y salté de la cama para que no me aprisionara de nuevo con su cuerpo. Se veía nervioso y extraño. Me pidió que lo perdonara entre sollozos, se veía muy arrepentido y le creí, no sé por qué lo hice. No volvió a tocarme como lo hizo esa noche por un tiempo, cuando lo hacía siempre era a través de la ropa, nunca sin nada puesto, pero igual me tocaba todo el cuerpo y me besaba demasiado. Esa fue mi última noche durmiendo en mi habitación, luego me hizo pasar mis cosas a la suya y dormir junto a él. Casi siempre antes de dormir me besaba y con el tiempo, me hacía dormir sin nada puesto y él se tocaba viéndome, pero no me hacía nada aparte de los besos que ya después se los daba por inercia, no sentía nada. Pensaba en otra cosa hasta que a él se le daba por soltarme. Luego pasó de tocarme y besarme, al acto físico. Me violó por primera vez en uno de sus clásicos “viajes”, el consumía LSD en ocasiones y en todas esas veces, me obligaba a estar con él. La primera vez que me penetró fue horrible, lo hizo cuando fuimos a pescar. Tenía trece años. Caminábamos entre los matorrales y arboles cercanos al lago. Él se detuvo por un momento y se metió una de esas cosas en la boca. Una hora después que nos sentamos a comer, su temperamento cambió y ya no era como siempre, se veía diferente y me miraba como tal. Empezó a hablar de cosas sin sentido, de teorías filosóficas, del origen del universo y temas así. De repente, se puso muy violento y me empujó, caí sobre el pasto y se abalanzó sobre mí. Me quitó la blusa y la falda a la fuerza. Como trataba de resistirme, amarró mis brazos con su cinturón y me abofeteó para que dejara de gritar. Era horrible, él nunca me había golpeado hasta ese momento. Si me obligaba a dormir con él y otras cosas, pero nunca se había comportado de esa manera. Estaba aterrorizada, no sabía qué me iba a hacer, pero temía lo peor. Entonces se bajó los jeans y la ropa interior. Cerré los ojos, no quería ver. Ya sabía que me iba a hacer. Intenté imaginar algo, que estaba en la escuela jugando con mi mejor amiga a saltar la cuerda y reíamos. - ¡Ah! – Grité al ser embestida por primera vez. Lloraba desconsoladamente, me sentía sucia, adolorida y humillada. Me siguió embistiendo por mucho tiempo. Él estaba encima de mí y su rostro estaba enrojecido, sudaba y jadeaba diciendo mi nombre. Quería que parara, que algo mágico sucediera para que este momento terminara de una vez, pero era eterno. Fueron tan fuertes y violentas sus embestidas, que cuando terminó, me corría sangre por las piernas. Me dolían mis partes y miré alrededor. No había nadie que me ayudara, estaba sola y en ese momento lo comprendí. Era mi destino. Dios me había abandonado porque si pensara en mí, no hubiera permitido que me pasara eso. Solo era una niña, ¿cómo era posible merecer eso? Tenía marcas de sus manos en mis piernas y brazos, estaban por todas partes. Él se levantó como si nada y siguió caminando. Yo me quedé ahí tirada, entre los matorrales. Desnuda e incapaz de levantarme. Me temblaban las piernas, me dolía todo el cuerpo y no tenía deseos de nada. Ahí empezó a violarme constantemente, lo hacía cada vez que estaba drogado, pero cuando estaba sin estos efectos, me trataba igual que siempre. Hasta bien diría yo, comparado con las veces que me amarraba y me golpeaba para satisfacerse. La última vez que fui a la escuela fue la única vez que vi un destello de luz, que creí que recibiría ayuda o que alguien tendría compasión de mí, pero esto no sucedió. Llegó temprano, a las dos de la tarde y me sacó de la clase de español. Dijo que teníamos que ir a Cartagena, pero al salir al estacionamiento (que era una calle pública aunque vacía por la hora), se detuvo antes de que entráramos al coche. -¿Cuándo fue la última vez que te compré un uniforme? -Hace dos años. -Con razón esa falda te queda tan corta. -Miró mis piernas y se acercó, mi respiración se agitó y mi garganta se cerró. Con una mano sujetó mi espalda y la otra, la deslizó por mi falda y agarró mis nalgas, las apretó e incluso me nalgueó. Yo estaba helada, jamás pensé que haría esto detrás de mi escuela, en medio de la calle, pero estaba la calle muy sola y las pocas personas se escuchaban a la distancia. Intenté soltarme, huir, pero el me doblaba la estatura y fuerza, me sujetó fuerte con un solo brazo y deslizó su mano por mi ropa interior, empezó a masturbarme con fuerza y no pude evitar llorar, quise gritar, pero mordió con tanta fuerza mis labios cuando solté el primer grito que sangré, la sangre corría por mi barbilla y las lagrimas bañaron mi rostro. Agarró mi cabello con fuerza y me metió en el asiento trasero de su auto, me sujetó los brazos con una corbata que estaba tirada y metió una camisa en mi boca para que no gritara, sentía que me ahogaba, me costaba mucho respirar y la desesperación aumentó cuando me desnudó por completo. Me alzó y sentó sobre él, pero dándole la espalda y agarró mi cabello haciéndome inclinar la espalda. Empezó a introducirme sus dedos sin detenerse, esto dolía, era horrible, quería que se detuviera, pero cuándo introdujo su cuarto dedo grité tan fuerte que logré escupir la camisa y miré a un par de personas que estaban cerca, papá no tardó en meterla de nuevo en mi boca.  El coche tenía vidrios polarizados, sí, pero aún así lograba verse. Ellos podrían ayudarme, sí podían. Sentí el sonido de la hebilla de la correa de papá abrirse y en un cerrar de ojos empezó a embestirme, escuchaba sus fuertes gemidos, sus sollozos gritando mi nombre y pensé que ellos me ayudarían, que llamarían a la policía y que se llevarían a papá, pero decidieron grabar. Creo que pensaron que era una pareja teniendo sexo en la calle, esto era horrible. No sé cuánto tiempo esto duró, fue eterno pero en un momento dado papá me hizo acostarme bocarriba y lo vi masturbarse, cerré los ojos, no quería ver eso y sentí un líquido caliente recorrer mis senos. Creo que este fue el momento más humillante de toda mi vida. Entonces dejé de asistir a la escuela y me quedé en casa, como si fuera su pareja o eso era al menos lo que creía la gente al verlo tan joven, el no aparenta ni siquiera haber pasado los treinta. Yo solo salía a veces a jugar por el vecindario cuando él no estaba, cuidando que no se diera cuenta de que salía, siempre procuraba llegar antes que él ya que conocía sus horarios. El me trataba como su novia y esa situación me hacía sentir muy incómoda, me llevaba flores, me abrazaba, se perdía mirándome y sonreía. Imagínense lo perturbador que fue esto para mí, vivir de esta manera toda mi adolescencia. Fue horrible, detesto tener estos recuerdos clavados en mi mente y no poder arrancarlos de algún modo. Aprendí a sobrellevar la situación, imaginaba cosas, películas en mi cabeza y así aprendí a dejar de sentir. Era mucho mejor que ver mi situación real. Mi primera noche en el club fue en navidad. Mi padre era dueño de este desde que yo tenía doce años, ya desde antes me decía que trabajaría allí y que ganaría muchísimo dinero. Como si eso fuera importante para mí y así transcurrió mi adolescencia, bailando desnuda hasta el cansancio, viendo como los clientes se satisfacían al verme bailar y mi padre en el fondo sonriendo al ver a su pequeña hija amante desnudarse delante de todos. No entablé ninguna amistad con las otras chicas por varias razones. Las chicas que trabajan en el club son falsas, manipuladoras y ambiciosas, solo miran como sacarle dinero a algún viejo solitario para autosatisfacerse. Además, las personas no comprenden a los que nos dedicamos a esto, piensan que lo hacemos solo por dinero o vanidades. Jamás estarían en lo cierto. Yo lo hice por voluntad de papá, aunque también pensándolo bien no podía haber hecho algo más. No me he graduado ni del colegio y al menos haciendo esto, pude salir de mi casa y escapar de mi padre. Es desnudarme o vivir siendo maltratada por él. Ahora vivo en un viejo edificio en el sur que es de mi padre y no me cobra alquiler, aunque me insiste demasiado en que regrese a vivir con él, pero no puedo más vivir en el incesto. Detesto esa basura. Vivir sola ha sido de puta madre y no pienso regresar a la casa de ese seudo hombre en mi vida.

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